ISLA CANELA
Jaime Avilés
México ante la guerra mundial
1. NUEVA FUENTE DE RIQUEZA
Para quienes somos de lento aprendizaje, el enigma del futuro inmediato se aclaró tras el discurso que George W. Bush pronunció la noche del jueves ante el Congreso de Estados Unidos. El territorio que comparten Afganistán y Pakistán, donde en breve comenzará la llamada operación Justicia Infinita, está situado entre la ex Unión Soviética, China, India e Irán, una zona del mundo rica en petróleo y conflictos políticos y religiosos, un escenario ideal para una guerra de muchos años.
En esa desdichada región del planeta, Occidente (Estados Unidos y Europa, fundidos en la OTAN) se dispone a establecer un nuevo foco de tensión mundial, similar al que existe ya, desde hace décadas, a lo largo del eje que va desde Líbano, Israel y Palestina, en el Mediterráneo, hasta el sur de Irak en el Golfo Pérsico. Se trata, pues, de un jugosísimo negocio para los fabricantes de armas... y de muertos.
Afganistán, gobernado por un movimiento fundamentalista islámico, es uno de los países más pobres y peor comunicados de la Tierra, con una esperanza de vida de apenas 43 años, una economía rural de subsistencia y una geografía densamente montañosa, que representará para los invasores terribles dificultades físicas y servirá para justificar una operación militar azarosa y prolongada. Justo lo que necesita la industria bélica.
Por el norte, Afganistán colinda con las repúblicas árabes ex soviéticas de Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistán, que tienen un grado muy superior de desarrollo y forman una de las grandes puertas por donde penetra el narcotráfico a Rusia, así como el apoyo del régimen talibán a los rebeldes independentistas de Chechenia. Para Moscú, Justicia Infinita abre interesantes posibilidades de obtener financiamiento del Banco Mundial a cambio de su participación, así sea pasiva, en el conflicto. Y con grandes beneficios políticos adicionales.
Por el oeste, Afganistán comparte una larga frontera con Irán, país dominado por una dictadura fundamentalista islámica y con enormes reservas de crudo, que insiste en mantener una postura neutral, aunque sus líderes simpatizan con los talibán y no ven con buenos ojos la guerra que desde 1991 sostiene la Casa Blanca con su vecino Irak.
Para Estados Unidos, el aliado natural en este escenario es Pakistán, cuyo gobierno de facto, encabezado por un militar, se ha plegado a las exigencias de Washington y está decidido a permitir que la vasta región de Beluchistán, en su frontera norte, sea utilizada por las tropas terrestres de Occidente para invadir el sur de Afganistán.
Nadie desconoce, sin embargo, que por motivos religiosos el pueblo paquistaní simpatiza con el gobierno fundamentalista de Afganistán, y podría sublevarse contra sus propias autoridades en rechazo a los estadunidenses y en solidaridad con sus vecinos. Al mismo tiempo, hacia el noreste de su territorio, Pakistán disputa con India el territorio de Cachemira, y diversas escaramuzas bélicas en los últimos años han puesto de relieve el peligro de una guerra contra el gobierno de Nueva Delhi, en la que podrían ser empleados artefactos nucleares. Los soldados de la OTAN ejercerían, en este aspecto, una función disuasiva.
Por último, y éste es el aspecto menos atendido y más inquietante, hacia el noreste Afganistán hace frontera, en una porción pequeñísima, con la república autónoma de Sinkiang, perteneciente a China, el mayor enemigo económico de Estados Unidos, y contra el cual, desde hace años, el Pentágono prepara una guerra de grandes dimensiones.
Al invadir Afganistán y colocar tropas y armamento en la frontera de China, Estados Unidos habrá dado un significativo paso al frente en busca de este objetivo estratégico. Y lo dará con el apoyo conjunto de Rusia, Pakistán y la India, en alianza militar con las naciones de la Unión Europea y con el respaldo político de una enorme porción de la humanidad, América Latina incluida, por supuesto.
2 VAMOS AL FRENTE... DIPLOMATICO
Quienes insisten en que Israel es el principal beneficiario del ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono, no se equivocan. "Desde el 11 de septiembre las fuerzas militares israelíes han invadido Jenín y Jericó, y bombardeado repetidamente Gaza, Ramallah, Beit Sahour y Beit Jala, causando enormes daños materiales y muertes de civiles", escribió Edward W. Said el jueves en este diario.
No debe descartarse, por ningún motivo, que en el instante en que principie la invasión de Afganistán, y la CNN nos atornille al sillón para mostrarnos, como dijo Bush el jueves, los aspectos "visibles" del embate, Israel intensifique sus acciones agresivas contra los palestinos, lo que contribuirá a agudizar la tensión mundial, con sus consecuentes repercusiones en los mercados.
Pero a mediano plazo, cuando las actividades militares se conviertan en parte de nuestra nueva cotidianidad, el conflicto se desplazará al terreno de la diplomacia, donde Estados Unidos, la Unión Europea, China y Rusia deberán formalizar las nuevas reglas del juego político mundial, a fin de pactar las condiciones del rearme ?probablemente nuclear? que se avecina y que serán indispensables para preservar la larga duración del conflicto.
