Ecológica, 24 de Septiembre del 2001   

 

Las pesquerías

continentales


Barcos camaroneros en la Laguna Madre, 
al noreste del Golfo de México

Foto: Michael Calderwood

Ma. Teresa Gaspar Dillanes

Correo electrónico: [email protected]



Es muy común hablar de los abundantes recursos acuáticos de México y del aprovechamiento que debería hacerse de ellos, fundamentalmente para la producción de alimentos. Esta abundancia es relativamente real. Sin embargo, no se ha hecho una adecuada planificación de su uso.

Desde tiempos prehispánicos, la cercanía de asentamientos humanos a las aguas salobres y a algunos lagos mayores permitió establecer pesquerías tradicionales de cierta antigüedad. Sin embargo, México cuenta con recursos hidrológicos continentales limitados cuya distribución es desigual. De ahí que los grandes embalses del país sean base importante en el desarrollo de la pesca continental.

Una relevante superficie de las aguas dulces de nuestro país se debe a la construcción de presas en las que la población ribereña no tiene una tradición pesquera. Hoy, la mayor parte de la producción pesquera continental se obtiene precisamente en los grandes embalses como Infiernillo, en los límites de Michoacán y Guerrero, y La Angostura, en Chiapas.

En México, la producción pesquera en aguas continentales registrada en 1999 representó el 9.3 del total nacional de cerca de un millón y medio de toneladas. Si se considera que en 1984 su importancia relativa era de 7.7 por ciento, su crecimiento ha sido más importante, en términos comparativos, que la pesca marina. En general, la producción de aguas continentales (incluyendo acuacultura y pesca) ha crecido en un 4.7 por ciento anual promedio, contra casi dos por ciento de la pesca en el mar.

Las pesquerías continentales fluviales y lacustres son importante fuente de alimentos y empleo para millones de personas que viven en las zonas del mundo en desarrollo. En el caso de México, tan sólo la pesquería de tilapia genera alrededor de 10 mil empleos directos.

En la Carta Nacional Pesquera 2000 se indica que el país cuenta con 613 presas y 95 lagos (708 embalses), en su mayoría con pesquerías derivadas de la acuacultura. Los estados con mayor cantidad de presas son Jalisco, Michoacán y Guanajuato, mientras que los estados con mayor cantidad de lagos son Chihuahua y Tabasco. Existen embalses en diferentes niveles de aprovechamiento: 1) pequeños, menores de diez hectáreas, en su mayoría explotados en niveles intensivos y semiintensivos; 2) medianos, menores de diez mil hectáreas, a los que se les ubica en una escala intermedia en cuanto a su aprovechamiento acuícola; 3) grandes, con superficie mayor a las diez mil hectáreas; en su mayoría cuentan con pesquerías establecidas.

Sin embargo, ninguno de estos cuerpos de agua está dedicado ni prioritaria ni exclusivamente a la acuacultura o a las actividades de producción pesquera derivadas de esa biotecnia. Todos ellos tienen, además de éste, otros usos. La calidad y cantidad de agua está condicionada a estos últimos y, en consecuencia, la supervivencia de la biota depende de las consideraciones presentes para actividades diferentes a la pesca que, generalmente, se consideran con mayor relevancia.

México cuenta con alrededor de 2 mil 171 especies de peces. Casi 500 se distribuyen en los cuerpos de agua dulce. Todos ellos poseen organismos acuáticos susceptibles de ser explotados. Esos organismos en su mayor parte pertenecen a:

a) Poblaciones de especies exóticas, que se originaron de siembras o introducciones y que se han establecido en los cuerpos de agua nacionales, como tilapia y carpa.

b) Poblaciones silvestres de especies nativas, como los aterínidos, godeidos, ciprínidos (como la acúmara), así como especies autóctonas de langostino.

c) Especies introducidas, cuyo cultivo se realiza de forma controlada, como langostinos y trucha.

En la Carta Nacional Pesquera 2000 se incluyen unas 55 especies dulceacuícolas nativas sujetas a explotación en las pesquerías de aguas continentales.

Pese a esa diversidad, en términos generales, la situación de la pesca continental es similar a la marina, donde la mayor porción de la producción depende de unas pocas especies. Las pesquerías en la mayoría de los embalses mexicanos están constituidas por especies introducidas, las cuales representan el principal componente en las capturas comerciales. De los siete grupos principales explotados en aguas dulces mexicanas, cinco son introducidos; de ellos, la tilapia significa más del 80 por ciento de las capturas obtenidas en los grandes embalses del país y ha sobrepasado a pesquerías marinas de tradicional importancia.

La tilapia es de origen africano y se adaptó fácilmente a las condiciones ambientales de México, sobre todo en las presas de zonas cálidas. Su captura ha permitido la incorporación de un elevado número de personas a la pesca, en algunos casos como ocupación básica. El establecimiento de estas especies en algunos embalses artificiales aumentó la disponibilidad de alimentos y la generación de empleos en el medio rural.

Sin embargo, las especies introducidas también han causado un efecto negativo en las comunidades de especies nativas, disminuyendo su abundancia y diversidad. Un ejemplo es el de los ecosistemas acuáticos del estado de Morelos: de las 22 especies registradas, más de la mitad son introducidas principalmente con fines pesqueros y de acuacultura ornamental.

Muy pocas especies nativas soportan pesquerías importantes por su volumen. Algunas, como pescado blanco, charal, acúmara o pejelagarto, tienen importancia cultural. Otras, como la popocha, el topote, la sardina, las mojarras nativas y el matalote, tienen cierta importancia regional.

Resulta evidente que la explotación de las pesquerías continentales conlleva un balance entre las necesidades de alimentación, desarrollo y empleo, y las de conservación del medio natural. Esto sólo puede lograrse con una sólida base técnico-científica.

Resalta la necesidad de que la introducción de especies y la administración de sus pesquerías se fundamente en estudios que permitan determinar los potenciales de producción y las estrategias que produzcan los mejores rendimientos posibles. A pesar de que también en las pesquerías continentales el esfuerzo pesquero es creciente, sólo se esperaría una gran disminución en la producción pesquera basada en especies exóticas si fallaran las medidas administrativas o de repoblación, o si la contaminación de las aguas se volviera un factor más determinante de lo que ya es. Sin embargo, la conservación de las especies nativas requiere de medidas adicionales. Se deben remediar los impactos que sobre las especies nativas causan las introducciones de especies exóticas. Tal vez aún no sea tarde.


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