Espejo en Estados Unidos
México, D.F. lunes 24 de septiembre de 2001
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Editorial
 

GUERRA SIN LUGAR Y CONTRA NADIE

SOLA casi dos semanas de los mortíferos atentados terroristas contra Washington y Nueva York, los cuales provocaron, desde el primer momento, declaraciones de guerra por parte de Estados Unidos, nadie sabe contra quién, ni en dónde, habrá de librarse esa confrontación. Osama Bin Laden, señalado por el gobierno de George W. Bush como instigador de los ataques, no parece haberse quedado en Afganistán a esperar la llegada de sus perseguidores, y no resulta probable que su organización, Al Qaida, haya seguido operando, desde el 11 de septiembre, a la vista de todo el mundo.

En esas circunstancias, en las que sería en todo caso más apropiada una operación policiaca que una maniobra militar, se configuran dos perspectivas por demás ominosas. La primera es que los mandos políticos y militares estadunidenses opten por lanzar un ataque bélico contra Afganistán con el simple propósito de no contrariar el orgullo nacional herido y de aparentar que la vasta movilización bélica emprendida está sirviendo de algo. La segunda, peor si cabe, es que Washington se lance contra organizaciones a las que, justificadamente o no, se ha colgado el mote de terroristas, y aunque ninguna de ellas tenga la más remota relación con los atentados del 11 de septiembre.

El primero de esos escenarios implicaría una injusticia mayúscula y una cuota de sufrimiento para los civiles inermes afganos; así ha venido ocurriendo, hasta ahora, con los actos de guerra de Estados Unidos contra Irak, campañas cuya víctima, como todo mundo sabe, no es Saddam Hussein, sino la población de ese país árabe.

La segunda perspectiva resulta aun más inquietante, pues implicaría la proyección planetaria del poderío militar del país vecino en forma discrecional, en principio, contra cualquier país, grupo, tendencia o individuo que no comparta el ideario estadunidense o que contravenga los intereses políticos, comerciales o estratégicos de la superpotencia o, peor aún, de los ámbitos más reaccionarios del Partido Republicano.

Se buscaría, de esa forma, regresar a las lógicas intolerantes y totalitarias de la guerra fría, con el agravante de que esta vez no hay ningún factor de contrapeso estratégico a los renovados afanes estadunidenses de dominación mundial.
 

 

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