Lunes en la Ciencia, 24 de septiembre del 2001
Helia Bravo Hollis a sus 100 años Abraham Rubluos Islas Es sabido que nuestro país no es especialmente rico en habitantes longevos; cuando pensamos en personas centenarias nos situamos en países como Rusia o India, existen informes de que en Serbia se han registrado comunidades particularmente notables de ancianos que fácilmente han rebasado los 100 años. Cumplir 100 años no es tarea fácil y es frecuente encontrar que mucho antes de llegar a esa edad, algunas personas ya no disfrutan, no viven, arrastran la vida. Por esta razón, cuando conocemos o encontramos a alguien que cumple 100 años en plenitud mental y psíquica debemos detenernos a meditar y sobre todo a observar y absorber la savia que en estas personas casi inevitablemente fluye y así enriquecernos con su experiencia.
Bravo Hollis ejerció la diaria práctica apostólica de la mejor enseñanza que se puede dar, la del ejemplo, recorriendo el país colectando, estudiando, disectando amorosamente las cactáceas de México para después vertir esa enorme riqueza intelectual en las frescas mentes de los jóvenes. Las cactáceas constituyen sin duda el paisaje de México, casi se diría, botánica y físicamente hablando, la marca de nuestro país, más aun, social, cultural e históricamente se han plasmado en símbolos que caracterizan el espíritu de lo mexicano: nuestro escudo nacional y el de la UNAM, por mencionar sólo dos casos. Cumplir 100 años y al cumplirlos ser capaz de recordar con emoción y alegría miles de jornadas caminando por las agrestes zonas donde viven y dan vida las cactáceas al paisaje mexicano, ver la belleza donde otros sólo ven espinas, regocijarse en la sorprendentemente maravillosa diversidad y capacidad de adaptación de estas plantas. Cumplir 100 años y recordar con gratitud el haber vivido una etapa maravillosamente importante de la historia contemporánea de México; con un gigante llamado Vasconcelos encabezando la lucha contra el verdadero enemigo de nuestro país: la ignorancia y la incultura, haber formado parte de aquel ejército de grandes que lo mismo asaltaron nuestros más selectos muros para dejar plasmados mensajes trascendentes de mexicanidad y humanismo no sólo de pan, sino de saber, haber vivido en épocas en que una mística de renovación y encuentro con la patria era el común denominador de un pueblo que se levantaba, para ir por ahí a golpes de sacrificio, sudor y renuncia, forjando patria. Cumplir 100 años y tener clara conciencia de la huella dejada, abrir la alforja de caminante y desparramar pródigamente la ubérrima vendimia, es ciertamente una herencia que todo mexicano bien nacido debe reconocer agradecer e imitar. Esos son los caminos que en nuestro diario deambular debemos transitar, tener presente como lo acotó nuestro Alfonso Reyes: ser buen mexicano es ser buen químico, buen abogado, buen biólogo. Cumplir 100 años querida maestra Helia Bravo, cumplir 100 años así, son una bendición que nos emociona y nos compromete. Felices 100 años maestra. El autor es titular del Instituto de Biología de la UNAM |