LUNES Ť Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Javier Aranda Luna

El Afganistán de Octavio Paz

Muchos saben que Octavio Paz fue embajador de México en la India entre 1962 y 1968. Pocos que también fue, durante esos mismos años, embajador en Afganistán. Acostumbraba viajar de Nueva Delhi a Kabul, atravesando Pakistán, generalmente en automóvil. Le interesaban la gente y el paisaje. Y en ese ir y venir por las montañas agrestes de Afganistán -70 por ciento de su territorio- descubrió un pueblo "noble", sí, pero también vio en él a una "comunidad guerrera por tradición" a "un país de guerreros, a un país de guerrilleros, que ha vivido siempre peleando y va a seguir peleando".

Hace unos días Televisa rescató de su archivo fragmentos de una entrevista con el poeta. El tema de la conversación de hace 21 años fue el tema de nuestros días: la guerra en Afganistán.

Paz fue enviado como embajador a la India y a Afganistán como a un exilio. Exilio que fue, pese a todo, de lo más productivo para el poeta: en aquellas tierras se casó con Marie José, la mujer que lo acompañó la mayor parte de su vida, y escribió dos libros estupendos: Ladera Este, en esos años, y mucho más tarde Vislumbres de la India, al final de sus días. En ambos libros aparece Afganistán. También, como dije, en los siguientes fragmentos de la entrevista televisiva de enero de 1980:

 

Afganistán es un país de montañas enormes, abruptas, y al mismo tiempo de valles profundos y encantadores. Su geografía ha determinado su historia. Es la entrada a la India y a Pakistán, es decir, la entrada al Subcontinente.

Alejandro lo supo. Lo supieron los grandes conquistadores. Gengis Khan y Tamerlán. Lo supo el imperio inglés, lo supieron los generales rusos zaristas, lo saben los comunistas. Lo sabe todo el mundo. El que domine Afganistán tiene la posibilidad de invadir Pakistán y dominar la India. Tiene acceso al Asia.

Desde la época de los persas Afganistán ha sido un país de lucha y de contienda. Fue una satrapía persa. Después, como dije, pasó Alejandro por allí. Se fundaron reinos griegos. Después hubo bárbaros que se volvieron budistas. Su historia es una historia accidentada y de episodios extraordinarios.

Existen muchas razas. De todos los pueblos que han pasado por allí algunos se han quedado. Por ejemplo: en las Montañas del Indokush todavía, hasta principios del siglo XX, había unos indoeuropeos que habían llegado en el segundo milenio antes de Cristo que todavía eran politeístas. Se hizo una película basada en un cuento de Kipling, El hombre que quería ser rey, que tiene como tema justamente esas tribus perdidas en las montañas del Indokush.

Afganistán es un país de una gran pluralidad étnica, lingüística y cultural. Existen muchas razas: mongoles, el pueblo uzbek de origen turco, los koshi , también nómadas, y los pashtum.

En esa gran diversidad que es Afganistán hay un elemento de unificación: el islam.

... el principal problema que tiene [la Unión Soviética con la invasión] es [su] población islámica que es mayor de cincuenta millones de habitantes... tienen que encontrar una solución política, un modus vivendi con el islam. Y eso es lo más difícil porque un modus vivendi, un pacto con el movimiento islámico afgano, significa también dar concesiones a los musulmanes soviéticos y, esto último, hacer concesiones a los cristianos soviéticos.

Usted ve que de pronto el problema religioso y el problema nacional se convierten en uno de los problemas fundamentales del siglo XX.

 

Nunca sabremos lo que habría dicho Octavio Paz de la inminente guerra en Afganistán. A cambio de eso, puedo imaginar que apostaría por lo que siempre apostó: por una solución política más que militar. Por el diálogo en lugar del enfrentamiento. Recordaría quizá, de igual manera, que uno de los momentos más felices de su vida lo vivió en Afganistán. En el pueblo de Herat. Trepado en un minarete en ruinas (esa torre de las mezquitas desde la que el almuédano llama a los fieles) vio un cielo sin mácula, del blanco al verde. Miró un pino y unos álamos, dos o tres tumbas, un conjunto de chopos. Más allá, unos signos tatuados en la piedra:

Vi al mundo reposar en sí mismo.

Vi las apariencias.

Y llamé a esa media hora:

Perfección de lo finito.

ƑPerfección de lo finito? Sí, lo infinito siempre termina convirtiéndose en un desastre (incluida, claro, la justicia infinita). ƑPor qué no acercarnos con ese ánimo para comprender mejor al mundo islámico? Los militares y los políticos podrían entender mejor al hombre, a cualquier hombre, si leyeran novelas. Los mejores paisajes humanos están en las novelas. La mejor geografía espiritual, de cualquier pueblo, se encuentra en la voz de sus poetas, en esa voz de la tribu que recoge las instantáneas de sus días. Me bastan, para sostener lo que afirmo, dos ejemplos: El collar de la paloma, de Ibn Hazm, y Las mil y una noches.