Ecológica, 24 de Septiembre del 2001   


Atún y pescados azules
 
 

La sobreexplotación, principal problema de la pesca

José Ignacio Fernández Méndez

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Al leer los resultados de la Consulta Nacional del Sector Pesquero, realizada por la Cámara de Diputados entre enero y abril de este año, en la participaron pescadores, autoridades pesqueras e investigadores, uno podría concluir que los principales problemas de este sector tan olvidado son la falta de agilidad en el otorgamiento de permisos, la "falta de flexibilidad" cuando se dice que no deben otorgarse más, un marco normativo obsoleto y una escasa inversión. La solución, entonces, sería una política de "fomento" de la actividad. Es obvio que ésta es una visión extendida del problema y que el estribillo de "el mar, fuente inagotable de recursos" tiene aún sus adeptos. Sin negar la relevancia de algunos de esos problemas, quiero presentar una perspectiva diferente. La premisa fundamental es que la pesca está en una mala situación en todo el mundo y que la naturaleza de los problemas fundamentales en México es, en su mayor parte, la misma.

La sobreexplotación

Un libro de reciente aparición, The Plundered Seas (Los mares saqueados), publicado por el Sierra Club, da una idea bastante clara de la situación de la pesca mundial en cuanto a los recursos explotados, la administración y los problemas frecuentes que se puede extrapolar fácilmente a lo que sucede en nuestro país. El problema también ha recibido cobertura en revistas de amplia circulación, como Scientific American, noviembre, 1995; Scientific American Presents, vol. 9, núm. 3; Wildlife Conservation, agosto, 1998; Time, 11 de agosto, 1997; Science et Vie, Hors Serie, septiembre, 1991; The Economist, mayo 23-29, 1998, y Muy interesante, año XVII, núm. 11.

La situación de la pesca en el mundo cambió radicalmente en dos décadas. A fines de los años sesenta, el crecimiento de la producción pesquera mundial (seis por ciento anual) era superior al de la población. Después de 1970, el ritmo de crecimiento disminuyó a dos por ciento anual y actualmente es casi nulo, estancado alrededor de los ochenta millones de toneladas al año. La captura bruta per capita mundial es de cerca de 15 kilogramos por año desde 1970. Como resultado y por el aumento de la demanda, el precio de los productos pesqueros ha aumentado en forma relativa más que otros alimentos. Estandarizando en 100 unidades, el precio promedio en el mundo en 1975, los productos pesqueros aumentaron a 350 en 1992, contra 175 de la carne de res.

Y eso ha pasado pese a que hay más barcos pescando en el mundo (el doble que en 1970) y se han abierto nuevas zonas a la pesca. El Atlántico del norte se consideraba sobreexplotado desde fines de los sesenta y los aumentos de captura después de esa década se dieron por incorporación de nuevas áreas de pesca (Pacífico del norte y Antártida, en los ochenta).

Esto se debe a que los recursos pesqueros tienen una magnitud y una tasa de crecimiento finitos. Así como sacar dinero de una cuenta de banco en cantidades más altas que la tasa de interés resulta en acabarse el capital, explotar un recurso pesquero a una velocidad más alta que su tasa de renovación termina por desaparecerlo.

Según la FAO, 79 por ciento de las pesquerías (así se llama al conjunto del recurso y las personas que lo capturan) del mundo están explotadas al máximo o más allá de los límites sostenibles. Sólo un 12 por ciento tiene aún potencial de desarrollo.

En México, la situación es prácticamente la misma y es fruto de un proceso evidente en las últimas cuatro décadas. De las 200 mil toneladas/ año de producción promedio durante los años sesenta, las capturas aumentaron hasta casi un millón 800 mil al final de la década siguiente. Para entonces, la mitad de la producción se componía de pelágicos menores, como la sardina y la anchoveta, especies con gran variabilidad en su abundancia y sensibles a los efectos combinados de la sobreexplotación y a los cambios en el régimen ambiental. El colapso de la pesquería de la anchoveta y la disminución de la captura de sardina resultaron, en 1982, en una caída de las capturas hasta poco más del millón de toneladas. Al final de los años ochenta se alcanzó de nuevo el millón y medio de toneladas y en ese nivel se mantiene hasta hoy. Este periodo se caracteriza por el estancamiento o aumentos marginales de las capturas totales y descensos en pesquerías importantes, como camarón y abulón.

Según el Instituto Nacional de la Pesca, el 85 por ciento de las pesquerías mexicanas se encuentran en su máximo sostenible o en deterioro. Sólo 15 por ciento tiene aún un potencial de crecimiento. En la pesquería más importante, la de camarón, que representa alrededor de la mitad del valor total de la pesca del país, las capturas están bajando y en Campeche se encuentra prácticamente colapsada.

