SABADO Ť 22 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Ť Se abrirá el próximo martes en el Museo Universitario de Ciencia y Arte de CU

Presentan la exposición Tan lejos, tan cerca para conmemorar los 450 años de la Universidad

Ť Incluye 98 pinturas y retratos de personajes rescatados por tres investigadores

MERRY MAC MASTERS

Hace tres lustros los investigadores Armando Pavón Romero, Mónica Hidalgo Pego y Clara Ramírez González, del Centro de Estudios sobre la Universidad (Cesu), de la UNAM, emprendieron un trabajo acerca de la historia de la Real Universidad de México. De entrada se encontraron con una historiografía ''muy tradicional'', que veía a aquella universidad como ''muy conservadora'', expresa Clara Ramírez. No obstante, ''empezamos a ver qué había de nuevo en la historia de las universidades''. A esa búsqueda, el trío de historiadores dedicó sus tesis de licenciatura, maestría y doctorado.

Ayer se cumplieron 450 años de la fundación de la Real y Pontificia Universidad de la Nueva España, cuya cédula fue firmada por el rey Felipe II. Un proyecto en proceso de los tres investigadores sobre retratos de universitarios de la época colonial resultó ser el material idóneo para la exposición Tan lejos, tan cerca: a 450 años de la Real Universidad de México, de unas 98 pinturas, así como libros y documentos relacionados con los retratados, que será abierta al público a partir del martes 25 en el Museo Universitario de Ciencia y Arte Ciudad Universitaria (MUCA CU).

Gremio controlador de los saberes

Al planear esta exposición, dice Ramírez González, ''pensamos que la mejor manera de conmemorar la universidad era mostrar esos retratos que son una de las pocas huellas que quedan porque el edificio que estaba en la otrora plaza del Volador, donde hoy está la Suprema Corte de Justicia, se demolió a principios del siglo XX''.

Su búsqueda se centró en las colecciones de los museos nacionales de Historia del Castillo de Chapultepec, del Virreinato, en Tepotzotlán estado de México), la Catedral Metropolitana y Patrimonio Universitario de la UNAM. En esos acervos encontraron cerca de 300 pinturas; no obstante, como el proyecto seguirá adelante por lo menos dos años más, con financiamiento de la UNAM, creen poder encontrar muchos retratos más y así conformar un catálogo en el que se registre quiénes son estos universitarios que se retrataron, pues muchos lienzos estaban olvidados y en malas condiciones. Además, esos retratos ''nunca se han estudiado como colección''.

A fin de ''inventar un lenguaje diferente al reporte de investigación tradicional'', el trío de historiadores invitó a la curadora canadiense Monserrat González a sumarse al proyecto. Entre los cuatro, apunta Ramírez González, ''empezamos a volver ese discurso académico en algo que fuera más espacio para el público''.

Tan lejos, tan cerca... se inicia con una sala seria y cuadrada sobre la fundación de la Real Universidad en la cual se verán sus promotores como el arzobispo Zumárraga, el virrey Mendoza, el rey Felipe II, así como los catedráticos fundadores. En seguida se pasa a un espacio circular porque la característica principal de esa universidad era ser una ''corporación''. La entrevistada señala que la universidad era en esencia un gremio que controlaba la certificación de los saberes, o sea, los grados. Entonces lo importante no era tanto el espacio físico sino la idea de comunidad, de corporación. De ahí el espacio circular que, a su vez, se convierte en punto de partida y de regreso para la visita a las demás salas.

La primera, dedicada al estudio, muestra cómo funcionaba la universidad en el aspecto académico. Se divide en tres niveles para indicar que uno ingresaba como estudiante y los grados eran de bachiller, licenciado y doctor.

En una subsala, denominada Los universitarios y su obra, hay retratos de los más distinguidos, cuyas obras se siguen editando, como el dominico Bartolomé de Ledezma; el agustino Alonso de la Veracruz, el científico José Antonio Alzate y Ramírez (1737-1799), el teólogo del siglo XVII Francisco Naranjo, el bibliógrafo Juan José Eguiara y Eguren (1696-1763), y el teólogo José Adame y Arriaga (1630-1698).

Una segunda sala, Gobierno, versa sobre el funcionamiento de la universidad. Ramírez González apunta que la institución se fundó cuando había dos fuentes de poder tradicionales: una, medieval, en los miembros en conjunto tomaban la decisión sobre lo que pasaría al interior de las universidades y, otra, formada en el siglo XVI, de poder más vertical, monárquico.

Allí se muestra cómo los estudiantes se iban quedando fuera de la toma de decisiones. En una semisala se exponen ''los conflictos con los otros centros dedicados a la enseñanza y cómo se resolvieron'', porque en México la universidad mantuvo el control de los grados hasta que se fundó la de Guadalajara, a finales del siglo XVIII.

Altos cargos para los peninsulares

Sigue la sala Cargos, que aborda para qué estudiaban y hacía dónde iban los universitarios de la época. Es decir, ''cómo funcionaba ese mundo de empleo tan distinto al contemporáneo''. Su pasillo, Estrategias, revisa las múltiples opciones para conseguir un lugar en la sociedad, como eran la propia familia, la acumulación de otros empleos menores, el respaldo del colegio o la universidad a la que perteneciera, presentar certificaciones de méritos y de sangre, ''cosas que ahora nos resultan un poco ajenas''. La entrevistada recuerda que los altos cargos en la Nueva España estaban reservados a los peninsulares.

Clara Ramírez anota que durante la investigación ''encontramos unos cuadros, muchos de ellos anónimos, realmente destrozados''. Mediante la muestra también se pretende ''crear una conciencia sobre el hecho de que no por anónimos deben estarse perdiendo''. Apunta que curiosamente los de Patrimonio Universitario están ''mejor conservados''. La propia universidad aportó dinero para detener el deterioro. Sin embargo, ''queremos seguir en ese proceso''.

También hay una sala de Ausentes, porque el equipo de investigadores no quiso hacer una historia laudatoria de la Real Universidad de México. Este espacio, entonces, es un homenaje a ''todos aquellos que no estuvieron, bien porque la universidad no los aceptó o bien porque su vida y su desempeño no los llevó a la universidad''.

La entrevistada señala que la universidad tenía un estatuto expreso que prohibía la entrada a los esclavos, negros, mulatos, y también a los que habían sido condenados por algún tribunal, principalmente la Inquisición. Aunque en un principio la universidad estaba hecha para hijos de españoles y naturales, ''la realidad hizo que muy pocos hijos de caciques pudieran acceder''.

De igual manera quedó fuera todo lo ajeno a sus cinco facultades de artes o filosofía, medicina, derecho canónico, derecho civil y teología. Así le sucedió a Bernardino de Sahagún, cuya obra más bien giró en torno del estudio filológico relacionado con el humanismo.

Tan lejos, tan cerca... finaliza con otra gran ausencia de la universidad colonial: Sor Juana Inés de la Cruz. La idea, anota la entrevistada, es que la universidad perdió con esas ausencias.