Retrospectiva del futuro
Hans Magnus Enzensberger
Bartolomé de Las Casas no fue un revolucionario. No predicaba el cambio de régimen. Su lealtad a la Iglesia y a la Corona está fuera de duda. Luchaba por reivindicar los derechos de los indios como súbditos de una autoridad que él respetaba. Un cambio radical del orden social era impensable, tanto para él como para sus contemporáneos: quería estimular el orden de su tiempo para que se cumpliera de veras con la ideología que postulaba oficialmente. Cualquier organización social incluye una utopía que usa para decorarse, al tiempo que la desfigura. Las Casas no adivinaba que la promesa implícita en aquella utopía --la cual formaba también parte de la idea que del Estado se tenía en su época-- sólo puede realizarse pagando el precio de la revolución, es decir realizarse parcial y temporalmente, y en la medida en que ninguna nueva forma de explotación y dominio la limite o la nulifique.
Las ideas utópicas no eran ajenas a Las Casas. Fue un contemporáneo de Tomás Moro, de Maquiavelo, de Rabelais y de Juan Botero. En 1521 intentó nada menos que fundar su propia Nova Atlantis. Esa empresa ilustra la unidad, la coherencia entre la teoría y la práctica que tan característicamente se advierte en toda su obra. Terminó en rotundo fracaso.
En su audiencia con Carlos V, Fray Bartolomé propuso al emperador fundar una colonia ejemplar "del arado y la palabra" para comprobar que sus principios podían llevarse a la práctica. El emperador le concedió, por decreto, el distrito de Cumaná, en Venezuela, en la inteligencia de que "ningún súbdito español puede entrar armado en este territorio". Las Casas reclutó cierto número de campesinos, equipó su expedición sin armas y empezó a construir su colonia. En poco tiempo el emporio quedó aniquilado por virtud de sucesivos asaltos de soldados españoles y de comerciantes de esclavos, por los levantamientos de los indios resentidos, por el contrabando de aguardiente y por los delitos violentos que no dejaban de ocurrir. Ninguna de las derrotas que Las Casas sufrió lo desmoralizó más profundamente.
La fuerza probatoria del experimento no se ha agotado hasta la fecha. No hay colonialismo pacífico: el dominio colonial no puede fundarse en la palabra y el arado, sino en el hierro y el fuego. Cualquier "alianza para el progreso" requiere de gorilas; cualquier "penetración pacífica" depende de los bombarderos, y cualquier "reformador racional" del tipo del general Landsdale encuentra a su mariscal Ky.
Bartolomé de las Casas no fue un reformista. El nuevo colonialismo, el que hoy sojuzga al mundo pobre, no puede remitirse a él. Pero en la decisiva cuestión de la violencia, Las Casas sigue plenamente vigente: los pueblos oprimidos han emprendido --en sus propias palabras-- una justísima y sancta guerra, por las causas justísimas que tuvieron, como dicho es. Las cuales, cualquiera que fuere hombre razonable y justo, las justificara.
Esta lucha se libra ante nuestros ojos. La guerra de Vietnam es el mejor ejemplo: la dominación de los pueblos ricos sobre los pueblos pobres, descrita por Las Casas, está en juego allá. Los encabezados de los periódicos que encontramos todas las mañanas bajo la puerta comprueban que la destrucción de "las Indias" continúa. La Brevísima relación de 1552 es una retrospectiva de nuestro propio futuro.
Traducción: Christian von Randow
Publicado en 1967, durante la guerra de Vietnam, el ensayo
"Fray Bartolomé de las Casas: retrospectiva del futuro" pretendía
sacar del olvido histórico al padre Las Casas en un contexto anticolonialista
y de denuncia al imperio yanqui. Extenso apólogo a la edición
alemana de la Relación lascasiasna sobre la destrucción
de las Indias Occidentales dirigida al entonces príncipe de Asturias,
y pronto rey Felipe II, para su conocimiento e instrucción, el escrito
de Enzenberger se lee inevitablemente fechado y sin embargo, al igual que
la centenaria obra que comenta, cargado de vigencia. Memoria de un porvenir
antiguo que no deja de alcanzar al mundo una y otra vez, la Relación
habla todavía del presente de Chiapas y de todas las demás
"Indias" que se siguen destruyendo en aras del sometimiento inhumano, el
terror y el lucro.