MIERCOLES Ť26 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Arturo ValenzuelaŤ

Washington: la nueva realidad

Los atentados contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono en Washington, DC, han impactado fuertemente la política de la Casa Blanca. Hace una semana, con el respaldo de sólo la mitad del pueblo estadunidense, el presidente Bush enfrentó una dura batalla con los demócratas del Congreso para definir la postura de su gobierno en una serie de prioridades de política interior e internacional. Hoy, el presidente goza de una aprobación de 84 por ciento y todas las prioridades de Washington quedaron relegadas a medida que Estados Unidos se embarca en un misión internacional diplomática y militar en respuesta a los atentados terroristas en su territorio.

Antes de los atentados en Nueva York, la política de Washington apuntaba al presupuesto federal con menguantes ingresos debido a la tambaleante economía y al recorte impositivo que había reducido el proyectado superávit a 10 años en mil 800 billones de dólares. En vistas del decreciente superávit tanto los demócratas como los republicanos advirtieron contra la utilización de los superávit en el programa de previsión social y asistencia médica (Medicare) para cubrir las deficiencias presupuestarias en otros programas públicos, incluyendo defensa y educación. Todas estas cuestiones ahora han desparecido a medida que los líderes de ambos partidos reconocen que el gobierno de Estados Unidos se verá obligado a utilizar los fondos de previsión social para cubrir considerables gastos de defensa, inteligencia, antiterrorismo, reconstrucción y apoyo para las industrias privadas en peligro.

El Congreso ya aprobó un suplemento de 40 mil millones del presupuesto corriente, que incluye alrededor de 20 mil millones para tareas de reconstrucción en Nueva York.

En este proceso, los demócratas sostuvieron que ya no pueden ganar ventajas políticas, al menos en este punto, argumentando que la administración cometió el error de promover recortes impositivos que redujeron drásticamente el superávit presupuestario. El ánimo del país requiere consenso, no desacuerdo sobre políticas. Esto se vio ilustrado a comienzos de la semana cuando los demócratas del Senado acordaron eliminar los recortes y restricciones de la solicitud del presidente Bush de apoyo a su programa antimisiles en relación a la partida de defensa. También es probable que los demócratas, que querían recortar el pedido de Bush de 18 mil 400 millones adicionales para el Pentágono el próximo año, se unan a los republicanos para respaldar niveles de gasto incluso más elevados.

El nuevo programa político

En el nuevo panorama político de Washington, ambos partidos y el presidente han tenido que hacer concesiones políticas que hubiesen sido inconcebibles hace dos semanas. Los demócratas tuvieron que abandonar su insistencia sobre un mayor gasto social en programas internos. Muchos demócratas (y algunos republicanos liberales) tuvieron que aceptar que probablemente se aprueben leyes que otorguen a las agencias de aplicación de la ley mayor flexibilidad para llevar a cabo su tarea, perjudicando posiblemente la privacidad y libertades civiles.

Los republicanos y el presidente Bush han tenido que considerar revertir su duradera oposición a los subsidios públicos de firmas del sector privado con dificultades financieras. En especial con relación a la industria aeronáutica que enfrenta masivas quiebras, a menos que el gobierno federal le brinde respaldo directo, que también podría llegar a los miles de millones de dólares. El financiameinto público podría implicar una significativa participación federal en la industria y nuevas regulaciones, revirtiendo así una política que data de la administración Reagan.

Al acordar un mayor gasto, que quizás conduzca al déficit, ambos partidos también reconocieron que en el actual clima económico, los gastos del gobierno pueden significar un importante estímulo a una economía que ya estaba débil y ahora sufre del efecto adicional de falta de confianza y temor, que paralizaron muchas actividades. Este es un mal trago, en particular para los republicanos conservadores, quienes por mucho tiempo se opusieron a las políticas fiscales keynesianas que perseguían revertir los giros negativos del ciclo de negocios.

Sin embargo, en líneas generales, los demócratas probablemente fueron los más afectados en términos de política por los acontecimientos de la semana pasada. Ya no pueden criticar al presidente por el "irresponsable" recorte impositivo; tampoco pueden imponer las prioridades del gasto interno en momentos en que la nación prepara la campaña antiterrorista.

En tiempos de crisis, el pueblo estadunidense se concentra alrededor de sus líderes y lucha por consenso. Esto significa que probablemente no haya cambios significativos en las elecciones legislativas del próximo año.

