SABADO Ť 15 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Ť Presentan la colección Las cien clásicas rancheras

Aún tengo mi falsetito igual o mejor, asegura Miguel Aceves Mejía

ARTURO CRUZ BARCENAS

Miguel Aceves Mejía, el amo del falsete (nota falsa), llegó el pasado jueves al restaurante bar El Penacho de Moctezuma, cerca del Metro Popotla, a unos pasos donde El árbol de la noche triste aún es historia visual. Con sus 90 y tantos abriles, el cantante otrora galán de cine luce, como siempre, su mechón blanco.

acevesmejia"Soy el último", dijo refiriéndose a que la camada de grandes de la canción ranchera es legado, cultura, memoria, sentimiento popular, pero ya casi todos muertos, menos él, quien ha sorteado las enfermedades de la vejez.

Tipazo, llega con un sombrero del tipo de los que usaba Frank Sinatra, un traje impecable oscuro. Saluda a los presentes; se gana un aplauso. Es el invitado de honor de la presentación de una colección de cuatro discos bajo el título de Las cien clásicas rancheras, trabajo cuyo concepto se debe a Jorge Avila, experto musical y quien conoce la riqueza del catálogo de BMG, antes RCA, la marca del perrito.

Mucho ha deambulado Avila por los pasillos de esa disquera que tiene gran parte del pasado musical de México. El material que ahora logró contiene temas de otras disqueras. Realizó los trámites para que formaran parte de estos discos que muchos escucharán en estas fechas masiosares.

Aceves Mejía vive y es una fortuna oírlo relatar anécdotas que provocan cosquillas en el estómago, como esa en la que cuenta cómo descubrió a Lola Beltrán, o aquella en la que abrió las puertas de la fama a José Alfredo Jiménez. No era envidioso y en los tiempos de entonces, hacia mediados del siglo pasado, los artistas se echaban la mano, calidad mediante.

El México del joven Miguel Aceves Mejía era bohemio y pleno de bonhomía. Bromeaba Miguel en los pasillos de la W con Pedro Vargas, con las bellas cantantes. Vio nacer y morir a las estrellas del género ranchero, del bolero y sus variantes, como Javier Solís, Francisco El Charro Avitia, Amalia Mendoza La Tariácuri, Cuco Sánchez, Tomás Méndez.

"Se me adelantaron Cuco (Sánchez) y Tito (Guízar)", comenta Miguel de quienes fueron sus amigos y paseó en las famosas caravanas de los artistas, que iban de ciudad en ciudad, de teatro en teatro, de carpa en carpa. El arte a primera mano, sin mediaciones, cerca del pueblo.

Mientras cuenta lo que son tan sólo unos detalles de una vida rica en experiencias, Miguel se suelta con unos falsetes, nada más para que vean que aún hay aire en esos pulmones y que hay garganta para rato.

Parte de esa historia se encuentra en esas cien canciones de la colección presentada por Jorge Avila.

Difícilmente podrá hallarse algo tan completo e inclusive con algunas rarezas, por las versiones, como Negra cruz, de Las Hermanas Padilla; No soy monedita de oro, en la voz de Gloria Trevi; Acá entre nos, en la voz de Martín Urieta, hasta completar cien rancheras que hoy son clásicas, en los sentidos estrecho y amplio.

Al oír a Miguel Aceves Mejía los asistentes no pueden evitar aplausos espontáneos, por la emoción de tener enfrente a ese viejo maravilloso que asegura que "aún tengo mi falsetito igual o mejor".