lunes Ť 17 Ť septiembre Ť 2001

Iván Restrepo

Talamontes en Baja California

Desde diciembre pasado se cortan árboles en el bosque mediterráneo de San Pedro Mártir, que son transportados hasta las garitas de Tijuana y Tecate para luego ser exportados a Estados Unidos

uando se menciona Baja California, el común de la gente suele identificarla por sus ciudades (Tijuana, Ensenada, Tecate, Mexicali, La Paz, Los Cabos), la zona agrícola de San Quintín, las bahías donde llega a reproducirse la ballena gris, y también la asocia con ese maravilloso muestrario de biodiversidad, único en el mundo, que es el mar de Cortés. Lo demás son extensiones despobladas o poco habitadas por el hombre debido a la falta de agua. Sin embargo, las dos entidades federales que forman Baja California encierran ecosistemas de enorme importancia, donde se hallan desde el borrego cimarrón, incontables aves y lobos marinos, una selecta pesquería hasta el parque nacional Sierra de San Pedro Mártir, que alberga el único bosque mediterráneo del mundo que mantiene una regulación natural de fuegos. Allí se encuentra el Observatorio Astronómico Nacional. Como sucede en el resto del país, los recursos naturales de Baja California enfrentan problemas que atentan contra su sustentabilidad. Un ejemplo de ello ocurre ahora en la sierra.

La región debe su nombre al establecimiento, en 1796, de una misión dominica en la parte sur de la altiplanicie montañosa, 100 kilómetros al sureste de Ensenada. En el norte de la sierra viven los kiliwa, una de las últimas culturas de cazadores recolectores que pervive en la costa del Pacífico. San Pedro Mártir se distingue por una biodiversidad bien conservada debido a que prácticamente ha estado libre de explotación forestal y a los pocos turistas que la visitan.

En 1923 fue decretada Reserva Nacional Forestal, carácter que le fue ratificado, con toda razón en 1951, pues en ella habitan 15 especies de plantas endémicas, 20 subespecies endémicas de aves, y cinco especies y tres subespecies de mamíferos, también endémicos; es decir, solamente se encuentran allí desde el imponente borrego cimarrón hasta el venado bura, el chichimoco, la rata cambista, el murciélago Myotis, la musaraña, el gato montés, el puma y la zorra gris. Igualmente hay nueve especies de coníferas. La Jornada Ecológica dio cuenta de esos tesoros en un número especial (29 de junio de 1998), elaborado gracias al empeño del maestro Horacio de la Cueva. Asimismo, hemos denunciado en este espacio los peligros que corre el borrego cimarrón debido a las políticas erróneas de las anteriores autoridades ambientales federales.

Pero nunca habíamos hablado de los talamontes, porque no existían; sin embargo, ya aparecieron en los dos únicos bosques mediterráneos de México: en las sierras Juárez y San Pedro, donde hay árboles con más de 500 años de existencia que crecen con enorme dificultad por la falta de humedad, pero están protegidos por las normas oficiales mexicanas.

Cada verano los ganaderos asentados en las partes bajas mandan a pastorear en esos bosques 4 mil vacas y caballos, práctica prohibida porque destruye plantas endémicas y pinos jóvenes; los cuidadores del ganado han sido señalados como cazadores de borrego cimarrón y venado, y además han construido cabañas y cercas que impiden la libre circulación de la fauna local.

Se tiene documentado que desde diciembre pasado se cortan árboles de cientos de años, que son transportados hasta las garitas de Tijuana y Tecate para luego exportarse a Estados Unidos. De la tala tienen conocimiento autoridades locales y federales. Enormes pinos, cedros y abetos han desaparecido para siempre. La falta de esa riqueza forestal altera la vida de otras especies que viven y se aprovechan del bosque, como son el murciélago La Grulla, el chicari -pequeña ardilla arbórea única en el mundo-, el chichimoco, el topo ciego y la musaraña adornada.

La tala en San Pedro Mártir presuntamente cuenta con aval de las autoridades estatales, y todo indica que la patrocinan los ganaderos, entre los cuales figura David Meling Pompa, director de Ganadería del estado de Baja California. Las evidencias en ese sentido son sólidas. Además de constituir un atentado a los recursos naturales, que deben cuidarse porque son únicos en el mundo, se trata de delitos claramente penados en la legislación vigente sobre la materia. El maestro Alberto Tapia Landeros, uno de los pilares de la comunidad universitaria y científica de Baja California, elevó recientemente denuncia penal contra los responsables de esa tala. Es de esperarse que la denuncia no duerma el sueño de los justos y no quede en la impunidad lo que ocurre en San Pedro Mártir. De lo contrario, los ganaderos y sus cómplices tendría vía libre para seguir destruyendo el único bosque mediterráneo de México.