SABADO Ť 15 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

ANDANZAS

Moussoux-Bonté

Ť Colombia Moya

EL ENCUENTRO INTERNACIONAL de Teatro del cuerpo, Un cuerpo construido, con sus talleres y presentaciones en Querétaro y en el teatro Jiménez Rueda, respectivamente, con los grupos de Francia, Bélgica, Inglaterra, Brasil y México, sin duda alguna representaron una interesante visión de la concepción y manejo del cuerpo y del espacio escénico que tienen artistas que han usado en mayor o menor medida determinado énfasis en el teatro, la acción dramática actoral, la danza con sus habilidades de mecánica corporal y el lenguaje de la mímica.

CADA UNO DE ellos lo manejó de manera espléndida, lo que representa un aprendizaje muy importante para quienes transitan por la experimentación teatro-danza, amén de los resultados que algunos grupos ya han alcanzado aquí victoriosamente.

ES DECIR, QUE aun después de la experiencia de Philippe Genty con sus marionetas formidables o El café de los ciegos de Canadá, y uno que otro que se me escapa por el momento, en México no estamos tan en arriére, o en la cola de esta corriente de trabajo escénico.

En el terreno del teatro negro se presentó Spymonkey, que aunque nos hizo disfrutar muchísimo con sus habilidades y ocurrencias con un extraordinario sentido del humor macabro, no ofreció novedades sustanciales en lo que espera como teatro del cuerpo. Por supuesto que se usa el cuerpo más que la palabra, la actriz, estupenda, con gran carisma, baila, brinca, se revuelca y se para de cabeza... so what.

EN CUANTO AL trabajo de Mossoux-Bonte -grupo integrado por la bailarina coreógrafa Nicole Moussoux y su pareja, el director escénico Patrick Bonté, dramaturgo y director de escena desde 1985-, en mi opinión ya se encuentra en un alto grado de destilación tanto en el trabajo actoral con secuencias dramáticas, brevemente sugeridas, como en el trabajo corporal, que incluye cinco marionetas a quien Nicole hace vivir de manera real e impactante; no sólo por su tétrica presencia física, sino por la carga, el contenido emocional que conllevan en su línea de desarrollo dramática.

ESTAS MARIONETAS, PEGADAS al cuerpo de Nicolle Moussoux como única intérprete del espectáculo -con un ingenioso sistema de ropajes-, nos dan la impresión de que se trata de varios personajes. Sus inmutables rostros, incluyendo el de ella, también maquillado pálidamente, nos presentan siniestros personajes que con la tétrica música de Christian Genet, la cámara oscura del teatro y la lóbrega iluminación, de golpe nos instala en el horror y el miedo. Un silencio total se apodera del público mientras vamos identificando poco a poco que uno de los rostros es humano. Varias escenas se suceden, a la cual más angustiante, en tanto la sensación de ahogo, opresión y terror invade nuestros corazones. Y es que la Mossoux ha ido desarrollando un sentimiento a lo largo de toda la obra.

UNA ESPECIE DE vampirismo humano, criaturas pegadas a nuestro cuello o espalda irremediablemente y que controlan todos nuestros movimientos, nuestras miradas, al grado de que al final, la angustia y el ahogo, el desprendimiento final también se han apoderado de nosotros. Un manejo auténtico del teatro negro, del teatro danza, más las marionetas, a la manera del teatro de marionetas japonés -bunraku- sólo que ella, quien las maneja, no esconde su figura en ropajes negros en la oscura caverna escénica, sino que es ella misma, otro personaje interactuando con sus rostros de ultratumba. Rostros diseñados a la manera de personajes de la oscura Edad Media: la alquimia, el misterio, la maldad en toda su perfidia, todo un mundo de sugerencias y una emoción que va retorciendo las entrañas, donde estos artistas notables nos encajan el miedo, el verdadero miedo. El de aquellas personas que con virulencia y tenacidad absorben de otras personas el aliento, el pensamiento, el hálito divino, la luz, el aire... todo, dejando nuestros cuerpos casi sin vida, pálidos y en extrema languidez, muertos vivientes sin sonrisa, ni alegría. Esto y mucho más presentan en su espectáculo estos excelentes artistas.

UNA FUSION PERFECTA, un verdadero teatro del cuerpo, sin palabra alguna, donde el único personaje, ella, es bailarina, actriz, titiretera y artista de poderosa personalidad y proyección. Patrick Bonté no quiso salir a la nutrida ovación que se llevó Nicole. ¡Qué pena! Hubiéramos conocido la otra parte de la mancuerna prodigiosa, un matrimonio creativo perfecto al que auguramos muchos más éxitos.