Ť El juez Gameros pidió un minuto de silencio por las víctimas de Nueva York
Lizardo II, Zulaica y Velázquez no pudieron con los mansos de El Grullo
Ť Entrada récord: 5 mil personas Ť Terminó la Feria Telmex en la Plaza México
LUMBRERA CHICO
En la segunda y, por desgracia, última de la serie de triunfadores de la Feria Nacional del Novillero Telmex 2001 ocurrió todo lo contrario del domingo anterior: hubo alegría, luz y sol en los tendidos, en la arena y en el aire, mientras en la mente y en el ánimo de los tres jóvenes diestros que actuaron ayer todo era frío, oscuridad, relámpagos e incertidumbre.
Los hombres del telefónico gigante metidos a promotores taurinos cosecharon el buen éxito de la pasada función y lograron la mejor entrada de la temporada más chica de este verano. Pero el entusiasmo de más de cinco mil espectadores no bastó para redondear la fiesta, pese a los hermosos y bien armados ejemplares de la debutante ganadería tlaxcalteca de El Grullo, que resultaron de media casta en términos generales y aunque no planteaban mayores problemas estuvieron por encima de los novilleros.
Manolo Lizardo, tapatío de 21 años, Mario Zulaica, potosino de 20, y Atanasio Velázquez, tlaxcalteca de 19, llegaron a la Monumental Plaza México (que en ausencia de Rafael Herrerías volvió a dejar de ser la lóbrega Plaza Muerta que resignadamente padecemos) y realizaron el paseíllo bajo el peso del enorme paquete que significaba para ellos el triunfo alcanzado por sus tres colegas -Mauro Lizardo, Rubén Ortega y Christian Ortega- el domingo precedente. Ninguno estuvo a la altura.
Primo del valiente e inspirado Mauro, que ocho días atrás cortó una oreja toreando como un héroe homérico dentro de la tempestad, Manolo Lizardo mostró valor y cierta calidad en sus ejecuciones con la muleta, pero hasta allí. Zulaica, en su segunda actuación en la México, estuvo helado ante sus dos enemigos, incapaz de emocionarse y mucho menos de transmitir sus inexistentes sentimientos. Y Velázquez, más resuelto, más creativo, fue empitonado sin consecuencias por el quinto a causa de una momentánea distracción.
De los tres, diríase que este último, sobrino-nieto del legendario puntillero Talín, es el único dotado para persistir en la guerra. A su primero lo toreó por gaoneras y con su segundo, en los medios, recreó, el quite de oros de Pepe Ortiz, y aunque el producto final distó mucho de ser excelso, habría que agradecerle el afán de buscar una forma de expresión propia desempolvando las olvidadas suertes de los clásicos.
Tarde para toristas
Bajo la presidencia del juez Manuel Gameros, el paseíllo fue interrumpido por la petición de un minuto de silencio en memoria de "las víctimas de las Torres Gemelas" (sin que nadie se acordara de las del Pentágono) y de otro minuto de aplausos para el recuerdo de Joselito Huerta y Curro Rivera, cuyos familiares recibieron una placa alusiva de parte de Telmex.
Sin toreros capaces ni deseosos de serlo --con la excepción de Velázquez--, el espectáculo corrió a cargo del ganado: un sexteto de novillos de tres años y seis meses, con 450 kilos en promedio, de buena y variada pinta. Libertador, de 430, era un cárdeno de morillo astracanado, aunque indeciso en la suerte de varas, que se dolió toda la lidia y terminó muy apagado en la muleta de Lizardo II, que lo pinchó en todo lo alto y lo tumbó de entera y descabello con audición de aviso.
Independiente, de 406, negro bragado y bien puesto de pitones, fue el más picoso del encierro y terminó comiéndose crudo al inexperto Velázquez, que lo mató mal y oyó otro aviso. Defensor, de 400, cárdeno nevado y meano, se reunió con Carmelo Sánchez en un apretado aunque trasero par de banderillas, que provocó una fuerte ovación. Cadete, de 488, negro zaino, fue el más bravo con el caballo ante el cual rindió la totalidad de sus fuerzas, empujándolo del tercio hasta las tablas, para salir del castigo hecho una estatutua. Soldado, también cárdeno y cómodo de cabeza, tomó una vara arrancándose igualmente de largo y después, con la franela, dio una lidia muy extraña, parándose a la mitad del muletazo, embistiendo cuando nadie lo llamaba ?así empitonó a Velásquez?, y muriendo de una entera fulminante, luego de varios pinchazos, para que el tlaxcalteca saliera a saludar al tercio. Patriota, de 499, cárdeno como sus hermanos, último del encierro, fue el más aplaudido al salir y el más abucheado en el arrastre.
Lo mejor de la tarde, como quiera que sea, fue la ausencia de Herrerías, y eso, como dice el anuncio de Masterd Card, "no tiene precio".