Una universidad sin aulas, la indígena
Los "maestros" están en una biblioteca que nunca cierra: Kant, Hegel, Marx...
JAVIER VALDEZ CARDENAS CORRESPONSAL
mochicahui, el fuerte, sin., 28 de septiembre. En esta universidad no hay aulas, exámenes de admisión ni reprobados. Los profesores de pizarrón y gis desaparecieron del escenario y la biblioteca nunca cierra, ni siquiera durante las noches. Los directivos dicen que en ese sitio están los únicos "maestros" que enseñan a los alumnos, entre ellos Kant, Marx, Hegel, Diderot, Aristóteles y Platón.
Se trata de la primera universidad indígena del país. Comenzó actividades en octubre pasado con alrededor de mil 200 alumnos procedentes de 13 estados y la financian el gobierno de la entidad, la Universidad de Occidente, el ayuntamiento de El Fuerte y los habitantes de Mochicahui.
Aunque oficialmente se llama Instituto de Antropología Universidad (IAU), el centro realiza gestiones ante la Secretaría de Educación Pública (SEP) para obtener el título de "universidad indígena autónoma de México".
Para Misael Cruz Vázquez, el nombre es lo de menos y, categórico, afirma que estar en esta universidad indígena es como ganar terreno al olvido que lo persigue a él y a los de su condición.
Originario de San Miguel El Grande, distrito de Tlaxiaco, Cruz Vázquez tenía la opción de ingresar al Instituto Tecnológico Agropecuario de Oaxaca que, a pie, está a 15 minutos de su hogar, o en la Universidad Benito Juárez, pero sólo por obtener una ficha cobran 500 pesos que ni él ni su familia tienen. Eso no es todo: otros 500 pesos por solicitar examen de admisión, mil 200 adicionales por inscripción y otros 2 mil por semestre si aprueba el examen.
"Está muy cerca para llegar, pero lejos para entrar", dice con una sonrisa amarga que se le dibuja en el rostro sin que sus ojos dejen de brillar y su boca de beber el agua de jamaica que preparó y trae en un recipiente de plástico.
Un estudio realizado por el IAU, denominado Mochicahui, nuevas fronteras, revela que en las comunidades indígenas mayo y yaqui, de Sinaloa y Sonora, respectivamente, únicamente 0.5 por ciento de los estudiantes indígenas con secundaria ingresan a preparatoria y de éstos .02 por ciento buscan obtener estudios universitarios.
Contra la extinción de lenguas nativas
En el documento se acusa al Sistema Nacional de Educación Indígena Bilingüe de la SEP de ser el proyecto más sofisticado del gobierno federal "para la desintegración y la extinción de las lenguas nativas y sus subsecuentes expresiones étnicas, (por lo que) no existen expectativas sistematizadas reales, operables, disponibles para los indígenas que se interesen en formarse como profesionales universitarios".
Por eso, cuando Misael se enteró, en el Instituto Nacional Indigenista de su comunidad, de la única universidad indígena del país, no dudó en acercarse a ella, pues aparte del sistema educativo revolucionario, supo de otros beneficios económicos.
"Aquí todos los estudiantes tienen becas de colegiatura y de 45 por ciento de alimentos, proporcionadas por la institución, además de hospedaje", dice el director del IAU, Jesús Angel Ochoa Zazueta. Explica que los alumnos proceden de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, estado de México, Michoacán, Nayarit, Veracruz, Durango, Chihuahua, Sonora, Baja California, Zacatecas y Sinaloa, entidades con alto porcentaje de población indígena.
Los alumnos se distribuyen en ocho licenciaturas: ingeniería en sistemas computacionales, contabilidad, turismo empresarial, derecho, cultura popular, derecho fiscal, sociología rural y etnosicología -la única que no se imparte en ninguna otra universidad del país. Además, tres maestrías: ventas, comercio y negocios y educación social.
"Este es el primer proyecto intercultural serio en el país porque se basa en la educación, en la formación de recursos humanos, para que los jóvenes se afiancen en sus etnias y, al mismo tiempo que manejen ampliamente los elementos de la ciencia y la tecnología, puedan ir a la Luna sin dejar de lado su pasado y origen", afirmó.
El elemento étnico, sostuvo el director del plantel, es esencial para el proceso de conocimiento y educación y no un lastre, como muchos creen, y la expresión pluricultural de los mexicanos es de interés para millones de personas en el mundo.
Con esta universidad, dice, se está viviendo el episodio de encuentro entre diferentes culturas que nunca antes se pensó ni esperó, porque los alumnos aprenden "contando chistes por la tarde, con canciones en sus lenguas y bajo la enramada, juegos indígenas en pasillos, la plazuela y el mismo albergue".
El programa educativo de la universidad, explicó, no se parece en nada a lo tradicional, sino que es sistemáticamente escolarizado, pero no hay aulas, maestros, exámenes de admisión ni reprobados, pues "somos incluyentes y en eso también rompemos todos los esquemas".
En la fachada de la casona donde funciona la universidad puede leerse una frase que refleja la quimera que persiguen quienes la impulsan: "Estamos construyendo una realidad que en otras latitudes es un sueño". Y para cerrar, el lema, incluyente y universal: "toda la gente, todos los pueblos".
