Espejo en Estados Unidos
México, D.F. jueves 13 de septiembre de 2001
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Editorial
 
MEXICO ANTE EL TERRORISMO EN EU

SOLLos trágicos y repudiables sucesos del martes en la costa este de Estados Unidos han generado desde el primer momento consecuencias negativas para la economía mexicana y, de acuerdo con los datos disponibles, las seguirán generando. 

La intensificación de las medidas de seguridad en la frontera común entorpece las exportaciones nacionales hacia el país vecino y la transportación aérea y las operaciones aeroportuarias en territorio mexicano se encuentran severamente alteradas. Y es previsible que los fenómenos equivalentes en Estados Unidos impactarán negativamente el mercado turístico nacional. 

En términos generales, el cierre indefinido de los mercados bursátiles neoyorquinos introduce elementos adicionales de desactivación y empantanamiento en la de por sí alicaída economía mundial y, por consiguiente, en la de nuestro país.

Se ha hecho evidente que las intenciones de propiciar el libre comercio contenidas en el discurso hegemónico y casi obsesivo de la hora actual ocupan un lugar secundario en la escala de prioridades y que por encima de ellas estarán siempre las consideraciones estadunidneses en materia de seguridad nacional. Eso vale para México, Canadá, el resto del continente y para las otras regiones del mundo. 

Por otra parte, resulta obligado constatar el impacto de situaciones como la que vive desde anteayer Estados Unidos en el escenario de una economía crecientemente globalizada. El gobierno de Washington tiene todas las razones y justificaciones para concentrarse en la reparación de los daños, el auxilio a víctimas y el refuerzo de sus defensas, pero ello no debería colocar a sus socios comerciales en circunstancias críticas, como ha ocurrido con nuestro país, con el resto de Latinoamérica, con la Unión Europea --cuyo Banco Central hubo de inyectar fondos adicionales para mantener en funcionamiento a los mercados financieros--, así como Australia, Corea del Sur, Singapur y Tailandia, entre muchos otros.

En otro sentido, es previsible que los atentados terroristas que sacudieron al país vecino y al mundo refuercen y potencien las presiones estadunidenses orientadas a convertir a sus vecinos geográficos --Canadá y México-- en valladares estratégicos, de manera similar en la que Washington ha buscado que nuestro país funcione como barrera migratoria ante los flujos de centro y sudamericanos hacia territorio de Estados Unidos. 

No es descabellado en esta perspectiva que, con el pretexto de la lucha antiterrorista, en breve el gobierno mexicano deba hacer frente a iniciativas para conformar un triángulo militar en América del Norte o que reciba invitaciones para integrarse a mecanismos transnacionales de seguridad. 

Ante esta posibilidad es pertinente recordar que, sean cuales fueren las razones profundas de los ataques criminales ocurridos en Nueva York y Washington --hasta el momento desconocidas-- se trata, en todo caso, de problemáticas que corresponden a los ámbitos de las políticas internas o externas de EU, en las cuales los mexicanos nada tenemos que ver.
 

 

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