Las tortugas marinas: ¿sujetas a protección o recurso pesquero de México? Laura Sarti Correo electrónico: [email protected] Históricamente, todas las especies de tortugas marinas han sido objeto de explotación en el mundo. En la antigüedad, los marinos las apreciaban como alimento y en las comunidades ribereñas han sido ampliamente incluidas en sus dietas. Las siete especies de tortugas marinas del mundo no soportaron la presión por pesca y actualmente están clasificadas como en peligro de extinción. Seis de esas siete especies habitan en los mares mexicanos en alguna etapa de su ciclo de vida En ellos encuentran alimentación, refugio y playas para su desove. Su captura en México se mantuvo por largo tiempo en comunidades ribereñas como un recurso alimenticio de significado económico local hasta que alcanzó niveles comerciales, especialmente por su piel y carne. Esto llevó a reglamentar la pesquería, estableciendo diversas normas para regular su aprovechamiento y promover su conservación. En los años sesenta se prohibió la recolección de huevos para consumo o venta. Desde 1962 se han instalado estaciones de campo en numerosas playas de anidación con objeto recuperar las poblaciones mediante la protección del hábitat, de las hembras y de las nidadas. También han contribuido a incrementar el conocimiento sobre la biología reproductiva y la situación de las poblaciones anidadoras, su distribución y patrones de migración. En esos años se establecieron vedas parciales y cuotas de captura por medio de franquicias otorgadas a pescadores organizados en cooperativas. El sistema pretendía regular la explotación de ciertas especies que podían soportar todavía una pesquería. En 1986 se decretaron como zonas de reserva 17 playas de anidación distribuidas en todo el litoral mexicano. Sin embargo, ante la disminución de todas las especies, en 1990 se decretó la veda total y permanente para la captura y uso de las tortugas marinas. En 1991, se instaló en Mazunte, Oaxaca. el Centro Mexicano de la Tortuga (CMT), dependiente del Instituto Nacional de la Pesca (INP). Sus objetivos básicos son: difundir el conocimiento de la biología y conservación de las tortugas marinas y realizar investigación científica para su manejo y conservación. También, promover el concepto de turismo ecológico para apoyar el desarrollo de las comunidades de la región. El CMT funge como centro de participación escolar en la promoción de la conciencia ecológica. En 1993 se creó con carácter permanente la Comisión Intersecretarial para la Protección y Conservación de Tortugas Marinas, a partir de que el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994 señaló como prioridad su protección. En este mismo año se estableció el uso obligatorio de los dispositivos excluidores de tortugas marinas (DET) en las redes de arrastre de los barcos camaroneros para la flota del Golfo de México. A partir del 1 de abril de 1996, entró en vigor la ley que estableció el uso obligatorio de los DET en la flota camaronera del Pacífico. Actualmente en México, a través de diversos organismos gubernamentales y no gubernamentales, se cuenta con más de 100 estaciones de campo en diversas playas del país Algunos han operado desde hace más de 35 años de forma continua. Tal es el caso de Rancho Nuevo, en Tamaulipas, operado actualmente por el INP. Las principales actividades desarrolladas en estos sitios comprenden la reubicación de nidadas a corrales o viveros para su incubación hasta la eclosión de las crías. En estas áreas se protegerán las nidadas de los depredadores, permitiendo una mayor sobrevivencia de crías. Dentro de las actividades de investigación realizadas en esas estaciones está el marcaje de hembras para conocer aspectos de su biología reproductiva, el registro de datos biométricos y de parámetros ambientales como factores que influyen en la anidación. Gracias a todas estas medidas se observan incrementos en algunas poblaciones de tortugas marinas. Un ejemplo es la tortuga lora, Lepidochelys kempi, endémica de México, cuya zona de anidación se limita a las costas tamaulipecas, con un área de concentración mayor en la zona de Rancho Nuevo, con la que existe un programa conjunto con los Estados Unidos para recuperar esa especie. En 1991 se registraron y protegieron 826 nidadas. Para el año 2000, el número de nidadas registradas fue alrededor de 3 mil. El programa del INP, en 35 años de trabajo constante, protegió y liberó al mar casi dos millones de tortuguitas. Otro ejemplo de recuperación es la tortuga golfina, Lepidochelys olivacea, que por ser la más abundante, soportó la mayor pesquería en nuestro país. En 1975 se registraron 295 mil anidaciones, en 1988 apenas 55 mil 730. Después de 1990, año en que se decretó la veda total, esta