SABADO Ť 22 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť Promueven en el Pentágono bombardeos a bases terroristas en Irak, Líbano y Siria
Demandan ampliar la "nueva guerra" para derrocar a Saddam Hussein
Ť Ex funcionarios estiman podría ser concluida la "agenda no terminada" de la Guerra del Golfo
Ť Advierte Powell que "ataques múltiples" pondrían en peligro a una coalición contra el terror
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 21 de septiembre. El presidente George W. Bush se comprometió esta semana a declararle la guerra a "cualquier na-ción" que albergue a terroristas, pero convertir esta retórica en ac-ción ha generado un intenso debate al interior del propio gobierno, en particular sobre las consecuencias de ampliar la acción bélica más allá de Afganistán, a países con supuestos campamentos terroristas como Irak, Líbano y Siria.
De acuerdo con versiones, el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, está promoviendo una estrategia de ataque contra supuestas bases terroristas en Irak, Líbano y posiblemente Siria.
Aunque funcionarios del gobierno de Bush dicen que no hay mu-chas pruebas que vinculen a Bagdad con los ataques del 11 de septiembre contra Estados Unidos, Wolfowitz y otros asesores de la oficina del vicepresidente Dick Cheney sostienen que la "nueva guerra" contra el terrorismo debería incluir ataques contra países que de forma consistente han permitido a organizaciones terroristas establecer bases en sus territorios.
Para algunos, en particular los veteranos del gobierno de George Bush, padre del actual mandatario, un beneficio adicional es que podrían concluir la "agenda no terminada" de la Guerra del Golfo y deshacerse de Saddam Hussein.
"Creo que el presidente lo dejó claro hoy: se trata más que de una organización, se trata de más que un solo acto", comentó Wolfowitz al New York Times esta semana.
Bush, en su discurso del jueves ante el Congreso, dijo que la nue-va guerra contra el terrorismo no terminará con una sola victoria: "Nuestra guerra contra el terror empieza con Al Qaeda (la organización que dirige Osama Bin La-den), pero no termina ahí. No finalizará hasta que cada grupo terrorista con alcance global haya sido encontrado, detenido y derrotado".
Consecuencias diplomáticas
Pero el secretario de Estado, Colin Powell, ha advertido en privado que tal acción militar podría tener consecuencias diplomáticas que harían peligrar el apoyo internacional al esfuerzo estadunidense, y hasta minar la construcción de la nueva coalición mundial contra el terrorismo internacional.
Powell señaló que "ataques contra objetivos múltiples" a lo largo de Levante se percibirían como si Washington estuviera llevando a cabo una guerra contra el Islam, reportó el Washington Post hoy.
El secretario de Defensa, Do-nald Rumsfeld, negó versiones so-bre desacuerdos en el gobierno so-bre a quién atacar: "No se está de-sarrollando una desavenencia dentro de la administración", declaró a NBC, y agregó que "los departamentos de Estado y de Defensa y el presidente están, todos, sobre la misma hoja de música".
Pero otras fuentes dentro y fuera del gobierno del presidente Bush reportan que los desacuerdos son muy reales. Parte de la tensión in-terna es resultado de los diferentes papeles del Departamento de Es-tado y el Pentágono.
La función principal del secretario de Estado Powell es construir un amplio apoyo internacional pa-ra la guerra contra el terrorismo, y mientras que Estados Unidos no se preocupa directamente por las respuestas de los gobiernos de Si-ria, Líbano e Irak, los ataques contra esos países podrían dificultar las maniobras de apoyo a la guerra de los regímenes de Arabia Saudita, Egipto y otros aliados firmes de Estados Unidos.
Al mismo tiempo, funcionarios del Pentágono están enfrentando dificultades para identificar los blancos para la nueva guerra, pero después de décadas de conflictos armados y pobreza extrema hay muy poca infraestructura que val-ga la pena bombardear o atacar -de alguna forma- en algunas de las naciones que podrían ser objetivos, como Afganistán.
A la vez, una serie de asaltos militares coordinados contra su-puestos campamentos terroristas en tres o cuatro países, brindarían el tipo de respuesta militar visible para dar credibilidad al comienzo de esta "nueva guerra".
Pero Wolfowitz, el subsecretario de Defensa, también cree, según versiones periodísticas, que es hora de terminar con la inconclusa Guerra del Golfo y deshacerse de Saddam Hussein.
Un alto funcionario del gobierno informó al New York Times que Wolfowitz está "más interesado en bombardear Irak que en bombardear Afganistán".
Esta posición fue apoyada esta semana cuando Jeane Kirkpatrick, la ex embajadora de Estados Unidos ante la Organización de Na-ciones Unidas, envió una carta firmada por 37 ex altos funcionarios para señalar que "aun si las pruebas no vinculan a Irak de forma directa con el ataque (del 11 de septiembre), cualquier estrategia dirigida a la erradicación del terrorismo y sus patrocinadores debe incluir un esfuerzo determinado para remover a Saddam Hussein del poder".
Powell ha argumentado firmemente que esa maniobra sería contraproducente. Analistas señalan que hay amplia simpatía en Medio Oriente por la población de Irak, que ha sufrido 10 años de sanciones que han provocado, según diversos cálculos, cientos de miles de muertes.
Pero los desafíos de la "nueva guerra" contra el terrorismo son más evidentes en la política estadunidense hacia Irán.
El Departamento de Estado re-porta que Teherán apoya a varios grupos que están en la lista oficial de "organizaciones terroristas", incluyendo Hezbollah en Líbano y el grupo palestino Hamas y Ji-had Islámica.
Pero los funcionarios no desean atacar ahora a Irán, en parte por la presencia de una tendencia reformista en el gobierno (la cual ex-presó su simpatía a Estados Unidos después de los ataques contra Washington y Nueva York) y por la larga frontera que ese país islámico comparte con Afganistán.
Este debate interno continúa. Bush, se informó aquí, se reunirá nuevamente este sábado con su equipo de seguridad nacional, para diseñar las primeras acciones de la "nueva guerra".
Pero la interrogante aún persiste: Ƒcontra quién?