EL FORO
Ť Carlos Bonfil
El sacrificio de una madre
EL SACRIFICIO DE una madre,
título de telenovela que se le impone en español al primer
largometraje de la realizadora francesa de origen islandés Solveig
Anspach, no debe de modo alguno desalentar al espectador, ni hacerle temer
el peor de los melodramas. El título original, Haut les coeurs!,
significa simplemente ¡Animo!, expresión de aliento que refleja
con acierto el espíritu de la cinta y de paso alude a la respuesta
confusa, instintiva, que ofrece una persona al descubrir que un ser cercano
padece una enfermedad que amenaza su existencia.
EN UN RELATO autobiográfico, la directora, quien confiesa haber sobrevivido al cáncer, presenta el caso de Emma Stern (Karim Virad), joven artista que durante su embarazo descubre que alberga, en su seno izquierdo, un tumor maligno en etapa avanzada. El dilema moral es inmediato: ¿Conservar o sacrificar al ser procreado? ¿Aceptar las recomendaciones médicas o decidir según su libre albedrío mantener la íntima compañía de ese ser? A través de esta historia y de este dilema, Solveig Anspach transmite, de manera por demás sobria, la determinación de una mujer que sabe sus días contados y el contacto extraordinario que establece con el ser fecundado, emblema de vitalidad en el marco de una incontenible degradación física. La realizadora lanza una mirada cruda, desapasionada, al sistema médico y hospitalario que conoce de primera mano.
PARA ANSPACH, cuyos trabajos anteriores han sido documentales, resulta primordial mantener un registro realista. De esta forma, técnicos y actores se aventuran de modo directo en el territorio de la enfermedad y en sus santuarios. Las rutinas médicas se describen con exactitud y minucia, y el efecto de veracidad es sorprendente. Karim Virad muestra gran solvencia para encarnar el modelo, algo intimidatorio, de la propia realizadora enferma. No hay tanto la crudeza e inmediatez de una cinta clásica en el género, El hocico abierto (La gueule ouverte, 1973), de Maurice Pialat, con su recuento de transformaciones radicales en los personajes que rodean a una enferma de cáncer, y sí la descripción detallada de las actitudes voluntariosas de una mujer decidida a dominar y vigilar estrictamente la evolución de su propio padecimiento. Anspach analiza con vigor y delicadeza las relaciones afectivas de Emma, sus sobresaltos morales, su oscilación entre el desencanto y un optimismo renovado, y finalmente su exasperación frente a la tiranía del saber médico y sus múltiples ramificaciones.
ANIMO ES SIN duda la palabra clave en la cinta. Por un lado, el aliento que continuamente recibe la protagonista, por el otro, y esto es lo capital y lo más alejado del melodrama, la exploración de su estado anímico. Esto último señala la distancia entre esta cinta y tantos otros productos manipuladores del cine comercial en la materia. La enfermedad terminal no es aquí un espectáculo conmovedor y a la vez tranquilizante, sino un enigma y un desafío moral plenamente asumido. Es el tema para una comedia, como la estupenda Querido diario, de Nanni Moretti, también autobiográfica, o como esos momentos en los que Emma también elige el humor como otra estrategia de resistencia.