Ť El minuto de silencio por la tragedia en EU, sólo rumor entre asistentes al festejo
"Vivan la unidad y la paz", otra expresión de Fox
Ť La Plaza de la Constitución no logró llenarse como en años anteriores
RENATO DAVALOS
La nueva familia política contempló desde los balcones de Palacio Nacional el estallido del nacionalismo, agolpado en un sombrero, en un grito teñido de colores o en un son que vagó en la plaza de las resonancias nacionales, que regateó el eco del viva a la "unidad y la paz" que lanzó un presidente Vicente Fox atrapado en los titubeos del primer año de gobierno.
Huecos inéditos en la Plaza de la Constitución en la noche del 15, una noche de vientos descuidados que acompañaron al rostro mexicano en el primer grito albiazul de los nuevos régimen y milenio.
En las carpas que se tendieron afuera del atrio de la Catedral se recreó el aroma del pozole o del esquite.
A menos de dos horas del grito, la gente apenas había llenado la mitad de la Plaza de la Constitución. Elementos del Estado Mayor Presidencial hacían acto de presencia en las vallas metálicas instaladas a unos metros del Palacio Nacional.
El grupo musical Límite se vestía también de mariachi para reactivar al torrente humano, que ofrecía los sonidos agudos de las cornetas. La cantante Alicia Villarreal arrancó uno que otro alboroto.
En la noche con vientos invernales anticipados salieron a relucir las viseras, el maquillaje, pelucas tricolores y hasta bombines y chorros de nieve seca.
Además hizo acto de presencia la "V" de la victoria que popularizó Fox en un alarde mercadotécnico. Lo que pareció comenzar a sumirse en el olvido es la práctica de arrojar huevos con confeti, ya que poco se vieron.
La bandera nacional desembocó en 20 de Noviembre. En las puntas de la plaza aparecieron las imágenes de La Corregidora, Allende, Morelos e Hidalgo. Los acordes del mariachi Rebelde de Monterrey apenas fueron percibidos.
En el balcón central, el Estado Mayor Presidencial se paseaba en la última revisión. Abajo, la gente se arremolinaba y empezaba a empujar con fuerza. La alerta se generalizó y enviaron refuerzos.
La gente continuó el embate y por momentos venció a los integrantes del Estado Mayor, que se gritaron enfurecidos unos a otros.
-¡Uleeeros! ¡Uleeeros! -gritaba la multitud ante la mirada endurecida de la seguridad, que finalmente pudo imponerse.
La memoria colectiva prometía el estallido catártico del nacionalismo en tiempos de la mundialización, con un globo con la figura de Mickey que se perdió entre los ríos de gente.
El barullo quiso concentrarse en los colores que se visten de nacionalismo. No figuró la preocupación que se convierte en rumor, por momentos oficial, de que habría un minuto de silencio de Fox por los trágicos sucesos en Estados Unidos.
La puerta de Palacio Nacional se abrió momentáneamente y escaparon las luces lúgubres con que el gobierno quiso acompañar a Estados Unidos. Incluso se anticipó que no habría el concierto con el que a veces se prolongaba la fiesta en el patio de honor de la sede del Ejecutivo.
Rodrigo Fox de la Concha apareció en el balcón central media hora antes de la ceremonia. Después se sumaron al hijo menor del Presidente, Paulina y Vicente. Ana Cristina fue la última en incorporarse.
El rumor y el zumbido se imponían conforme se aproximaba la hora. Las luces aceradas acompañaron a la gente que se aventuraba en el "Viva México" que vendría.
El manto de banderas se alzó con el parpadeo de los fulgores que extrañaron al láser. El grito se quedó suspendido en la noche, cuando en la solitaria pantalla gigante Fox y su esposa cruzaban los salones de Palacio, deteniéndose a cada momento a saludar a un secretario de Estado o a Chespirito.
Apenas hace dos años Fox gritó en el Angel de la Independencia, el reducto panista del que se adueñó Manuel J. Clouthier para conmemorar el festejo patrio albiazul.
Pero la plaza no alcanzó a colmarse, como en otros años. Hubo inéditos huecos sobre los portales del gobierno capitalino y al centro mismo.
Pensativo, Fox apareció en el balcón. A la prédica de los vivas a los héroes se sumó el "vivan la paz y la unidad", con que el mandatario quiso solidarizarse con Estados Unidos.
Son los mismos vivas que estallaron en la plaza en un eco unísono, excepto el vacío de extrañeza con que se rehuyó el de la "unidad y la paz".
Fox pulsó con dudas el cordón para hacer repicar las campanas de Catedral. En la noche fría, el grito estalló suspendido en el tiempo.
En el balcón, las mujeres a los extremos. En uno, Paulina y Ana Cristina, y en el otro la señora Martha Sahagún.
Una espiral de luces salió de la Catedral, que nuevamente resistió el humo y la pólvora que se derramó sobre sus torres.
Una fiesta de cohetones, que reventaron en los colores vestidos de nacionalismo y en las nieves sintéticas.
Los Fox, en el gozo del poder desde el balcón de Palacio, ya más relajados después de los titubeos.
El tañido húmedo en Catedral acompañó a la niebla de pólvora que descendió sobre la plaza, desdibujando las efigies patrias y los portales.
Adentro de Palacio, las luces lúgubres y el convivio fugaz que se extendió con el rumor que por momentos tuvo fuentes oficiales de que Fox guardaría un minuto de silencio por los sucesos de Estados Unidos.
Afuera, las palabras reventaban en el verde, blanco y rojo, abrazadas por el eco de las cornetas y los cohetones que seguían el camino extraviado en una noche escampada.
La perturbación apenas fue corregida por la voz de un niño que le reprochó a su padre: "ya ves, pa', no llegamos a ver a Fox!"