VIERNES Ť 28 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Alma Rosa Alva de la Selva
La radio ayer y hoy (ochenta años de radio en México)
Septiembre es, sin duda, un mes radiofónico. Son varios los acontecimientos y sucesos memorables de la crónica hertziana en el país que han tenido lugar en el noveno mes del año. Sin embargo, resalta uno en particular: el propio nacimiento de la radio en México.
Sería un 27 de septiembre cuando, de entre las filas de los radiófilos -que así se llamaban a sí mismos los radioexperimentadores-, surgía la primera transmisión en el territorio nacional de que se tiene noticia. Lograda por los hermanos Adolfo Enrique y Pedro Gómez Fernández, el sonido de la radio corrió desde una pequeña cabina instalada en el desaparecido Teatro Ideal, en la calle de Dolores, hasta el entonces inconcluso Teatro Nacional, hoy Bellas Artes, para llevar un programa que constó sólo de dos canciones, una de ellas interpretada por el famoso José Mojica.
La insuficientemente explorada historia de la radio mexicana -unos cuantos investigadores se han dedicado a hurgarla- indica que, a partir de entonces, los domingos de las 20 a las 21 horas había tumultos frente al Teatro Nacional, donde desde ese 21 de septiembre de 1921 hasta principios de 1922 llegaba la transmisión del Teatro Ideal.
Hubo, no obstante, otra importante transmisión radiofónica, considerada por otros -particularmente los radiodifusores privados- como la primera del país: la realizada en Monterrey el 9 de octubre de ese mismo 1921 por Constantino de Tárnava. Al parecer, el proyecto del joven ingeniero regiomontano era hacer de su incipiente estación TND (Tárnava Notre Dame) una emisora comercial.
Pronto, a partir de estas primeras transmisiones, la "magia del inalámbrico" comenzó a ganar terreno, en un temprano panorama radial poblado por los precursores de la radio comercial, pero también por el Estado y los radioexperimentadores. Se abre una nueva etapa, para la cual de nuevo hay interpretaciones diferentes: aunque en la versión más conocida del desarrollo radial del país se ha asumido a la CYL, La Casa del Radio, fundada por Raúl Azcárraga (aún no aparecía en el escenario su hermano Emilio), patrocinada por el diario El Universal, como la que abrió el dial en septiembre de 1923, la investigación histórica señala a la JH, la estación de la Secretaría de Guerra y Marina, como la emisora que estrenó el cuadrante nacional. En marzo de 1923, dicha emisora gubernamental lanzó sus señales al éter, utilizando un equipo creado por un capitalino de 19 años que construía receptores de un bulbo: José de la Herrán (quien por cierto estaría presente en la fundación, en otro septiembre, pero de 1930, de la XEW, con la instalación de su infraestructura técnica).
Se sabe que la JH (cuyas siglas correspondían a las iniciales del mencionado pionero de la radio mexicana), llegó a ser escuchada en el Polo Norte, por la expedición que conquistó esa zona en el invierno de 1923.
La poco conocida historia de la radio mexicana guarda interesantes episodios sobre el desarrollo de un medio que este 27 de septiembre llega a ocho décadas de haber hecho presencia en el país, trayectoria que explica su configuración actual. Ochenta años de la radio en México, o el relato del predominio del proyecto privado, con la anuencia estatal y la indiferencia de la sociedad... Ochenta años de radio, o el recuento de cómo, dificultosa y limitadamente, se han ido ampliando las voces en un medio que técnicamente pareciera estar hecho para ponerse al servicio de la diversidad. Surgen las preguntas: ƑCómo es la radio de hoy? ƑHacia dónde va?
Hoy, a ochenta años, la radio del país es una poderosa industria de más de mil 300 emisoras -las reconocidas oficialmente-, crecientemente tecnificada y desigualmente distribuida en el territorio nacional. En un sentido económico, el sector comercial radiofónico es un renglón con un papel de relevancia para el orden económico, en particular, con otra importante industria: la publicitaria, cuyo rumbo está por completo asociado al de los medios electrónicos.
El ámbito primordial de la radio comercial de hoy es, como en los remotos orígenes de sus predecesores, el del mercado. Sin embargo, el entorno que rodea al medio que ahora viaja hacia su reconfiguración digital y a la Internet es, desde luego, otro: la de hoy es una radio de fusiones y alianzas empresariales, de sinergias; una radio que busca ampliar su poder de mercado y que emplea avanzadas técnicas de audiometría para poder competir, sobre todo, como medio publicitario en las centrales de medios o en las agencias de publicidad.
Al lado de esta industria coexiste la llamada otra radio, ésa que también estuvo en los orígenes. En algunos casos ésta es una radio casi marconiana, por su condición técnica casi esencial; en otros es una radio con recursos medianos, pero sobre todo se define como una radio integrada por experiencias significativas, aunque minoritarias, cuyo proyecto se ha visto desestimulado desde hace décadas por la política estatal en la materia. Están ahí las radios universitarias, las comunitarias, cuyo espectro relativamente se amplía. Las del Estado, impulsadas efímeramente y utilizadas más como recursos gubernamentales que como espacios para la expresión de la sociedad. Las indigenistas, con contribuciones valiosas pero sujetas al proyecto sexenal en turno.
La radio llega a los ochenta años en un momento de la vida nacional en el que amplios sectores sociales buscan una verdadera etapa de tránsito hacia un país más justo. Los rezagos, los vacíos para avanzar en ello han sido y siguen siendo muchos. Pero, a diferencia de otros momentos de la trayectoria radial, están ahora también otras voluntades que trabajosamente se abren paso y que comienzan a interesarse en que tal búsqueda se refleje en los medios, para que éstos se renueven y respondan a las necesidades nuevas de un país por completo distinto al de 1921, cuando se escuchara por vez primera en estas tierras el sonar de las ondas hertzianas.