DOMINGO Ť 30 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Ť Carlos Bonfil

Viólame

Habla Virginie Despentes, codirectora de Viólame (Baise moi): "Es curioso ver cómo son las películas porno hoy en día; al lado de ellas, sólo somos dos muchachas ingenuas".

Virginie tiene 31 años. Hace seis publicó una novela, Baise moi (literalmente, Cógeme), éxito editorial instantáneo sobre dos mujeres que siembran el terror en Francia asesinando hombres y mujeres, sin ningún motivo, casi por diversión, animadas vagamente por un impulso de revancha antisexista. La mayoría de sus objetivos son hombres: fanfarrones empedernidos, violadores en potencia, profesionales del abuso verbal y de la violencia física; la minoría femenina son víctimas inocentes, responsables tal vez de una complicidad complaciente con el "enemigo".

Parecía imposible llevar a la pantalla esta novela saturada de sexo explícito y de violencia extrema. Virginie decide hacer equipo con otra joven de 24 años, Coralie Trinh Thi, y filmar la película con asesoría de un joven maestro del cine independiente, el uruguayo Gaspar Noé, radicado en Francia, quien había a su vez escandalizado a todo mundo con su película Solo contra todos. Coralie colabora en la redacción del guión y acepta codirigir la cinta. Se contrata a dos protagonistas del cine porno francés y a varios figurantes del medio. Se suprime una escena del libro, demasiado fuerte incluso para el gusto de las directoras -el asesinato de un infante-, y se le remplaza por una masacre en un club de sexo, una opción light para las jóvenes cineastas.

La película conserva el título provocador de la novela, pero en su distribución internacional se transforma inexplicablemente. En lugar de Cógeme, los distribuidores estadunidenses prefirieron Viólame, considerando tal vez el abuso sexual menos ofensivo que un placer femenino abruptamente expresado. El criterio en México no fue distinto.

Sorpresivamente, las directoras afirmaron ante la prensa su vocación feminista. La cinta había sido un escándalo en el Festival de Cannes y se había prohibido su distribución comercial en Francia, donde ya antes se habían autorizado los largometrajes más explícitos del canadiense Bruce LaBruce (White hustler white, No skin off my ass). Se propuso una clasificación X (para cine porno), con la consiguiente distribución limitada a sex-shops y cines de barriada, cuando la cinta era, según las directoras, la expresión de una inquietud artística que incluía el porno como un recurso muy válido, utilizado y aceptado ya en la cinta Romance, de Catherine Breillat. Luego de un intenso debate en la comisión calificadora de cintas, la ministra francesa de Cultura, Catherine Tasca, dio la solución restringiendo Viólame a un público mayor de dieciséis años con advertencias en la taquilla sobre el contenido explícito y violento del filme. En México se exhibe con esa misma advertencia, para un público dos años mayor.

El instructivo para el espectador es sencillo. Si se resiste la escena más fuerte (la violación de dos jóvenes a cargo de dos skinheads), y si para entonces el espectador no ha ganado la salida, el resto del filme se vuelve, para unos, una comedia de exageración gore, cruce de Un final inesperado (Thelma & Louise, Ridley Scott) y Asesinos por naturaleza (Natural born killers, Oliver Stone); para otros, una road movie posfeminista en ácido y con corrosivas anotaciones sobre los extremos a los que puede conducir una violencia sexista institucionalizada.

Presentada en el clima social que prevalece después de los atentados terroristas, la tesis fundamentalista implícita en el filme (ojo por ojo...), Viólame adquiere tintes perturbadores, imposibles de minimizar atribuyendo a la cinta intenciones paródicas. El largometraje es en realidad áspero, desde su realización experimental hasta su estética punk de provocación manifiesta, y tampoco se sitúa voluntariamente en el terreno de un debate moral, con lo que rápidamente se desentiende de todo cuestionamiento ético.

Como el cine autodenominado "irresponsable" del estadunidense Gregg Araki (The living end, el road movie de dos seropositivos suicidas), Viólame explora los límites de la exposición de la violencia, personal y colectiva. "Nosotras no inventamos la violación sexual -señalan las directoras-; somos más bien quienes la padecemos, y si la escena del estupro parece atroz, apenas es un pálido reflejo de lo que pasa inadvertido todos los días".

Lo que en realidad escandaliza a muchos espectadores es que sean mujeres quienes presenten, sin justificaciones ni condenas, y con el recurso del porno, la misma violencia que los hombres prodigan en los medios sin despertar reacción alguna. Viólame es una película totalmente fuera de serie, indignante y a la vez necesaria o, como se ha sentenciado ya en la prensa parisiense, "una regresión asumida y proclamada hacia la amoralidad, un puñetazo en el hocico del cine de la virtud satisfecha y de las buenas conciencias; un filme sin excusas, sin fe y sin ley, incluso sin discurso". Un verdadero escándalo.