jueves Ť 13 Ť septiembre Ť 2001
Soledad Loaeza
En el reflejo del gigante
Las consecuencias para México del ataque terrorista en contra de Estados Unidos pueden ser gravísimas. La contigüidad geográfica nos coloca en el área de seguridad estratégica de los estadunidenses. Esto significa que nuestro país es una inevitable extensión en los planes de defensa del territorio del gigante herido. Si, como se ha dicho, Estados Unidos está en guerra, México está de manera irremediable en la zona del enfrentamiento: su seguridad está en juego. Es de suponer que nuestro país no es blanco de ataque de los enemigos de Estados Unidos; sin embargo, la estabilidad y predicibilidad mexicanas son condiciones necesarias para que los estadunidenses puedan dormir tranquilos. Su gobierno no puede tolerar la posibilidad de que México sea un trampolín para otros ataques similares. De ahí que sea previsible que las autoridades estadunidenses enfaticen su determinación de participar activamente en el proceso de toma de decisiones del gobierno de Fox. Suponer que Washington va a permitir que México decida solo su política de seguridad nacional, migratoria, de combate al narcotráfico o su política petrolera es una ingenuidad. Ahora bien, toca al gobierno mexicano diseñar una estrategia inteligente y creíble para mantener en esta situación adversa la posibilidad siquiera de que esos asuntos sean materia de discusión bilateral, de manera que mantenga presentes intereses nacionales; aunque es cierto que primero tendrá que identificarlos.
No obstante, hay que admitir que este propósito es difícil de alcanzar. La política exterior de Estados Unidos no será la misma después del martes; tampoco lo será la de sus aliados y, entre ellos, México está obligado a revisar en primer lugar sus ambiciones de lanzar un liderazgo internacional. En esta gravísima hora y como ocurre siempre en situaciones criticas, cuando la brutalidad de las relaciones de poder internacional queda al descubierto, los intercambios más amables se paralizan y los invitados pasan a ocupar su lugar. Así, por ejemplo, se acabó para el presidente Bush la posibilidad de ignorar lo que ocurre en el ancho mundo a su alrededor para concentrarse en vecinos que le parecían más tratables y, sobre todo, menos desconocidos. También se acabó para el presidente Fox el sueño de convertirse en un líder mundial de las buenas relaciones con los americanos, porque en este mundo de hoy Israel es el único país que puede identificarse totalmente con Estados Unidos.
Aun cuando el gobierno mexicano estuviera dispuesto a hacer todo, absolutamente todo lo que quieran los estadunidenses, no es seguro que pueda ganarse la confianza que el presidente Fox fue a ofrecer -o a pedir- recientemente a Estados Unidos, porque lo que entonces prometió es muy diferente a lo que hoy esperan ellos de México. La confianza de la que habló más de treinta y tantas veces el presidente Fox en Washington se refería -si bien implícitamente- a que con el PRI se había ido el autoritarismo y el nacionalismo. Sobre todo este último que en el pasado tanto había estorbado las inversiones, el comercio y la política exterior. Hace una semana Fox dijo a los americanos lo que ellos querían oír, por eso le aplaudieron tan contentos. Hoy les siguen interesando esos asuntos, pero ninguno tanto como que el gobierno de Fox controle sus fronteras y las actividades de extranjeros en territorio mexicano. Y en esta materia los americanos no nos tienen confianza y querrán hacer las cosas ellos mismos.
Durante la Segunda Guerra Mundial así ocurrió. En 1942 Washington insistió en que podían ayudarnos a proteger las costas de posibles ataques del Eje, y quisieron instalar bases militares en Baja California y en el Istmo de Tehuantepec. El general Cárdenas era secretario de Guerra, les dio las gracias por su ofrecimiento y se ocupó de mostrar que era innecesario y que los mexicanos podíamos garantizar la seguridad de nuestras costas y de nuestro territorio sin su ayuda. Pero ésos eran los tiempos del autoritarismo, del PRI y del nacionalismo. Ahora son los tiempos del PAN, de Fox y de sus amigos.