MIERCOLES Ť 3 Ť OCTUBRE Ť 2001
Elecciones en Michoacán
Ť Visita en ellas a quienes lucharon y sufrieron represión al pelear por la democracia
En vez de miles en un acto, Cárdenas Batel prefiere acudir a las comunidades
Ť Vale tanto un voto de Morelia como uno de San José de Chila, indica
ROSA E. VARGAS Y ERNESTO MARTINEZ E. ENVIADA Y CORRESPONSAL
Apatzingan, Mich., 2 de octubre. En el debate entre qué conviene más electoralmente, si ocuparse de los grandes centros urbanos o proseguir con una campaña en la que invierte largas horas en traslados a comunidades, donde con frecuencia apenas se reúnen algunos centenares -y a veces decenas- de votantes, Lázaro Cárdenas se impone: "No nos importan esas críticas. Vale tanto un voto de Morelia como uno de San José de Chila. Esto es campaña, es gusto por venir. Llegará la hora de demostrar con hechos cuando estemos en el gobierno."
Y es que dicen que lo que se hereda no se hurta. Cárdenas Batel pide el voto hacia la gubernatura de Michoacán con el mismo paso calmo, lento hasta la exasperación, que lo hicieran en su tiempo, su abuelo y su padre. Pareciera que, además, y sin decirlo abiertamente, busca poner distancia a los acarreos que realiza su contrincante del PRI, y elige ir directamente a los lugares en vez de congregar a miles en un solo acto. Prefiere verlos en sus propias comunidades, indicó.
Debilidad y fortaleza de la estrategia, por lo que integrantes de su equipo político ponderan ese estilo, ubicándolo como una característica natural de los Cárdenas en sus campañas políticas. En el caso de Lázaro, cuando jugó para diputado federal, recorrió más de 350 comunidades. El año pasado, en su proyecto hacia el Senado, estuvo en 500. Los hay, sin embargo, más cautos. Opinan que esas formas de proselitismo lo distraen de hacer labor en los grandes centros urbanos, el cual parece ser el objetivo que siguen los estrategas del priísta Alfredo Anaya, pues aseguran que "quien gana Morelia, gana el estado".
De este modo, en casi cualquier día de campaña, el candidato de la coalición Unidos por Michoacán destina horas y horas para llegar a comunidades donde apenas algunas decenas de personas -porque, ciertamente, no viven ahí muchas más-- se acercan a la plaza central para oír su oferta política.
Transcurren luego horas y horas -con otra media docena de localidades visitadas en el ínter- para llegar a Las Catalinas. Ahí, con mil personas se realiza un mitin pasadas las nueve de la noche, y al mediodía para iluminar el área deben encenderse las luces de los autos instalados en semicírculo, aunque esta vez la luna llena del recién inaugurado octubre en algo ayuda.
Lo paradójico en este recorrido de Cárdenas Batel el lunes, por la tierra caliente y la sierra occidental que tienen a Apatzingán como centro geográfico, es que son poblaciones de añeja filiación perredista, como Aguililla, donde desde hace doce años gobiernan ayuntamientos surgidos del PRD. Es una zona incluida en el distrito por el cual fue diputado federal.
Pero Cárdenas Batel insiste: "Todos los votos cuentan; los de Morelia y los de Naranjo Viejo o Dos Aguas, El Terrero o El Aguaje". Y se lo dice a la gente: hay que venir por tierra y no por helicóptero (como viaja con alguna frecuencia Anaya Gudiño) para conocer cómo son estos caminos; venir para sensibilizarse de los problemas. La obra pública es obligación de todo gobierno y no puede ser usada con fines políticos "como lo hizo Víctor Tinoco."
Recibió un entusiasmo hace mucho que está orientado hacia su causa.
Y se ve: conoce a muchos en esta región por su nombre, ocupación, familia y demás. Se empeña en venir y en dos horas recorrer 35 kilómetros de difícil brecha para llegar hasta la punta de la sierra donde apenas hay un caserío, hermoso, eso sí, llamado Dos Aguas y al que sin embargo se acercan mucho más personas de las que calculaban los integrantes del equipo de campaña. Esto es, se reúnen cien.
Es lo de menos, pues más adelante llega a Naranjo Viejo, comunidad en tierra caliente. Habla, saluda, se despide y luego pasa el vado del río, a un kilómetro de ahí, y llega a una pequeña ranchería, San José de Chila, para ver "a unas familias" y saludarlas, "porque si no lo hace, ellas se sienten", sobre todo si estuvo aquí tan cerquita.
En todos esos lados de historia compartida el aspirante al gobierno quiere decirles, agradecerles, recordarles, que estos pueblos dieron una contribución central al logro de la democracia mexicana. "Ustedes dieron una lucha valiente en la que enfrentaron atropellos, represión, golpes y prisión. Los que batallamos y sufrimos represión para que hubiera democracia no podemos dejar de considerar la importancia de lo que ocurrió el 2 de julio del 2000.''
Y como muchas veces ha dicho Cuauhtémoc Cárdenas -e incluso con un tono de voz e inflexiones similares-, que "aún estamos muy lejos de la plena democracia. No puede hablarse de ello mientras no se refleje en nuestros bolsillos, en nuestra mesa; mientras persistan los problemas en el agro. El cambio debe reflejarse en nuestra vida diaria."
Y ese es el sentido del mensaje que se escucha ocho veces más a lo largo del día, pero en el que también gradualmente se perfila que hacia la recta final de la contienda electoral busca recoger las exigencias locales, también como parte de una estrategia que influya en el resultado electoral.
En El Limón, en el patio de la escuela, se reúne prácticamente toda la comunidad. Son agricultores que la tienen muy difícil, porque les falta precio a sus productos o bien carecen de presas que les den riego, o se encuentran que no hay otras fuentes de trabajo.
"Nuestros candidatos ya saben lo que tienen que hacer... A Lázaro no le vamos a pedir que nos hagan un puente o que nos hagan un río; él ya sabe lo que necesitamos'', le dice Melchor Maldonado en Naranjo Viejo.