Ť Las rolas parecían improvisaciones caseras
Pese al esfuerzo, Música para despertar no logró despabilar a los capitalinos
JUAN JOSE OLIVARES
Música para despertar, como se llamó al concierto efectuado la noche del jueves en el teatro Metropolitan, que fusionó sonidos de oriente y occidente, poco pudo hacer para despabilar a los defeños sobre un descubrimiento espiritual a través de la música, no obstante el esfuerzo de los intérpretes y el buen propósito por traer a México "algo diferente".
Pese a la buena intención de crear una fusión entre lo que desarrollan los músicos y monjes de la India de la orden del Bhagavad y roqueros latinoamericanos de importancia como Gustavo Ceratti, Ely Guerra, Tito, de Molotov, y Ritacantalagua, de Café Tacuba, el ambiente se sintió desangelado en el inmueble del centro ?casi lleno?. Asimismo, las intervenciones conjuntas parecían improvisaciones caseras que obviamente salieron a flote por el profesionalismo de los artistas y el cariño que la gente les tiene.
Sólo cuando aparecieron los Yatra, con sus invocaciones religiosas para que el público bailara el Bharatnatyam (danza tradicional) en dos o tres canciones, fue cuando la gente se levantó de sus butacas. Bueno, algunos aparentemente relacionados con la organización del evento tampoco lo hicieron porque iban de un lado a otro como checando que todo saliera bien, sin saber que provocaron un espantoso baile de sombras que distrajo la atención en un sector del teatro.
Fueron casi dos horas de concierto que inició con la participación de Tito y Los Panthers, movilizando los aparatos electrónicos para concebir una atmósfera etérea y "el despertar de la fuerza creadora" al ritmo de una pantalla gigante que proyectaba imágenes ácidas relacionadas con uno de los elementos naturales: la tierra. Dos rolas ambient que alentaron a los escuchas.
Le secundó una entusiasta Ely Guerra, que se mostró como poseída por los mantras al regalar también dos piezas, una "a pelo" con su angelical vocecilla y otra acompañada de su guitarra; ambas causaron el erizamiento de piel. La compositora representaba el agua, el movimiento; la remembranza de nuestra esencia líquida se hizo acompañar por un trío de cuerdas (Roberto Rivadeneyra-violín; Hugo Saldaña-viola; y Brenda García-chelo) con los que hizo el primer llamado para los anacoretas hindúes.
El fuego fue caracterizado por Ritacantalagua -en complicidad con Edy, Teo de los Liquits y Daniela-, con más intención que con idea de presentar algo diferente. Rubén se colgó la guitarra, que suave acompañó a las percusiones e invitó a Ely a cantar una de sus rolas. Mostró además la "destrucción y renovación que ofrece el fuego", pero ese mensaje no se pudo percibir.
Tocó turno a ''el rey'' Gustavo Ceratti; así le gritaron cuando lo vieron salir todo vestido de blanco para no salirse del orden y coger su guitarra, con la que agradeció el cariño de los mexicanos al regalar dos canciones, una acompañado de Ritacantalagua y otra con la evocación para "meditar y ser uno su propio altar". Espiritualidad íntegra del argentino.
Aparecieron luego los monjes para diluir sus oraciones al compás de la citara y las tablas que invitaron al movimiento corporal, con la incorporación de los intrumentos occidentales como la guitarra, bajo, batería y samplers para "reconocernos como un solo cuerpo" y la presencia incitadora de Gustavo, Ely, Rita y Tito, así como de los demás músicos (Enzo, Chino, Juanito, Mike, Dinorah, Ana y Mayra). Sin embargo hizo falta ese factor detonante que atrapa al escucha y lo envuelve en olor, sabores y sonidos que crean atmósferas de real meditación, que era el propósito esencial de este viaje que fue muy terrenal y un tanto escueto.