Los demócratas podrían retener el Senado, dado que hay varias bancas clave que los republicanos dejan vacantes y, además, los últimos tienen más bancas en juego. La división de la Cámara es una victoria estrecha, pero los demócratas sentirán la presión de lograr importantes avances si el discurso político de 2002 permanece enfocado en los esfuerzos de guerra de Estados Unidos.

La suerte de Bush

ƑQué se puede decir de la propia suerte del presidente Bush?

Bush todavía no ha ganado sus credenciales como líder. Ahora atraviesa el momento más decisivo de su presidencia. Gozó del amplio respaldo y aprobación popular en todo el espectro político tras los atentados terroristas, dado que todos los ciudadanos lo buscan para encontrar respuestas y acción. Al mismo tiempo, pero en forma privada, muchos líderes de ambos partidos se preguntaron si el presidente realmente ha podido sortear la situación.

La Casa Blanca se mostró desorientada en las primeras horas después del atentado y la dura retórica militarista de Bush preocupó a muchos que creyeron que prometía más de lo que en realidad podría cumplir. Simultáneamente, tras las palabras de Bush, recibieron elogios en la misa celebrada en la National Cathedral, al igual que en su visita a la mezquita de Washington y por su declaración de que Estados Unidos no considera enemigo al Islam en sí mismo.

La mayor preocupación es si la administración podrá conservar la paciencia en la búsqueda de una respuesta internacional contra el terrorismo e impulsar medidas concretas para destruir la amenaza terrorista. Aunque pocos dudan de que Estados Unidos necesitará una fuerte y decisiva campaña antiterrorista, que castigue a los autores de los atentados terroristas y logre desmantelar sus organizaciones, muchos advierten que debe actuar con plena deliberación, consciente de que el desafío principal es el esfuerzo de inteligencia, la policía y unidades de comando, como también una participación militar menos evidente.

Ya existen diferencias de opinión en la administración estadunidense. El secretario de Estado, Colin Powell, favorece la amplia consulta y coordinación internacional y una cuidadosa planificación militar, mientras algunos líderes conservadores del Pentágono, especialmente el vicesecretario Paul D. Wolfowits, llamaron a una amplia guerra con posibles ataques a Irak y planes para remover a Saddam Hussein del cargo.

Para Bush, los riesgos políticos son elevados. La crisis surge demasiado temprano en su mandato como para que pueda llegar al Election Day (día de las elecciones) con el respaldo de un país unido por la tragedia terrorista.

Para cuando enfrente la relección, Estados Unidos deberá haber demostrado que puede preservar la estabilidad mundial y eliminar la amenaza terrorista, o bien el actual presidente corre el riesgo de cargar con la culpa de haber sumergido al país en una extensa crisis.

La experiencia de presidentes anteriores, que enfrentaron graves crisis internacionales, es preocupante. Johnson, Carter y Bush padre ganaron una aprobación increíblemente elevada por su respuesta a las crisis internacionales que tuvieron que enfrentar (Vietnam, Irán, Irak). Pero en cada caso, la temprana aprobación pronto se disipó.

Johnson optó por no presentarse a la relección, mientras Carter y Bush perdieron. En los casos de Johnson y Carter, las prolongadas crisis internacionales opacaron sus mandatos. En el caso de Bush, la victoria en Irak y la fuerte acción militar en Panamá no lograron reunir la suficiente popularidad presidencial para disipar el descontento con la decreciente economía, problema que el presidente Kennedy también hubiera enfrentado, si hubiese sobrevivido, a pesar de su exitoso desempeño en la crisis misilística con Cuba.

El actual mandatario enfrenta un gran desafío: deberá restaurar la confianza de que se ha superado la amenaza del terrorismo contra Estados Unidos y garantizar que la economía se reactivará a fin de evitar una posible derrota. Quedará por ver si posee las cualidades de liderazgo necesarias para lograr estos objetivos

En sentido amplio, los atentados terroristas pueden tener una consecuencia adicional: revertir la caída del poder presidencial frente al Congreso sobre asuntos de política exterior.

Después de la guerra de Vietnam y las anteriores medidas de apoyo estadunidense a regímenes autoritarios, el Congreso impuso significativas restricciones al presidente sobre la conducción de asuntos de política exterior, incluyendo la política militar.

Esta semana el Congreso señaló su intención de devolver amplios poderes al presidente.

