EL ECO Y LA SOMBRA
Ť Ricardo Yáñez
El lenguaje fue ayer
NO TODOS. HE leído, no sé si oído, cosas admirables. Lo que nos quita el habla deja también no poco que pensar. La alarma no debe alarmar al grado de desencajar nuestro pensamiento, no lo hará, he leído en lo que -dentro de la desgracia, afortunadamente-he leído. Alguna vez, y el término fue severamente puesto en cuestión, se habló de la mayoría silenciosa. Hoy bien cabría hablar de la tan ciertamente inmensa mayoría impotente ante el estrépito de quienes hablan desde un aliento inflamado de violencia. Un relato de la tradición hindú aconseja: ''Evitar la violencia y ayudar a los desamparados al tratar de elevar nuestro espíritu, esa es la forma mediante la que se consigue la liberación".
DISCERNIR LO QUE es de la liberación, o de la libertad, esa palabra abstracta que por ausencia puede, creo ya lo hace, resplandecer, lo que es de la violencia, es mínima obligación de cada uno. La violencia (¿quién no la ha padecido, quién en ella no ha incurrido?) es un lenguaje que se impone al lenguaje del espíritu. Y sólo el lenguaje del espíritu es el lenguaje de la libertad, de la liberación.
¿PALABRAS AL VIENTO del desierto? Palabras, es lo importante. Ya no estamos sin habla.
PERO POR OTRA parte quedarse sin habla no es tan malo. No sólo deja mucho que pensar, sino que imaginar, inventar, crear (hay mucho por hacer y no sé por dónde empezar, y no me había dado cuenta, se dice el que sin habla, y ?de no dejarse llevar por el desánimo o el desquiciamento, salidas que finalmente encierran? no debo ni dormirme ni actuar atropelladamente). La eficiencia del lenguaje en suspenso (en eso aún, y me temo que por buen tiempo, estamos y estaremos), ¿en vilo?, hace cobrar conciencia del lenguaje.
ESCRIBO EN UN espacio de cultura, y creo entender que de cultura hablo. La reflexión y la creación, que en sus mejores aspiraciones se contemplan, sublimemente (aludo aquí a Eduardo Nicol), poesía y filosofía, son invención necesarísima, ineludible, en momentos de crisis. No matarás el latir de la vida, crearás y pensarás, con tus hermanos, el mundo en el que vives. Esto, que suena religioso, es nada más humano, nace de nuestra pobre, iluminada -de siempre pobre, de siempre iluminada- condición.