Ť Ofrecerán dos conciertos en el Salón 21
El Flaco Jiménez y Celso Piña unirán ritmo y sentimiento en el acordeón
El regio Celso Piña y el tejano Leonardo Flaco Jiménez, dos acordeonistas de vena popular, y tal vez de los más importantes en la música norteña, unirán ritmo y sentimiento en el Salón 21, contratados por la empresa Music Frontiers, quien hace unos días organizó los conciertos de Baaba Maal.
Bastaría, tal vez, con uno de estos artistas para abarrotar el espacio de Polanco, pero las noches del 15 y 16 de noviembre serán el acabóse cuando el Flaco Jiménez, creador de Sleepytown, exprima su instrumento, alternando Celso Piña, el mejor exponente del vallenato de la ciudad de las montañas, como se conoce a Monterrey.
El Flaco Jiménez ha dado sus servicios a figurones de géneros musicales, como The Rolling Stones. Para algunos críticos, B. B. King es al blues lo que Jiménez al country, música que caracteriza al sur de los Estados Unidos. Dio nueva vida al tex-mex, tan caro culturalmente en la franja transfronteriza.
Para muchos especialistas de pop, rock y country, el Flaco es una referencia obligada por la forma de tocar el acordeón. Nacido en 1939, Jiménez desde muy joven decidió ser músico, impulsado por el sentimiento de Los Alegres de Terán, líderes del norteño tradicional. Ganó el Grammy en 1988, por la mejor canción méxico-estadunidense, compuesta por su padre: Ay, te dejo en San Antonio. Lo volvió a ganar en 1990.
Más tarde, formando parte de los Super Seven, obtuvo otro Grammy en la categoría de música méxico-estadunidense.
Sus amigos a veces lo ven por alguna calle de Texas, echando humo de un cigarro, cargando su acordeón, solo, clavado en sus pensamientos. No obstante de su trayectoria y la calidad de sus interpretaciones y la influencia notable que ha tenido en la frontera, el Flaco Jiménez nunca ha tocado en la ciudad de México y sus discos, poco se distribuyen por estos lares.
Celso Piña
Otro que lleva su acordeón cual Pípila es Celso Piña, el maestro, el rebelde del acordeón que está de moda hoy después de 20 años de picar piedra, en el cerro de la Campana, en la colonia Independencia, en las montañas, donde sus seguidores, sobre todo los chavos de clases pobres, lo han hecho un acordeonista de Hamelin, como lo llamó Carlos Monsiváis.
Pocos músicos en México son tan auténticos como Celso, quien lejos de los reflectores se ha dedicado a difundir la música vallenata o colombiana, "un folclor ajeno a México, pero que yo he hecho nuestro, mío", expresó en entrevista el difusor de Cumbia sobre el río y Cumbia sampuesana, cuya obra hoy conforma una subcultura, con estaciones de radio, canales de televisión, grupos, según lo ha expuesto Nicho Colombia, conocedor y quien ha realizado investigaciones sociológicas con bandas callejeras, como Los Panchitos.
Si algo no tiene fronteras, es la música, en este caso de dos acordeonistas que por diferentes caminos, uno en lo plano, otro en pendientes, han llevado sus respectivos géneros musicales a niveles más que populares. El concierto será un acontecimiento.