Aún no está claro si el terrorismo puede tener el mismo efecto que el "anticomunismo" al otorgarle a los jefes de gobierno considerable libertad de acción sobre asuntos de política exterior o si esta tendencia será permanente.

Se podría decir que la naturaleza difusa del terrorismo y su capacidad de penetrar en las sociedades podrían otorgarle al presidente una gama mayor de poderes que en el pasado. Por otro lado, podrían resurgir fuertes desacuerdos en estas cuestiones después de que el presente periodo de crisis haya pasado.

Finalmente, Ƒcuál es el impacto sobre América Latina del cambio político en Washington? Es demasiado pronto para determinarlo.

El impacto en América Latina

Por un lado, es claro que América Latina perderá importancia en la lista de prioridades en política exterior de Estados Unidos. México saldrá perjudicado dado que ese país difícilmente avanzará con fuerza en la cuestión de "abrir fronteras" y los programas de trabajadores huésped ideados por el presidente Fox en momentos en que el vecino ajusta las restricciones y los controles en los viajes e ingreso al país. Asimismo, la falta de apoyo inicial por parte de México a convocar el Tratado de Río, a diferencia de las posturas de Argentina y Brasil, también dejó un gusto amargo en los círculos de la Casa Blanca.

Al mismo tiempo, y a pesar de las esperanzas de Colombia de que una campaña antiterrorista podría acentuar la participación estadunidense en la erradicación del terrorismo colombiano, no hay dudas de que Estados Unidos deberá priorizar sus esfuerzos y perseguir a aquellas organizaciones que amenazan directamente la seguridad y bienestar social del continente americano. Esto no descarta que mayores controles sobre el financiamiento del terrorismo, incluyendo lavado de dinero y transferencias bancarias, no tendría un efecto significativo sobre las insurgencias colombianas, que dependen fuertemente de los ingresos del narcotráfico para subsistir. Pero la participación directa en Colombia está fuera de cuestión.

Irónicamente, el nuevo clima bipartidario en Washington puede contribuir al avance en el libre comercio. Más que nunca, la administración es consciente de que las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC), iniciadas por el presidente Clinton con Jordania, Vietnam y Singapur, deben terminarse y que sería muy beneficioso contribuir al respaldo en la lucha antiterrorista empezando con Indonesia, el mayor país musulmán del mundo.

Además, la debilitante economía está impulsando a los líderes de ambos partidos a encontrar fórmulas que eviten una caída mayor en la economía mundial, por lo que los avances comerciales podrían resultar una alternativa importante.

Tanto demócratas como republicanos expresaron su voluntad de compromiso con asuntos de defensa. Posiblemente también señalen su predisposición hacia el comercio, otorgando al presidente la autoridad de promoción comercial. En este sentido, para acentuar el progreso, la administración Bush podría estar más dispuesta a otorgar tangibles concesiones a los chilenos a fin de lograr un acuerdo con Chile a fin de año como impulso adicional para volver a poner en el camino el proceso del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y renovar la Ley Andina de Preferencias Comerciales. En definitiva, América Latina se verá más afectada por la suerte que corra la economía estadunidense que por la guerra contra el terrorismo o los avances comerciales.

Una fuerte recesión en Estados Unidos perjudicará a México y será devastador para otros países. América Latina también sentirá el impacto si el superávit presupuestario estadounidense desaparece y si Estados Unidos se ve obligado a entrar en los mercados para financiar su déficit. Esta situación aumentaría las tasas de interés, dificultando aún más la capacidad de países como Argentina para financiar su propio déficit. Se necesita una sólida economía estadounidense para sacar a la economía mundial de esta grave depresión.

Irónicamente, la campaña terrorista ya ha obligado a Estados Unidos a tomar una acción más concertada para manejar la caída económica, adoptando medidas de estímulo fiscal para la reducción en la tasas de interés. Pero una extensa guerra e incertidumbre podrían anular estos intentos. De un mundo lleno de optimismo al inicio del milenio, ahora enfrentamos un mundo de agudas incertidumbres. El difícil desafío es construir un orden mundial más seguro y justo, que permita cumplir la promesa de la globalización.

 

Ť Arturo Valenzuela (n. EU) es profesor titular de Ciencias Políticas y director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown. Se ha desempeñado como asesor especial presidencial para Asuntos de Seguridad Nacional y como director jefe de la Dirección sobre el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional en el segundo gobierno del presidente Bill Clinton. El presente artículo fue tomado de Nueva Mayoría, con su autorización