Ť El canadiense Bruce Sweeney escogió la cinta de 1962
El ángel exterminador, de Buñuel, en Talking to pictures del Festival de Toronto
LEONARDO GARCIA TSAO ENVIADO
Toronto, 16 de septiembre. No obstante las doscientas y pico producciones nuevas presentadas en el 26 Festival Cinematográfico de Toronto, la película más emblemática del programa ha resultado ser una dirigida por Luis Buñuel en 1962: El ángel exterminador. Poco sabía el director canadiense Bruce Sweeney al escogerla personalmente para la sección Talking to pictures, que muchos se verían en la misma situación de no poder salir de un lugar. Dado que las actividades se han reanudado de manera muy parcial, en el aeropuerto Pearson, decenas de invitados se encuentran varados en Toronto, buscando formas alternativas de regresar a sus destinos.
Las preguntas usuales de "¿Qué te pareció esa película?" o "¿Qué has visto de bueno?" han sido sustituidas por una repetida hasta el hartazgo: "¿Ya conseguiste vuelo de regreso?".
El documentalista chileno Patricio Guzmán estaba programado a viajar a San Francisco el mismo día del ataque terrorista. Descartada esa posibilidad cinco días después, el realizador ha buscado sin éxito un lugar en un vuelo a París, donde vive actualmente. Con su humor irónico de costumbre, Guzmán dice que ya se la pasa buscando departamento en Toronto y objetos para decorarlo.
Más tremenda fue la experiencia del cineasta venezolano Atahualpa Lichy, quien viajaba a Toronto el mismo martes por lo que su vuelo de Air Canada fue desviado a Terranova, donde permaneció cuatro días sin tener acceso a su equipaje. Al menos Lichy encontró cuarto de hotel en ese pequeño pueblo, pues muchos otros viajeros se vieron forzados a alojarse en la alcaldía, convertida en una especie de campamento de refugiados. Cuando finalmente llegó a Toronto en la madrugada de ayer, Lichy seguía sin saber de sus maletas.
Clima de histeria entre los invitados
Anécdotas así se han hecho tan comunes en el cuartel general del festival, el hotel Park Hyatt, que se ha generado un clima de sosegada histeria entre los invitados extranjeros. La opción de tomar un tren o rentar un auto no es exclusiva de quienes viven en ciudades más o menos cercanas como Nueva York; un representante de Los Angeles hablaba de irse manejando hasta allá. Mientras los europeos contemplaban la posibilidad de subirse a un barco.
El cine ha pasado a un plano muy secundario porque, además, la calidad de la programación ha decaído bastante en los últimos días del festival. O será que nadie tiene el ánimo adecuado. Vaya, ni las películas ganadoras en otros festivales han sido garantía de calidad. El gran premio en Montreal, la iraní Baran, confirma que Majid Majidi sigue practicando la vena más sentimental de ese recalentado del neorrealismo italiano; vaya, hasta Vittorio de Sica se sonrojaría. Por otro lado, el jurado de Venecia debe haber estado bajo la influencia de algún alucinógeno. Sólo así se explica el León de Oro a Monsoon wedding, de la negada cineasta india Mira Nair y el premio especial del jurado para Dog days, con la cual el austríaco Ulrich Seidl hace ver a su paisano Michael Haneke como un filántropo (por no hablar del premio al guión de Y tu mamá también, precisamente el peor defecto de la película de Alfonso Cuarón).
Para desgracia de sus eficaces organizadores, el 26 Festival de Toronto será recordado ante todo por las imágenes espeluznantes de esos dos aviones estrellándose contra las torres del World Trade Center, que hemos visto una y otra vez por los noticiarios televisivos.