Lunes en la Ciencia, 24 de septiembre del 2001
Cómo entender el escenario mundial después del 11 de septiembre Tecnología para los nuevos tiempos José Luis Fernández Zayas Los hechos catastróficos y trascendentales del pasado 11 de septiembre demuestran la carencia tecnológica de la principal potencia mundial para proteger lo más preciado para ellos, que sin duda es la vida de sus compatriotas. La tecnología (un cuchillo, una alucinación) que resultó apropiada para los fanáticos, les permitió aprovechar, al modo de los hackers, las fallas tecnológicas estadunidenses para producir daños gigantescos. Al mismo tiempo, se agotó la tecnología que hasta hace unos días fue adecuada para que México mejorara su capacidad para exportar a través de la frontera norte, fuertemente basada en la exportación del producto de mano de obra muy barata. Los precipitados hechos obligan a reflexionar sobre cómo deberá ser, para los mexicanos, el nuevo modelo de tecnología apropiada para el futuro. Deberemos vivir, sin duda, un periodo de varios años con una frontera norte mucho menos permeable que hasta ahora, lo que seguramente obligará a reorientar los esfuerzos de generación de empleos hacia el desarrollo del mercado interno de nuestro país. Sin caer en posiciones imperdonablemente cínicas, la oportunidad que esta calamidad ofrece no puede ser pasada por alto. Los mejores científicos mexicanos deberán destinar su mejor capacidad y atención a la formulación del nuevo programa de creación de talento y riqueza para tener tecnología apropiada a la nueva circunstancia. Esta es una oportunidad dolorosamente inesperada para construir un escenario en el que la economía nacional dependa más de su mercado interno, que habrá de desarrollar de manera muy intensiva, y para ello, habrá de fortalecer la generación de conocimiento y las capacidades para saber hacer, en formas y estilos que no hemos contemplado hasta este momento. Hasta antes del 11 de septiembre, la orientación de nuestras políticas científicas y tecnológicas, como de las económicas, se basaba en la gradual construcción del mundo civilizado de una economía de paz, que se acentuó después de la caída del muro de Berlín. Muchos de los principales investigadores del mundo moderno dejaron de ocuparse en la carrera armamentista para enfocarse a tareas de crecimiento pacífico, de la capacidad productora de los países en general, y para entender el entorno crecientemente mundializado. Ahora, las expectativas han cambiado; el proceso de globalidad ha sido violentamente interrumpido, la integración mundial de los mercados ha sido detenida, y el modelo de economía triunfadora, que privilegia las necesidades y oportunidades de un poderosísimo país por encima de todos los demás, se colapsa a velocidades increíbles, inesperadas. Esta es la obligación de los responsables de la política de México, de los investigadores, de los profesores universitarios y de la academia, en general: hay que inventar un nuevo escenario, un México que hasta antes del 11 de septiembre no teníamos considerado, en el que probablemente la colaboración internacional se disminuya dramáticamente y las presiones externas para incorporarnos a la globalidad decrezcan abruptamente. La exigencia de los mexicanos de un mejor futuro deberá ser atendida por nuestras propias capacidades y nuestras propias habilidades, apoyadas en la explotación racional y sustentable de nuestros propios recursos. Dentro de la tragedia, dentro de la enorme calamidad que el mundo lamenta, es indispensable diseñar un nuevo futuro para los mexicanos; al mismo tiempo, es posible encontrar nuevas rutas, una nueva esperanza. El autor es vicepresidente de la Academia Mexicana de Ingeniería
|