SABADO Ť 15 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Armando Labra M.

Justicia, venganza. Etica del terror global

Entre las muchas amargas lecciones que nos arroja el deplorable y sangriento ataque a los símbolos supremos del poder estadunidense el martes pasado, una consiste en que estamos ante la inauguración de una nueva ética del terror y quizás de la guerra como resultado de la mal llamada globalización.

Así como se ha venido intentando encajonar, forzar, al planeta en un proceso globalizador, que no es tal porque sólo beneficia a minorías ultraprivilegiadas dentro de países opulentos; la desigualdad y la miseria que provoca esa sí se desparrama masivamente por todas partes. Y sin solución ni esperanza para demasiada y cada vez más gente, tanto de los países ricos como de los pobres.

Esa verdad dramática es una de las explicaciones profundas de la espeluznante ética del terror global que comenzó en Nueva York el pasado martes. Ya nada será igual a partir de entonces, incluso, quizás para bien.

El acto de terror evidencia que las tácticas de guerrilla pueden ser trasladadas a nivel global causando estragos sin parangón en la historia. En la medida que persistan y sigan aumentando las desigualdades sociales por doquier, y que el predominio hegemónico siga desconociendo los trastornos sociales, ecológicos y estratégicos que ocasiona, será inevitable que proliferen tal tipo de acciones. Son coproducto de la injusticia que por lo visto tiene la aptitud de responder con irracionalidad e impunidad igual o mayor a las fuerzas que la generan.

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En los momentos críticos emergen siempre los signos de grandeza o miseria de los pueblos y los gobernantes. La Comuna de Nueva York se ha mostrado heroica en sus intentos por mitigar el desastre. De otra parte, hemos visto a un presidente Bush huidizo, mediocre, incapaz de convocar a otra cosa que a la venganza.

Un senador de apellido Wagner, desde el Pentágono en llamas, hizo a través de las pantallas de televisión un llamado muy importante el martes pasado. Apeló al sentimiento de grandeza del pueblo de EU para superar el momento de desolación. Transmitió el lúcido mensaje político de que, en momentos tan dolorosos, es necesario discernir entre los ímpetus de venganza y la demanda de justicia. Y tiene razón.

Venganza es lo que motivó a los terroristas y grave será reaccionar con esa misma lógica irracional: explotados en aviones-bomba aniquilan a otros explotados en edificios de oficinas. Como nación que busca ser ejemplo, la grandeza de los líderes de EU debe girar en torno a la acción justiciera, no a la vendetta.

Un indicador importante de una respuesta más vengativa y desesperada que justa y visionaria, es la cerrazón inmediata de las fronteras. Eso afecta a México y a Canadá en forma inmediata. El esfuerzo cuestionable de encaramar nuestra economía a la de EU y de ella depender en más de 80 por ciento de nuestro comercio exterior cobra desde el miércoles una costosa factura. No sólo por razones de seguridad sino esencialmente por la contracción de la economía estadunidense, se yergue una inmensa barrera proteccionista instantánea que corta de súbito el comercio, el turismo y el flujo laboral entre México y ese país, en desfavor nuestro.

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La señal que nos envía la reacción primaria de EU es congruente con medidas aislacionistas en materia ecológica y táctica antimisiles, entre otras. En ese ejercicio de introyección que ya realiza el gobierno de EU debe sopesar la posibilidad de que, como en otras ocasiones, sean actores internos los que hayan generado las atrocidades del martes 11. Son reconocidos 64 grupos antigobiernistas dentro de ese país que se han venido armando, que entrenan en forma organizada y que sostienen que sus gobiernos, desde hace mucho, están en manos de comunistas que es preciso derrocar. Así de locos hay.

No pocos ex combatientes del ejército de EU militan en esos grupos fanáticos y ciertamente son capaces de realizar los daños que consternan al mundo hoy. El propio Osama Bin Laden, terrorista internacional que hoy se presume culpable del atentado de las torres gemelas, ayer fue capacitado por expertos de EU para hostigar a los rusos en Afganistán. En una sociedad que padece la matanza de niños por niños en las escuelas, la descomposición da para cualquier cosa.

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Terroristas que con cutters y cuchillos logran un holocausto semejante, que están altamente preparados moral, militar y técnicamente para realizar un plan macabro preciso y morir por él, mostrando la vulnerabilidad del más poderoso, serán consignados por los historiadores del futuro como los protagonistas de un parteaguas cuyo desenlace es hoy imposible de prever.

Una primera lección es clara: son tiempos en verdad de recapacitar a profundidad sobre las verdaderas raíces de tan sangrientos hechos, tiempos no de venganza y medianía sino de justicia, de grandeza de miras y de reconsiderar el destino común no para aguardarlo inmovilizados por la desesperanza y menos aun por la violencia prepotente, sino para construirlo, ahora sí, entre todos, para todos.

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