martes Ť 2 Ť octubre Ť 2001

Luis Hernández Navarro

La guerra y la antiglobalización

Los atentados terroristas del 11 de septiembre modificaron drásticamente la dinámica de las coaliciones contra la globalización neoliberal. Produjeron en sus filas el mismo efecto que provoca una pedrada en un hormiguero.

Entre Seattle y Génova el movimiento ganó adeptos y presencia en los medios de comunicación. Sus posturas se convirtieron, a pesar de su heterogeneidad, en parte de la agenda política de las instituciones multilaterales y los gobiernos de los países desarrollados. Su idea de que "otro mundo es posible" se extendió a sindicatos obreros, asociaciones ciudadanas y fuerzas políticas. Sus protestas recibieron apoyo y simpatía de muchos sectores que no participaban en ellas.

El 11 de septiembre se cerró ese ciclo de movilizaciones. La violencia terrorista provocó un vuelco en el estado de ánimo y la percepción de ciudadanos y organizaciones sociales de Estados Unidos y Europa. El marco del conflicto se modificó. Ha renacido la aprobación popular a las represalias bélicas y el racismo. En todos lados se debate el futuro inmediato como una disyuntiva entre guerra y paz.

Alrededor de la operación Libertad Perdurable se reproduce una parte de las características del modelo que las coaliciones antiglobalización rechazan. La convergencia internacional contra el terrorismo articulada por Estados Unidos prefigura una nueva gobernación mundial al margen de la ONU y de cualquier control democrático. Distintos gobiernos utilizan el momento para sacar beneficio en contra de sus disidencias. Los Estados intervienen para rescatar con fondos públicos grandes empresas privadas. Las libertades ciudadanas se han restringido. La OTAN se ha convertido en el gendarme del Imperio.

Una nueva oleada de racismo se ha desatado en Europa y Estados Unidos. Las fronteras se cerrarán aún más para los inmigrantes de las naciones pobres. Distintos medios asocian arbitrariamente el Islam con el terrorismo. Silvio Berlusconi, el jefe de Estado italiano, diciendo en público lo que otros comentan en privado, proclamó la superioridad de la civilización occidental. El influyente Wall Street Journal lo defendió, a pesar de que el mandatario tuvo que retractarse.

Las coaliciones antiglobalización han sido colocadas en una situación muy difícil. Revistas como New Republic piden su desaparición. Para las fuerzas progresistas la lucha contra la guerra y el racismo está en primer plano, pero movilizarse por ello con una aplastante opinión pública mayoritaria, que quiere venganza, es caminar cuesta arriba. Convencerla de que evitar la guerra no es apoyar el terrorismo, resulta complejo.

Las movilizaciones antiglobalización se asemejan a la ruta de un tren, donde hay estaciones de llegada precisas. Durante septiembre se habían organizado grandes concentraciones para protestar en contra de la realización de la conferencia de la OTAN en Nápoles, programada para los días 26 y 27, y en contra del encuentro anual del Banco Mundial y el FMI, que se realizaría los días 29 y 30 de ese mismo mes en Washington DC. Esas jornadas de lucha debieron transformarse. La OTAN movió la sede de su encuentro y el Banco Mundial y el FMI cancelaron el suyo.

En Italia más de 30 mil personas salieron a las calles de Nápoles para manifestarse contra la guerra y 100 mil más lo hicieron en Roma. En Estados Unidos el deseo de no ser malinterpretados en un momento de dolor y confusión llevó al Movimiento por la Justicia Global a no participar en las protestas de Washington, aunque no por ello avala las represalias militares de su gobierno. "No convirtamos la tragedia en guerra", dijeron. Sierra Club fue más lejos: acordó no criticar públicamente la política ecológica del gobierno de George W. Bush. Y muchos sindicatos obreros, víctimas del patriotismo, se han sumado al fervor bélico.

A pesar de ello, alrededor de 10 mil activistas marcharon en la ciudad sede de la Casa Blanca. El colectivo Monos Negros señaló: "es un momento crítico para denunciar las conexiones entre capitalismo, el imperialismo estadunidense y los sentimientos que genera en su contra". Muchos más han tomado las calles en decenas de ciudades de todo el país.

La relación entre los movimientos antiglobalización y la lucha contra la guerra es añeja y profunda. El Black Blok surgió en Estados Unidos durante las movilizaciones contra la guerra en el Golfo Pérsico. Muchas de las redes europeas, entre otras los Monos Blancos, participaron activamente en contra de la intervención militar por consideraciones "humanitarias" que la OTAN llevó a cabo durante la última guerra en los Balcanes.

Se han efectuado protestas contra la guerra y el terrorismo en multitud de países, México incluido. Crecerán cuando las operaciones militares comiencen formalmente. El pasado domingo tomaron las calles 4 mil activistas en Londres, 7 mil lo hicieron en Holanda y varios miles más en Francia. El 23 de septiembre unas mil personas habían hecho lo mismo en Montreal.

Estas marchas, sin embargo, tienen un eje de convocatoria distinto al de las coaliciones antiglobalización. Convertirse o no en un movimiento contra la guerra es una disyuntiva que se discute con intensidad en sus filas. No todos los integrantes del "pueblo de Seattle", sobre todo aquellos que siguen disfrutando de los beneficios del Estado de bienestar, comparten la idea de que si el estado de guerra permanece "otro mundo" no será posible. El debate está más vivo que nunca. Esclarecer la naturaleza del conflicto es esencial.