A 40 grados a la sombra, el antropólogo y educador Ochoa Zazueta, de 63 años, suda a chorros. Y mientras más habla, más vehementes son sus expresiones, más suda: en su oficina no hay aire acondicionado pero él parece disfrutar el calor, lo mismo que el pañuelo rojo que limpia su rostro y su frente amplia.
Asegura que cada asignatura cuenta con tres asesores; pero también operan los tutores, que los estudiantes llaman "papás", cada uno de los cuales puede tener hasta 40 "hijos" a los que orienta, ayuda y asesora no solo en las asignaturas, sino también en cuestiones personales.
Cada tres meses, los alumnos hacen exámenes orales ante un jurado, previo estudio mediante índices temáticos. Frente a la Internet, la biblioteca y las computadoras tienen que probar su capacidad y responsabilidad para salir adelante, pues saben que el resto depende de lo que estudien y aprendan.
"A los jóvenes nosotros les damos el piso, ellos escogen el cielo y ese puede ser el techo del edificio, la enramada, bajo un árbol, en el quiosco o en la biblioteca, ellos seleccionan dónde aprender... como decía Platón: la voluntad de aprender es personal y no se impone, por eso relacionamos al estudiante con el conocimiento basados en la voluntad, no en la conducta", consideró.
Su estrategia, asevera, surge de la experiencia indígena, que no admite aulas y su educación puede desarrollarse en la enramada, la cocina o a las orillas de los ríos, con poemas, cuentos, canciones, relatos y conocimientos transmitidos de generación en generación.
Con este proyecto, informó el directivo, se gastan alrededor de 3 mil pesos por alumno, pero en el esquema tradicional 'aula, maestros y grandes edificios', el gasto es de 18 mil.
šSeguimos excluidos!
Aunque los indígenas mayos de Mochicahui -una de las poblaciones más viejas de Sinaloa- los han tratado excelente y cálidamente, muchos de los estudiantes esperan pacientemente que el gobierno federal se acuerde de ellos y les otorgue una beca económica.
Ochoa Zazueta lamenta que este sueño hecho realidad permanezca excluido y abandonado de la mano del gobierno federal, cuyos funcionarios ya saben que existe y que es la primera en su tipo, además de que se han comprometido a apoyarla, pero no han hecho nada.
Recordó que recientemente la Fundación Ford ofreció un millón de dólares para ayudar a escuelas con estudiantes indígenas en México, a través de becas, para lo cual se formó una comisión integrada por el INI, la Oficina de la Presidencia de la República para Asuntos Indígenas, que preside Xóchitl Gálvez, y la misma fundación, pero no invitaron a la institución.
"šNos tienen excluidos!, šseguimos excluidos!... la misma Xóchitl Gálvez estuvo aquí y aceptó frente a la comunidad estudiantil, indígenas del lugar y padres de familia, el compromiso de apoyar a la institución, pero ni nos invitaron", lamentó.
Los números del olvido
En una pared de la sala de reuniones -que es también salón de cobanaros, que significa gobernador tradicional en yoreme, la lengua de los indígenas mayos-, luce una bandera mexicana, en el otro, la vara de mando, y en el centro, una fotografía grande del general villista Felipe Bachomo, de origen mayo. En otra pared, otro retrato monumental, el de Rodolfo Fierro, quien formó parte de Los Dorados de Villa durante la Revolución Mexicana.
Pero en esta casona colonial, con alrededor de 170 años y decorada con pinturas fuchinas, cuyos colores fueron obtenidos de la tierra, enclavada en una comunidad que tiene más de 500 años de fundada, ni los dormitorios ni las literas, libros o computadoras alcanzan para tantos jóvenes.
Mientras la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura recomienda una computadora por cada cinco estudiantes, la universidad indígena apenas tiene una para cada cien.
Y aunque la biblioteca no cierra las 24 horas y sólo lo hace los domingos para limpiar sus rincones, apenas cuenta con alrededor de 17 mil ejemplares, la mayoría obsoletos, y no dispone de publicaciones recientes ni en buen estado.
"A la dirección general de bibliotecas de la SEP le hemos enviado oficios pidiéndole que nos apoye con recursos económicos o bibliográficos, pero ni nos han contestado", lamenta el director del IAU.
Actualmente, informó, los dormitorios cuentan con 10 enfriadores de aire, pero se requieren 50; la institución necesita 300 literas y solo tiene 122, por lo que los alumnos duermen hacinados y en un clima bastante caliente.
Proyectan residencia indígena universitaria
De acuerdo con el proyecto Mochicahui, nuevas fronteras, además de la universidad indígena se propone construir el museo regional de Suaque, el centro de información sistematizada y la residencia indígena universitaria, la cual contaría con alumnos de otros países, sobre todo estadunidenses, quienes pagarían por su estancia en la institución durante el verano y cuyos recursos se destinarían a que la operación de estos espacios sea autofinanciable.
Ochoa Zazueta informó que para estas acciones requieren de una inversión de 25 millones de pesos, pero "no tenemos dinero ni para la gasolina y en la caja chica sólo contamos con 2 mil 500 pesos al mes".
No obstante, confía en que "vamos a derrumbar muchas barreras que existen de la educación en México, América Latina y Estados Unidos; en lugar de aulas y edificios, invertimos en tecnología", concluye Ochoa Zazueta.