Éste es el primer problema fundamental: el grado de sobreexplotación que existe actualmente, principal obstáculo para el crecimiento de las capturas.

La sobrecapitalización

El segundo problema se deriva del crecimiento de lo que en términos técnicos se llama "esfuerzo pesquero" (número de pescadores o equipos, o la intensidad de su utilización). Cuando las capturas individuales disminuyen (por sobreexplotación o porque hay la misma captura repartida entre más personas), cada pescador intenta pescar con más intensidad, creando un círculo vicioso de disminución de la materia prima y aumento del capital invertido para aprovecharla más eficientemente al tiempo que va disminuyendo.

Ese ciclo nos lleva a lo que conoce como sobrecapitalización, el segundo problema fundamental: una infraestructura de explotación y transformación que es demasiado grande para el recurso que la sostiene. En el mejor de los casos, esto resulta en grandes ineficiencias, cuando no en pérdidas económicas y sociales.

Cuando una actividad es económicamente ineficiente, muchas veces se recurre a subsidios. Se calcula que el valor de la captura mundial es de unos 80 mil millones de dólares anuales, obtenidos con una inversión de 124 mil millones. La diferencia es cubierta por subsidios. Sin embargo, el otorgar subsidios no sólo representa un costo fiscal para los contribuyentes. Un comité del National Research Council en los Estados Unidos recientemente concluyó que otorgar indiscriminadamente subsidios en la pesca propicia mayor sobrecapitalización al facilitar la entrada o permanencia de esfuerzo pesquero excesivo, y, por la misma razón, la sobreexplotación. Los subsidios, lejos de resolver los problemas, los agravan. Aun así, es lógico escuchar peticiones de otorgarlos pues benefician a individuos en particular, lo que resulta en una situación de "pescadores ricos, industria pesquera pobre".

Llevados a extremos, la sobrecapitalización y el colapso de las poblaciones de las especies explotadas pueden tener resultados catastróficos. Cuando Canadá se vio obligado a cerrar la pesquería de bacalao por su sobreexplotación, entre 40 mil y 50 mil personas perdieron su empleo y se tuvieron que usar más de mil millones de dólares en los primeros cinco años de este "rescate pesquero" a gran escala.

El problema social

El tercer problema fundamental lo constituyen las fricciones sociales, resultado de la competencia por el acceso a los recursos pesqueros entre el sector artesanal e industrial. Ésta es particularmente fuerte (y creciente) en la pesquería del camarón. Incluso dentro de un mismo sector se puede dar esa competencia, como lo evidencian los conflictos entre pescadores artesanales por el pulpo en el límite entre Campeche y Yucatán.

Durante años se ha percibido a la pesca como una alternativa de empleo para los desplazados de actividades en decadencia como la agricultura. Esto y el crecimiento demográfico han resultado en aumentos descontrolados del esfuerzo pesquero en el sector artesanal. Aunque la flota industrial ha permanecido prácticamente al mismo nivel desde 1980, el crecimiento de la flota ribereña ha sido de casi 200 por ciento en las dos últimas décadas. Sin embargo, limitar la actividad del sector artesanal sin dar una alternativa de ocupación agrava los ya críticos problemas sociales que se presentan en los litorales mexicanos.

El sector pesquero equivale a menos del uno por ciento del producto interno bruto nacional. Sin embargo, tal vez llegamos al punto en que la importancia de la pesca radique más en los problemas sociales, económicos y ambientales en que pueda desembocar el no administrarla correctamente y que esos problemas tengan un efecto de "bola de nieve".

Aún no se conoce el plan sectorial para la pesca en este sexenio, aunque, siendo justos, esto también ocurre en otras áreas del gobierno federal. En cambio, se han hecho numerosas referencias públicas al "fomento" de la actividad con menciones tangenciales sobre "cuidar el desarrollo sustentable". Aparentemente, las preocupaciones sobre "agilizar" el otorgamiento de permisos, o la "modernización del marco normativo" dominan la discusión actual sobre la administración pesquera en muchos foros del país.

Esa visión de fomento de la producción funcionó en los años setenta, cuando las poblaciones de las especies que componían la captura no tenían un grado de explotación tan alto como el actual. Un énfasis en ese tipo de políticas sólo resultaría en agravar, en un momento crítico, los problemas arriba mencionados. El enfoque de conservación, que ha sido erróneamente calificado como una posición política ("conservacionista"), no significa no pescar o conservar los recursos "vírgenes". Al contrario, significa poder explotarlos por más tiempo en las mejores situaciones posibles.

Sólo el tiempo dirá si los problemas fundamentales de los que se habla en estas líneas tienen relevancia en la reestructuración en curso de las instituciones de administración pesquera en nuestro país.


Parte de la flota camaronera de Campeche


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