Ť Se estrenó en el Cenart la adaptación de Doehner y Chabaud al texto de Hampton
¿Quién sabe jugar a la moral sexual?, plantea la versión mexicana de Relaciones peligrosas
Ť La puesta en escena recrea la ''eterna guerra entre los sexos'', asevera el director
CARLOS PAUL
Un juego maquiavélico de seducción, ambiciones, egos y, sobre todo, la eterna guerra entre los sexos y el mundo de las apariencias son temas en torno de los cuales gira Relaciones peligrosas, puesta en escena de Walter Doehner, quien con Jaime Chabaud realizó la adaptación del texto dramatúrgico de Christopher Hampton, quien a su vez la adaptó para cine y teatro de la novela Les liaisons dangereuses, escrita en el siglo XVIII por el francés Pierre Ambroise-Francois Choderlos de Laclos, que debe su fama a esta su única novela, la cual fue prohibida en su tiempo al ser ''marcada'' como un texto erótico.
Protagonizada por Diana Bracho, Rafael Sánchez Navarro y Arcelia Ramírez, la obra producida por Argos se estrenó la noche del miércoles en el Centro Nacional de las Artes y las funciones serán jueves y viernes a las 20:30 horas; sábados a las 19 y domingos a las 18 horas, en el Teatro de las Artes del Cenart (Río Churubusco y calzada de Tlalpan, colonia Country Club).
Juegos perversos
La adaptación, comenta Doehner -quien estudió economía, empezó a trabajar en el cine a los 20 años y ha dirigido las telenovelas Nada personal, Demasiado corazón y El amor de mi vida- ''fue casi casi siguiendo la idea de la película, tratando de acortarla, pues el texto es más largo. Nos propusimos entender el texto y respetarlo, narrarlo de manera fluida''.
Y apunta: ''Hay en la dirección escénica una propuesta de estilización y, como gente de cine, de alguna forma pensé en cuadros cinematográficos''.
Son ''más de treinta y tantas escenas'', que desde un principio reflejan el mundo de las apariencias, de una sociedad que tiene como valores la reputación, el honor y la virtud, pero que para la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont, ''personajes absolutamente promiscuos'', tienen escaso o ningún valor.
Para él, seducir a una ''mujer famosa'' tiene como único motivo ''sentir la emoción de verla traicionar sus principios''. Llevar una vida disipada, para él, es tan sólo una debilidad del carácter. Para ella, ''virtuosa en el arte del engaño'', lo importante ''no es lo que la gente dice, sino lo que trata de ocultar''. Para ella, la vergüenza como el dolor sólo se sienten la primera vez y hay que tomar venganza por ser dominadas por el sexo opuesto. Para ambos, ''que disfrutan de la miseria ajena mediante juegos perversos y confabulaciones perfectamente estructuradas'', que seducen para no enamorarse, las palabras crueldad, traición, chantaje, soborno y manipulación forman parte de su vocabulario cotidiano.
Ambos se ríen y juegan con el amor, sin pensar en la posibilidad de enamorarse. ''El arma es el deseo y las reglas se inventan y traicionan a cada paso.'' Sin embargo, ''terminan trágicamente atrapados por esos sentimientos'': ¿quién domina a quién? ¿Quién sabe jugar a la moral sexual?
La idea para narrar esta historia, ''que sobre todo es acerca de la eterna guerra entre los sexos'', dice el creador escénico, ''es que el escenario estuviera siempre activo. Nuestra intención fue que las más de treinta y tantas escenas ya estuvieran como empezadas.''
La puesta combina un vestuario de finales del siglo XVIII, creado por Carlos Roces; la música original de Mario Santos -obras que hacen referencia a las armonías de esa época-, con el concepto escenográfico ''minimalista'' de Gabriel Pascal, quien presenta, en contraste, una propuesta ''moderna y estilizada de los salones parisienses'', toda en color blanco.