Es en este terreno, el de la diplomacia, donde México tendrá una importante tarea que cumplir, si sabe preservar desde ahora una posición neutral inspirada en los principios tradicionales de su política exterior, siempre y cuando rechace el papel del Gran Puerto Rico que quiere atribuirle, a tontas y a locas, el gobierno de Vicente Fox a través de su canciller Jorge G. Castañeda.
3. TERRORISTAS LOCALES
Uno observa el mapa de la guerra que está a punto de estallar y piensa: qué diablos tiene que hacer México en ese circo. En forma aparente, pero sólo aparente, el gobierno de Fox, en un acto que lo presenta supuestamente sensible al diluvio de críticas que han caído en estos días sobre Castañeda, manda al frente al secretario de Gobernación y sienta en la banca al de Relaciones Exteriores. ¿Para qué?
En primer lugar, para salvar a Castañeda. En segundo, para mantener intacta la línea que está desarrollando el canciller con la completa aprobación de su jefe, el Presidente de la República. Pero en esta obvia maniobra, el jefe de la política interior finge que somete al jefe de la política exterior, y aprovecha la circunstancia para congraciarse él mismo, de una manera más eficaz, con Estados Unidos.
Así, por instrucciones de Santiago Creel, el gobierno estipula que será el Senado (Diego Fernández de Cevallos, Manuel Bartlett y Jesús Ortega) la instancia que definirá la posición de México en el conflicto, en coordinación, desde luego, con el titular del Ejecutivo federal. ¿Y qué elemento introduce Creel en esta coyuntura? El más peligroso, el más indeseable, el más injusto.
En una declaración de prensa formulada el miércoles, Creel señaló que "la misma fórmula de coincidencia" entre el Ejecutivo y el Senado deberá aplicarse ante los grupos armados que existen en México. "Hablo de los grupos subversivos porque son cuestiones en las que vamos a requerir un acercamiento con el Congreso de la Unión, de tal suerte que podamos decir a una sola voz, todos, no a la violencia, no al terrorismo, no a la subversión y no a los cambios a través de las armas", dijo, textualmente, el señor de Bucareli (La Jornada, 20 de septiembre, página 23).
Tratando de ser más listo que Castañeda, deseoso de conquistar la simpatía de la Casa Blanca, Creel emplea en estos momentos la palabra clave, "terrorismo", y su oferta a Washington resulta obvia: la mejor manera en que México puede ayudar a Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo mundial es eliminando a sus propios "terroristas" locales.
En la mentalidad de Creel, según se infiere de sus palabras, si la guerra en Afganistán traerá cuantiosos beneficios para los países ricos de Occidente, México ?que según Fox está a punto de incorporarse al Grupo de los 8? sacaría enorme provecho si, al calor de la tercera guerra mundial que se vislumbra, aplasta de una vez el "terrorismo" en el sureste y acelera los trabajos del Plan Puebla-Panamá.
4. EXIGIR LO IMPOSIBLE
Herido por el atentado terrorista más espantoso de todos los tiempos, Estados Unidos le debe al mundo muchas explicaciones. El ataque a las Torres Gemelas probó que una crisis mayúscula de la seguridad nacional fue capaz de hacerle bajar la guardia al aparato de defensa interior de la nación mejor armada del planeta. Esa es la gran lección del 11 de septiembre en términos estratégicos.
El Estado Mayor del ejército estadunidense cometió un error inmenso en este sentido. Sin embargo, el gobierno de Bush no ha intentado hacerse la menor autocrítica ni llamar a cuentas a los generales y almirantes que incumplieron el deber de proteger las instalaciones del Pentágono. ¿Quiénes son esos altos jefes? ¿En qué fallaron específicamente?
Hubo, asimismo, un grandísimo fracaso en los servicios de inteligencia de aquel país. ¿Por qué nadie, en la prensa estadunidense, ha mencionado esta pifia, ni pedido que se sancione a los culpables o que se les investigue como presuntos cómplices de los autores materiales del ataque? En la medida en que estas preguntas no encuentren respuestas, crecerá la sospecha de que la maquinaria militar de Occidente consintió, de algún modo, una catástrofe que va a reportarle gigantescos dividendos económicos.
México no puede apoyar acríticamente a quienes, desde la cumbre del poder mundial, no se autocritican. México debe exigir coherencia, sensatez, cordura, y privilegiar su participación en los foros internacionales, para demandar que las potencias de Occidente desaprueben las operaciones de guerra que están en curso.
¿A qué tipo de represalias debe temer un país que comparte 3 mil kilómetros de frontera con el gigante? Si las sanciones por nuestra negativa de apoyar a Estados Unidos se traducen en peores condiciones de vida para los mexicanos, las consecuencias serán aún más graves para Washington, tanto en el terreno de las finanzas como del flujo migratorio hacia el norte.
El gobierno de Bush requiere de un traspatio que se mantenga en paz y en orden, y México debe obtener provecho de ello. Si prospera el enfoque de Creel y al fragor de la guerra mundial se agudiza la guerra en el sureste mexicano, todos los habitantes del país sufriremos las consecuencias y habremos de pagarlas con mayor inestabilidad política, económica y financiera. Y eso, hay que convencer de ello a Castañeda, a Creel y a Fox sobre todo, tampoco le convendría a Estados Unidos. Seamos realistas: exijamos lo que parece imposible.