especie mostró una recuperación en el número de anidaciones alcanzando 718 mil 800 entre mayo de 1994 y febrero de 1995. A la fecha se registran alrededor de un millón por temporada. Otra especie que ha mostrado índices interesantes de recuperación es la tortuga de carey, cuyas principales playas de anidación se encuentran en Campeche y Yucatán. Sin embargo, no todas las especies han tenido la misma suerte. La población mexicana de tortuga laúd representaba el 65 por ciento de la población mundial. A pesar de las leyes y actividades que la protegen, el saqueo de huevos y matanza de hembras en las playas de anidación así como los niveles de mortalidad por pesca incidental en pesquerías con palangre y redes de deriva en diversas áreas del Pacífico (en pesquerías nacionales como extranjeras), han llevado la población al colapso. Actualmente está considerada "en peligro crítico" por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Situación similar ocurre con la tortuga prieta, cuya principal playa de anidación en el mundo se localiza en Michoacán. Debido a la naturaleza de las tortugas marinas, al desconocimiento que aún se tiene de aspectos de su biología, su vulnerabilidad a lo largo de su ciclo de vida, y a pesar de los incrementos observados para algunas especies, no deben estar sujetas a ningún tipo de explotación, por lo menos en la siguiente década. Algunas de las especies y poblaciones en México deben recibir protección especial por lo mermado que se encuentran. Durante ese tiempo se debía mantener un seguimiento constante de la abundancia y de los problemas a los que se enfrentan regionalmente, para darles soluciones adecuadas. Algunas especies (loras, laúdes, careyes y prietas) quizás no logren una recuperación que permita su aprovechamiento sustentable en sólo una década, por lo que no sería recomendable cualquier tipo de explotación a largo plazo, a menos de que exista información científica fehaciente que demuestre lo contrario. Otras especies, como la golfina, que muestra índices de recuperación en la última década, quizás soporte un aprovechamiento controlado y orientado sólo a algunas poblaciones. Sin embargo, el tiempo transcurrido entre el establecimiento de la veda y la actualidad, periodo en el que se ha observado la recuperación, quizás sea muy corto y sólo se estén reflejando otros factores de la biología de las tortugas y no una recuperación real de la población. Esperar un ciclo de seis a 10 años más permitirá visualizar de mejor manera este incremento. El aprovechamiento de esta especie se ha planteado últimamente como una utilización de los huevos de las primeras arribazones. Esto se basa en que, si las arribazones se sobreponen, la pérdida de huevos de principios de la temporada por su destrucción por las hembras de la siguiente arribazón puede ser total. Estos huevos servirían para la fabricación de harinas, e incluso para la extracción de aceites. El asunto exige un buen estudio del impacto sobre la población. Sin embargo es casi nula la probabilidad de que se abra el comercio internacional de estas especies, que se encuentran en el apéndice I del CITES, y requiere de prolongadas discusiones internacionales y propuestas de aprovechamiento bien planteadas y con sólidas bases científicas. Asimismo, sería necesario bregar con organizaciones ambientalistas para evitar la presión política sobre otros recursos de gran importancia económica en nuestro país, como el camarón y el atún. Continuar con la protección de hembras, huevos y crías en las playas resulta prioritario a fin de permitir que mayor cantidad de crías entren al mar y se integren a la población silvestre. De otra manera, los huevos serían saqueados por pobladores ribereños. Para lograr la conservación de este recurso, es tarea de los mexicanos incrementar el esfuerzo en el conocimiento de la biología de las especies, incluyendo estudios de la fase pelágica; mejorar los métodos de incubación de huevos que incrementen los porcentajes de eclosión y de liberación de crías, evitando los sesgos a la producción de algún sexo; implementar cada vez mejores métodos de excluidores de tortugas en la pesca de arrastre, y mejorar el sistema de observadores a bordo, capacitados para la resucitación y reanimación de tortugas que salgan atrapadas en la redes. También se necesita mejorar la información sobre la captura incidental con el fin de modificar los excluidores y disminuir el número de tortugas atrapadas; evitar desarrollos turísticos y urbanísticos en playas base de anidación y zonas de forrajeo. Asimismo se debe considerar la educación a la población en general, y en especial a los habitantes de zonas costeras, sobre la importancia de hacer un buen uso y mejor aprovechamiento de los recursos. |