SABADO Ť 22 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

ƑLA FIESTA EN PAZ?

Nueva York y toros

Ť Leonardo Páez

MIENTRAS LLEGA LA fecha en que Castañeda Tours empiece a ofrecer, gratis desde luego, un fusil, municiones y el viaje sencillo a Afganistán, por aquello de que a la patria querida el cielo un soldado en cada hijo le dio, y de que las ambiciones de algunos no conocen fronteras, ideologías ni cargos, habremos de tener presente la frase del neorrefranero mexicano: "Al que obra mal, se le pudren las torres gemelas".

PORQUE NI POLITOLOGOS metidos a locutores ni a la inversa -salvo Brozo y algún otro, dado que las televisoras tienen cuantiosas deudas en dólares- se han atrevido a señalar los nefastos antecedentes de la reciente tragedia neoyorquina: un afán de dominio estadunidense del mundo que no por deliberadamente inadvertido por los medios e ignorado por la ciudadanía ha sido menos feroz e intermitente, en los ámbitos económico, militar, político y cultural.

PERO COMO ESO no es motivo de reflexión para las convencionales prospectivas de funcionarios emergentes, que en lo único que insisten es en "no regatear apoyos" a la venganza a ciegas que habrá de ejercer el imperio burlado, bueno es recordar aspectos taurinos de la Urbe de Hierro, no por seductora menos sorda.

NO SE TRATA únicamente de las numerosas peñas existentes en NY que desde hace décadas llevan a cabo una labor de difusión cultural taurina que ya quisieran la mayoría de las agrupaciones de países supuestamente taurinos, con literatura, conferencias, videos, convenciones y viajes, sobre todo durante la temporada española, o de las fenomenales parrandas que no pocos diestros, de paso por Manhattan, allí se han puesto, sino de algo insólito en una metrópoli que en otro tiempo estuvo verdaderamente abierta a las manifestaciones culturales del mundo, no sólo del dinero.

EN 1929 COINCIDEN en Nueva York la cantante y bailaora Encarnación López Júlvez La Argentinita, su amante Ignacio Sánchez Mejías, famoso torero por entonces retirado, y el amigo y admirador de ambos, Federico García Lorca. Este último, en otro tiempo alumno de Manuel de Falla, reunió y armonizó canciones populares españolas para el repertorio de La Argentinita, quien hizo la coreografía de la obra dirigida por Ignacio: Las calles de Cádiz, que ambos concibieron y montaron en algún escenario neoyorquino.

FEDERICO, QUE INTENTABA aprender inglés en la Universidad de Columbia, solicitó a Ignacio que diera una conferencia sobre tauromaquia a los estudiantes de español, lo que sin duda constituyó la primera aproximación de universitarios de NY a la fiesta brava. Y el polifacético e inmortal matador -más por la inspiración de Lorca que por la suya- ofreció una charla inteligente y metafórica, alejada del taurinismo de oropel, en la que concluyó profético: "El mundo entero es una enorme plaza de toros donde el que no torea, embiste. Eso es todo". Ya se vio quiénes no han sabido torear y quiénes supieron embestir.