MARTES Ť 2 Ť OCTUBRE Ť 2001

Teresa del Conde

Baudrillard et al

Mi artículo para este día no es acerca del arte, porque su aparición coincide con una fecha que tenemos imborrablemente marcada. Me ocupo por eso de la UNAM, ya que fue la Facultad de Ciencias Políticas, instancia principal (junto con el Departamento de Sociología de la UAM) en la configuración del seminario que se llevó a cabo con Jean Baudrillard como figura principal la semana pasada. A través de Renato Ravelo este periódico ha dado amplia cuenta de la visita del filósofo francés, que es muy conocido aquí y en todas partes, pero no creo que haya sido leído (y menos asimilado) aquí con la fruición que se les ha deparado a Foucault, Derrida y Lyotard.

Baudrillard no es deconstructivo, todo lo contrario. Su inicial filiación marxista ha sido suplantada por otra que a decir verdad me parece un poco paradójica. Me explico: como intelectual es uno de los principales oponentes a Jean-Marie Le Pen, candidato a la elección presidencial por el Front National para 2002. Este partido es populista y de extrema derecha, existe desde 1972 y sin duda es fuertemente nacionalista. Tiene razón nuestro ilustre visitante en oponerse al Front National y a su candidato que se abrió como tal ante los franceses el 1o. de mayo, día de la festividad de Juana de Arco.

Lo que no me gusta tanto es que uno de los fundamentos de su filosofía se centra en la crítica a la actual crítica del pensamiento científico ''tradicional'', eso con todo y que no necesariamente la tradición (y menos en Francia) equivalga a reacción. Menos aún si lo que pretende esa crítica es cuestionar tal pensamiento científico tradicional.

Además de escritos que tienen matiz metafórico-poético, no siempre entendibles de primera mano, Baudrillard publicó hace un par de años, si no me equivoco, un artículo que cuestiona en términos generales el arte que se está produciendo. Me parece en extremo generalizante hablar de ''una conjunción dignificada de imbéciles'', y lo digo afirmando a la vez que no estoy por los léxicos de la globalización en materia de arte.

Acepto que existen innumerables rasgos de imbecilidad en un número considerable de productos que se han venido produciendo, se producen y se consumen -ya no dentro de parámetros que podríamos calificar todavía de ''posmodernos''- sino de parámetros simplemente desenfadados, banales, reiterativos, de párvulos, en el mejor de los casos son cínicos. Las últimas bienales de arte europeas han dado sobrada cuenta de ello. No así, por cierto, los festivales de cine.

La sesión en la que me tocó participar en el contexto del seminario al que hago mención tocó el tema de las analogías que podrían proponerse entre ''barroco'' y ''posmodernidad''. Cual debe de ser (y en esto coincido con Baudrillard), nadie llevó la voz cantante porque no hay eso que llamamos ''la verdad'', sino sólo aproximaciones a la misma o la ilusión de ''la verdad''. Eso, sin embargo, no debiera sumirnos en un hondo escepticismo que llevaría a la parálisis.

La conferencia magisterial de Baudrillard en el auditorio Flores Magón de la Facultad de Ciencias Políticas tuvo una formidable afluencia de público, pero yo me pregunto si eso sucede cada vez que viene un personaje notable del cual se quiere tener al menos un vislumbre, o si el hecho se debe simplemente a una inercia masiva. El propio Baudrillard sería el indicado para responder a esta cuestión.