viernes Ť 5 Ť octubre Ť 2001

Javier Oliva PosadaŤ

Principios y coyuntura en política exterior

A partir de la visita de Vicente Fox a Estados Unidos, pareciera que hay un nuevo planteamiento, ya no se diga en las relaciones bilaterales, sino en el papel de México en el contexto latinoamericano. La sorpresiva decisión del abandono unilateral de México al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), la cual ni siquiera fue informada con antelación al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria, debe ser reconsiderada no sólo por las acciones criminales en Estados Unidos del 11 de septiembre, sino por la autoridad moral misma de nuestro país en la región.

La paradoja radica en que no obstante su obsolescencia, el TIAR ha sido una garantía para impedir la formulación y puesta en marcha de otro mecanismo internacional militar con capacidad de intervención en los países de la región. Es decir, que como ya existe uno, pues para qué crear otro. Por eso el anuncio intempestivo del presidente Fox, previamente avalado por el secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, no deja lugar a dudas sobre una iniciativa que raya en la temeridad. Además, el Presidente de México fijó 2004 para la firma de un nuevo tratado, con lo que se otorga suficiente tiempo para que la diplomacia e intereses militares de Estados Unidos actúen sobre los gobiernos latinoamericanos.

En el contexto de la grave tensión que hay en el mundo, consecuencia de las reacciones a los atentados, la invocación del TIAR por parte del presidente de Brasil, superada e incluida en la reunión del miércoles 19 en Washington, en la que los países integrantes de la OEA calificaron de "agresión al continente" (los atentados), además de ser "una afrenta a la dignidad humana y al estado de derecho" solicitando a los países integrantes actuar con todos los medios necesarios para asegurar un castigo a los responsables. México aprobó la resolución.

Con la restructuración de las políticas de seguridad nacional en Estados Unidos habrá, por tanto, consideraciones sobre los aliados, los energéticos, las migraciones, las comunicaciones, pero principalmente sobre el aspecto geográfico. Aquí es donde nuestro país debe actuar con prudencia y asegurando que la integridad del territorio, la seguridad de la población, la disposición de sus recursos naturales, sean responsabilidad exclusiva del Estado mexicano. La globalización no es pretexto para desdibujar las identidades; está visto, como comprueban trágicamente los atentados, que es precisamente el momento para reforzar lo que nos identifica y valora.

En medio del reacomodo mundial, producto de los atentados, la política exterior de nuestro país es y ha sido (hasta el momento) una de las principales garantías, si no la mayor, para ubicar a México como un país de neutralidad activa. No obstante los tumbos de los últimos sexenios, en los que la diplomacia fue desplazada por los intereses comerciales, aún es frecuente escuchar en seminarios y foros internacionales que el peso de la opinión de México sigue siendo considerable.

ƑPara que el activismo en la búsqueda de un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU? ƑPor qué y para qué enviar a los soldados mexicanos a cualquier parte del mundo? Los grandes intereses mundiales pueden defenderse por sí solos, saben que desafían equilibrios regionales. De nuestra ayuda no dependerán jamás, así que una revaluación en medio de este contexto violento puede ser un llamado crítico a la ponderación y análisis de los aportes de la diplomacia mexicana al mundo. Es momento de actuar con responsabilidad latinoamericana y solidaridad para con el pueblo estadunidense.

Al final de la guerra se van a requerir gobiernos que tengan capacidad de interlocución y serán los que de una u otra forma hayan tenido una actitud más propensa a la diplomacia y a la política, ya que son la mejor forma de garantizar la estabilidad regional en el mundo.

Ť Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y asesor en el Colegio de Defensa Nacional