MIERCOLES Ť 19 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Alejandro Nadal

Nubarrones de una economía de guerra

Las autoridades económicas de Estados Unidos adoptaron en esta semana medidas de guerra para evitar una crisis financiera de magnitudes históricas.

El mejor ejemplo es el relajamiento de las estrictas reglas de la Securities and Exchange Commission (SEC), la agencia regulatoria del mercado de valores en Estados Unidos. Por primera vez en su historia, la SEC recurrió a facultades otorgadas por el Congreso en 1990 y 1996 para cambiar las reglas de operación del mercado de valores en caso de emergencias.

El lunes pasado las emisoras de acciones fueron autorizadas durante cinco días a recomprar sus propias acciones sin restricción alguna. Estas operaciones están prohibidas porque se prestan a manipulaciones de mercado. Las restricciones habituales se relacionan con el volumen (25 por ciento de los intercambios del día) y el tiempo (al abrirse y cerrarse los mercados las recompras están prohibidas).

Además, los fondos de pensiones fueron autorizados a recibir préstamos de bancos afiliados para enfrentar retiros sin tener que vender acciones. El objetivo es reducir la volatilidad del principal mercado financiero del planeta, pero estas medidas no habrían sido adoptadas en tiempos de paz. No hay duda. Estados Unidos está en pie de guerra.

La política monetaria no escapó a esta tendencia. La Reserva Federal redujo la tasa de interés medio punto porcentual e inyectó 80 mil millones de dólares (mmdd) al circuito bancario para enfrentar una eventual crisis de liquidez en el sistema financiero.

Estas medidas se tomaron en coordinación con el Banco Central Europeo (BCE) y los bancos centrales de Canadá, Suiza e Inglaterra para reducir tasas de interés y aminorar el riesgo de una fuga de capitales dada la debilitada posición de inversiones de Estados Unidos.

Las medidas preventivas no pudieron detener la caída de la bolsa el primer día de operaciones. El índice Dow Jones descendió 7 por ciento, mientras el Nasdaq cayó 6.8 por ciento. Pero las disposiciones de SEC permitieron que el segundo día de operaciones se recuperara la estabilidad, aunque no las pérdidas.

El desplome de la bolsa neoyorquina consolida una tendencia que venía dibujándose desde principios de año. Una semana antes se anunciaron las cifras sobre desempleo (4.9 por ciento), así como el crecimiento negativo de la industria manufacturera, por onceavo mes consecutivo. La recesión en Estados Unidos era un hecho, aunque muchos pregonaron una pronta recuperación. Ahora es claro que esa economía entrará en una recesión más o menos prolongada.

Los ataques terroristas también afectaron la política fiscal. Dos días después de los atentados el Congreso autorizó un paquete de 40 mmdd para cubrir el costo del rescate, parte de la reconstrucción y el llamado de reservistas de la Guardia Nacional. Una parte no especificada de los recursos autorizados está destinada al Pentágono.

Hace unas semanas el Congreso anunció que el superávit fiscal proyectado para 2001 se había evaporado. Una de las causas es la caída de 26 por ciento en los ingresos por concepto del impuesto sobre la renta a las empresas. Contablemente el superávit fiscal estadunidense todavía será de 160 mmdd, pero eso incluye el superávit de la seguridad social, que Bush ha prometido no tocar. Si se excluye ese fondo, el superávit es de sólo 9 mmdd.

Durante su campaña Bush prometió no tocar los recursos de la seguridad social por ser indispensables para enfrentar el retiro de la generación de la posguerra hacia finales de este decenio. Pero el 6 de septiembre declaró que "los recursos de la seguridad social solamente deben ser usados en tiempos de guerra". Esa retórica premonitoria es una mala señal.

La previsible expansión del gasto militar puede permitir a la economía estadunidense salir momentáneamente de la recesión, pero no eliminaría el desempleo. La industria militar es intensiva en capital y el costo de generación de cada empleo directo es muy elevado. Por ejemplo, la producción del nuevo avión de combate F-22 Raptor, a cargo de Lockheed Martin o Northrop Grumman (dos empresas que compiten por el jugoso contrato y que el lunes tuvieron ganancias en la bolsa de Nueva York) sólo generaría 3 mil empleos directos a un costo de 37 millones de dólares por empleo.

Si bien la expansión del gasto militar generará cuantiosas ganancias para unas pocas corporaciones, en el mediano plazo conducirá a una pérdida de competitividad internacional, debilitando todavía más la economía. En lugar de invertir en industrias dinámicas, el esfuerzo belicista pondrá mayores recursos en proyectos que no incrementan la productividad.

El problema central para Estados Unidos no es cómo ganar una guerra santa en contra de un enemigo invisible. Su problema número uno es recuperar un crecimiento sano para su economía en el marco de una visión de las relaciones internacionales que permita mantener una paz mundial sustentable y justa, basada en la cooperación y la solidaridad. ƑSerá que el principal adversario de Estados Unidos en este momento es su enemigo interior?