SABADO Ť 29 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť José Luis Manzo
Imprudencia gubernamental
Algunos lectores me preguntan qué pasará con el precio del petróleo mexicano en el mar de incertidumbres que se amplió con el ataque terrorista a Estados Unidos el 11 de septiembre pasado. El tema es relevante, sin duda, pues afecta nuestros ingresos por exportaciones y el desarrollo de los programas gubernamentales en marcha. No obstante, también debemos reflexionar sobre los riesgos que para nuestras instalaciones petroleras podrían derivarse de las actitudes y declaraciones poco prudentes del gobierno mexicano en torno al conflicto generado por ese ataque.
En caso de que Estados Unidos ejerza finalmente represalias militares contra los reales o supuestos responsables de los atentados, lo más probable es que éstos respondan con nuevos ataques terroristas. En ese contexto, podría estar en peligro la existencia misma de los pozos petroleros mexicanos, en particular las plataformas marinas de la sonda de Campeche, de donde proviene la mayor parte de nuestra producción petrolera, destinada mayormente hacia estados Unidos. No afirmo que esto vaya a suceder, aún cuando haya guerra; pero tal posibilidad existe, y el gobierno mexicano la fomenta con su actitud. El Secretario de Marina, Marco Antonio Peyrot, afirma que "ningún país está vacunado contra el terrorismo, y México, por su cercanía geográfica con Estados Unidos, tiene gran probabilidad de ser dañado" (La Jornada, septiembre 27, 2001).
Dada nuestra vecindad con Estados Unidos y que junto con Canadá somos su más cercana y segura fuente de abastecimiento de petróleo, en caso de guerra ello convertiría nuestros pozos e instalaciones petroleras en posible blanco de ataques de cualquier enemigo de Estados Unidos. México y Canadá aportan cerca del 30 por ciento del petróleo que Estados Unidos compra en el exterior. En caso de que la guerra contra el terrorismo sea prolongada, como lo ha anunciado el presidente Bush, destruir e incendiar los principales pozos y plataformas petroleras de ambos países sería un golpe brutal al abastecimiento energético estadounidense, sobre todo si Arabia Saudita se viese impedida para seguir suministrando petróleo a Estados Unidos desde el Golfo Pérsico, zona muy próxima al conflicto con Afganistán. Lo último que haría el gobierno estadounidense sería echar mano de su Reserva Estratégica de Petróleo, cuya duración se limitaría a tres o cuatro meses.
En la guerra, se combate tanto al que se tiene enfrente como a todo aquél que desde la retaguardia lo abastece de recursos estratégicos. Por ello, cortar y destruir las fuentes de aprovisionamiento que abastecen al enemigo es una estrategia elemental de guerra que se ha practicado durante milenios. El apoyo militar al que está en el campo de batalla no se reduce a aportarle saldados, tanques, aviones o barcos, sino que incluye proporcionarle insumos estratégicos, como lo es actualmente el petróleo, combustible sin el cual sería imposible al gobierno estadounidense movilizar su maquinaria bélica. En tiempos de guerra, el abasto suficiente y oportuno de petróleo adquiere una importancia aún mayor a la que tiene en tiempos de paz. Quien provee de este recurso estratégico a otro que está en guerra, indirectamente está aportando apoyo militar, aunque declare lo contrario.
Por ello me parecen inútiles, y seguro que a los terroristas también, las aclaraciones del Canciller Jorge Castañeda en el sentido de que México no proporcionará apoyo militar a Estados Unidos, cuando al mismo tiempo el Secretario de Energía, Ernesto Martens, declara que México está dispuesto a mantener el flujo petrolero hacia Estados Unidos, e incluso a incrementarlo si se lo piden; aunque de paso, ello signifique reducir los flujos que actualmente enviamos a otros países, e incrementar el volumen extraído de los yacimientos, como ya ha sucedido.
No ayuda a preservar la paz el que nuestro gobierno adopte una posición beligerante en un caso particular de terrorismo contra Estados Unidos, cuando por ejemplo, no hace ni dice nada sobre el terrorismo de estado que ese país viene practicando desde hace años contra la población civil de Irak, y que ha significado ya un millón y medio de muertos. Innecesariamente, el gobierno de Fox coloca a México en situación de riesgo al afirmar que el ataque terrorista del 11 de septiembre a Estados Unidos fue un ataque también a México y que ese conflicto "también es nuestro", sin reflexionar sobre las causas profundas que lo originaron. Resulta peligroso y contrario al marco jurídico internacional afirmar que Estados Unidos tiene todo el derecho a tomar represalias, a cobrar venganza. Como boomerang, esa afirmación puede volverse contra México. Es desafortunado que, en el momento en que Estados Unidos se prepara para atacar militarmente a otro país, sin pruebas y sin respetar las leyes internacionales, el presidente Fox declare que dará su apoyo incondicional al gobierno estadounidense.
Las palabras y los hechos del gobierno de Fox sirven para legitimar las acciones guerreras estadunidenses. Convierten a México en aliado incondicional de ese país, al tiempo que nuestras instalaciones petroleras se vuelven blanco de posibles ataques terroristas. Prudencia es lo menos que puede exigirse al actual gobierno mexicano.