JUEVES Ť 20 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Orlando Delgado
El golpe de los mercados
El martes pasado, tres aviones convertidos en misiles golpearon las dos torres del World Trade Center y el Pentágono. El lunes siguiente, la bolsa de valores estadunidense cayó 7.13 por ciento; el martes la caída fue de 0.19 puntos. Ciertamente, se había anticipado que tan pronto se reanudaran las operaciones de compra-venta de activos financieros, se produciría una corrida hacia instrumentos de renta fija.
El comportamiento del lunes pasado confirmó que la prioridad de los inversionistas es reducir sus posiciones de riesgo, independientemente del impacto que esa decisión provoque en la economía, y esto los lleva a vender acciones para comprar bonos gubernamentales. Esta decisión, razonable desde la perspectiva de cada inversionista, se convierte en una nueva tragedia si se observa en conjunto.
La caída del Dow Jones, concentrada fuertemente en las acciones de las líneas aéreas estadunidenses, con pérdidas de hasta 52 por ciento para US Airways, de 50 para Continental y de 40 para American Airlines, golpeó también a las aseguradoras y a algunas empresas financieras. Antes de la apertura, la Reserva Federal (FED) anunció una nueva reducción en la tasa de fondos federales, la octava del año, que la colocó en 3 por ciento; a pesar de la oportuna medida, la bolsa se desplomó, pero es muy probable que de no haberse hecho así la caída hubiese sido mayor.
Las otras bolsas del mundo, que siguieron funcionando durante la "peor semana de Estados Unidos", agregaron a la reducción de sus índices el impacto del ataque terrorista. También funcionó la lógica de protección individual, incrementándose la demanda de oro y de títulos gubernamentales. En septiembre, las tres bolsas de mayor peso de Europa (Frankfurt, Londres y París) han acumulado una reducción de 14 por ciento. Los emisores más golpeados son los aseguradores y reaseguradores y, por supuesto, las aerolíneas, aunque sus pérdidas son mucho menores que las ocurridas en Nueva York.
Este corrimiento mundial hacia posiciones de renta fija impactará el precio de los instrumentos gubernamentales, por ello la reducción de la tasa de los fondos federales y de la tasa aplicada a los recursos para inyectar liquidez decidida por el Banco Central Europeo (BCE); si el aumento de precio es importante, seguramente hacia fines de mes la FED reducirá nuevamente las tasas y lo mismo hará el BCE. El mayor impacto, sin embargo, no será en las tasas, sino en la actividad económica, que ya se encontraba en condiciones recesivas y que ahora seguramente se alargarán.
Se pensaba que la economía estadunidense habría tocado fondo en agosto, pero la información publicada confirma que la caída prosiguió (-0.8 por ciento); probablemente mantendrá ritmos negativos durante el siguiente trimestre, de modo que no será sino hasta el primero o segundo trimestre de 2002 cuando se reanude el crecimiento.
Para nuestra economía, el impacto inmediato ocurrirá en el turismo, que se contraerá significativamente, reduciendo a su vez una de las fuentes de divisas de mayor importancia, lo que incrementará el déficit en la cuenta corriente. El sector industrial seguirá cayendo, ya que la demanda proveniente de la industria estadunidense no se reanimará, lo que provocará reajustes de personal y cierres de empresas. No es un problema anímico, como parecen pensar algunos funcionarios gubernamentales, sino estructural: 90 por ciento de nuestras exportaciones se dirigen a Estados Unidos, no sólo por la demanda, sino porque la economía se ha orientado a abastecer esa demanda y no la proveniente de nuestros propios consumidores. Se han utilizado los bajos salarios, como ventaja competitiva para exportar, sin importar sus efectos sobre el mercado interno. Así las cosas, la recesión mexicana se prolongará hasta el primer semestre del año próximo, con las consecuencias típicas: incremento en el desempleo, contracción generalizada de la inversión, probables ajustes al gasto público. Las autoridades hacendarias mantendrán su política de ajustarnos al ciclo estadunidense, lo que agudizará la contracción de la economía.
El ataque terrorista derribó las torres neoyorquinas, generando incertidumbre en el mundo entero por lo que ocurrirá. Esta incertidumbre incrementa la percepción sobre el riesgo, generando pérdidas que representan una octava parte del valor del mercado accionario. A su vez, esto provoca que la actividad económica se deprima, alargando el ciclo recesivo de la economía mundial. La recesión no se detendrá con la declaración de guerra al terrorismo, aunque en ella participen todos los países.