VIERNES Ť 28 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť Autocensura en los medios estadunidenses "para no minar la autoridad" de Bush
Empieza el patriotismo a coartar los principios democráticos de libre expresión y disidencia
Ť Amenazan de muerte a legisladora que votó por no autorizar al presidente a utilizar la fuerza
Ť Activistas por la paz son insultados, se les invita a salir del país o son acusados de traidores
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Nueva York y Washington, 27 de septiembre. Las banderas inundan este país: las hay pequeñas en los automóviles, grandes en astas frente a viviendas y comercios y gigantescas que cubren los lados de edificios, a veces hasta cinco pisos o más.
Pero estas banderas también están cu-briendo un nuevo clima donde el patriotismo empieza a amenazar los principios de-mocráticos de libre expresión y disidencia.
Una mujer en un suburbio de Nueva York colocó una bandera estadunidense que tiene, en vez de las estrellas, el símbolo de paz. Sus vecinos le pidieron que la retirara.
Barbara Lee, la única de los 435 miembros de la Cámara de Representantes que votó en contra de la legislación que otorgaba al presidente George W. Bush autorización para utilizar la fuerza y responder a los ataques terroristas del 11 de septiembre, cuenta ahora con guardaespaldas adicionales después de haber recibido muchas llamadas de patriotas estadunidenses que la amenazaron con matarla.
Activistas que han participado en marchas por la paz en Nueva York y otras partes del país son insultados, se les invita a a salir del país, o son acusados de traidores.
El programa cómico y satírico más exitoso de la televisión, Saturday Night Live, anunció que no tocará la figura presidencial, su blanco constante y preferido, en los próximos programas. "No haremos nada que intente minar la autoridad del presidente Bush o que sea, de cualquier forma, no respetuoso", dijo Lorne Michaels, productor ejecutivo del programa, al Daily News.
"Es un clima donde uno es obligado a de-fender a Estados Unidos, bien o mal", comentó Michael Ratner, abogado constitucionalista, quien dijo estar preocupado por cómo algunas de las medidas de seguridad resultan en realidad en la supresión de perspectivas disidentes.
Como señala una de las voces literarias más importantes de Estados Unidos, la novelista, ensayista y poeta Barbara Kingsolver, "están diciendo que en tiempos de crisis es traición cuestionar a nuestros líderes políticos".
En un artículo publicado en el periódico San Francisco Chronicle, Kingsolver ad-virtió: "Ese tipo de pensamiento permitió que el fascismo surgiera de la depresión internacional de los 30. En tiempos críticos, nuestros líderes necesitan ser influenciados por la fuerza moderadora de disidencia. Esa es la base de nuestra democracia, en enfermedad y en salud, y especialmente cuando las opciones nacionales son difíciles y tienen consecuencias graves".
Los medios de comunicación y el mundo artístico comercial están enfrentando la decisión, el yugo de un patriotismo definido como subordinación a los líderes del país en momentos de crisis.
Tal vez la mejor ilustración de lo anterior fueron las declaraciones de Dan Rather, locutor del noticiero de la televisora CBS, y una de las voces más influyentes del país, en el show de David Letterman.
Pocos días después del ataque, Rather habló sobre la emoción que le provocó ver el derrumbe de las Torres Gemelas, y dijo que después del atentado las palabras del himno nacional estadunidense tenían nuevo significado para él.
Todo esto significó para él, contó, que Bush "es mi presidente, mi comandante en jefe. Lo que él ordene haré". Esto fue dicho por uno de los periodistas más reconocidos del país, defensor de la "objetividad" y la ética profesional.
La prensa en esta "guerra" deberá portarse "responsablemente" ante las autoridades y respetar ciertas limitaciones ya que, se-gún funcionarios y militares, las consecuencias de "divulgar demasiado" podrían implicar la pérdida de vida de soldados estadunidenses.
La opinión pública tiene poco respeto por los medios, indican las encuestas, y en estos momentos esa falta de confianza provoca lo que podría parecer paradójico: aceptar que se autocensuren por el bien de la seguridad nacional del país.
O sea, una parte de la ciudadanía parece estar de acuerdo con el gobierno en la necesidad de controlar la prensa. Y los directivos de los medios no están protestando a gran volumen por este punto.
Sin embargo, tanto prensa como gobierno parecen haberse olvidado de lo que afirmó Hugo Black, el famoso magistrado de la Suprema Corte de Estados Unidos: una prensa libre debe "servir a los gobernados, no al gobierno", recuerda la organización Common Sense.
En un artículo de la profesora de periodismo Jacqueline Sharkey, quien estudió el manejo de la prensa estadunidense durante la Guerra del Golfo, publicado en el Media Studies Journal, se señala que "los militares, si tienen la oportunidad, harán todo posible para usar a los medios como instrumentos de propaganda para moldear la opinión pública y generar apoyo".
El principio de que una ciudadanía bien informada es fundamental para una democracia y que el debate público y abierto entre diversas posiciones es la sangre de esa democracia, podrían verse sacrificado ante los requisitos de realizar una "nueva guerra" contra el terrorismo y la "defensa de la patria", advierte Ratner a La Jornada.
De hecho, expertos en asuntos de seguridad entrevistados por los medios después del 11 de septiembre -entre ellos el ex secretario de Estado Lawrence Eagleburger, el ex general Wesley Clark y el analista militar Anthony Cordsman- señalaban que el ataque fue posible en parte porque "Estados Unidos es una democracia" y que algunos de los beneficios de-mocráticos ahora tendrían que ser sacrificados, recuerda el periodista Alexander Cockburn.
Al mismo tiempo, hay muy pocas voces disidentes en los medios de comunicación, y a veces el debate es sólo entre los que tienen posiciones diferentes sobre cómo desarrollar la "nueva guerra", y no entre los que la apoyan o se oponen a ella.
En medio de propuestas de "tribunales militares", de cateos y detenciones justificados por la nueva doctrina de "homeland defense", y de mayores poderes para los servicios de seguridad pública y de inteligencia de este país, provocan preocupaciones las operaciones realizadas en el pasado en nombre de la seguridad nacional.
Entre ellas las redadas Palmer contra elementos radicales de Estados Unidos que se oponían a la Primera Guerra Mundial, la experiencia terrible del macartismo, la fa-mosa Operación Cointelpro de la FBI contra disidentes y críticos de la guerra contra Vietnam, todo lo anterior en nombre de la bandera y el patriotismo.
Estas banderas, argumentó hoy el historiador Howard Zinn en una ponencia ante activistas pro paz y antiglobalización em-presarial, son de guerra, las banderas de ba-talla, las banderas de las corporaciones.
El autor de varios libros sobre la historia de este país agregó: "Yo sí creo en la bandera de Estados Unidos, pero la de la De-claración de Independencia que llamaba a la rebelión contra el gobierno injusto, el lábaro patrio de los principios de la democracia y la justicia", pero "desafortunadamente no veo esa bandera ondeando mu-cho en estos días".
El gran debate, por lo tanto, gira en torno de cómo, en tiempos de "guerra" o de crisis, se puede "defender" a la democracia sin violar sus principios básicos.