MIERCOLES Ť 12 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Alejandro Nadal
El terror tiene la palabra
Los ataques terroristas contra el World Trade Center y el Pentágono no estuvieron precedidos por demandas de ninguna clase. No se exigió la liberación de presos vinculados a una organización político-militar ni se buscó la entrega de un rescate multimillonario.
Los atentados tuvieron como objetivo entregar un mensaje múltiple cargado de significados. Los dos blancos fueron escogidos cuidadosamente: son el símbolo del poderío económico-financiero y militar de la superpotencia que bautizó el siglo XX como the American Century.
El lenguaje del terror llegó a esos dos altares del poder estadunidense, con su secuela de caos y su lógica de muerte y destrucción. Pero no se sabe si este lenguaje puede ser descifrado correctamente por las cúpulas del poder de Estados Unidos. Lo más probable es que los líderes políticos de más alto nivel saquen las lecciones equivocadas de este terrible acontecimiento. Ya se habla de represalias, de cacerías para atrapar a los responsables y las actitudes de vindicta dominan el discurso político. Como si el poderío militar estadunidense pudiera de alguna manera asegurar una venganza rápida y eficiente.
Se hace un paralelismo con el ataque a Pearl Harbor, que este año cumple 60 años. Uno de los que hacen este paralelismo es Henry Kissinger. Pero para desgracia del autor de esta comparación, Estados Unidos ahora no puede declararle la guerra a nadie. Tendrá que pelear solo con su rabia e impotencia, con su dolor y su recién descubierto sentido de vulnerabilidad.
Porque la principal lección que se desprende de esta catástrofe es que Estados Unidos es tan vulnerable como cualquier otro país. Y su seguridad no puede descansar en su poderío militar y las proezas de su tecnología. La seguridad de Estados Unidos, como la de cualquier país, depende de la cooperación, la confianza y la generosidad, no de la confrontación o el delirio de la codicia.
Es la primera vez que una hecatombe de esta magnitud afecta a los estadunidenses en su propio país. El público de esta nación está muy acostumbrado a ver este tipo desastres y actos de guerra gracias a su industria fílmica. Y la guerra en territorio ajeno es y ha sido parte de la cultura estadunidense, tan intensamente militarizada. Pero el pueblo de ese país tiene la suerte de no saber que la guerra se sustrae a toda lógica y que en ella la incoherencia y el desorden adquieren toda su fuerza. Los atentados de ayer son una delicada muestra de lo que puede ser una guerra de gran escala.
No faltará quien después de los atentados abogue por la urgente construcción y despliegue del sistema de defensa anti-misiles propuesto por Bush. Pero esa es una lección errónea. La seguridad no depende de la tecnología, sino de relaciones internacionales fincadas en la confianza mutua.
Los militares estadunidenses tienen una percepción equivocada de lo que es la lógica de la guerra. Creen que la guerra se puede planificar, codificar y desarrollar de acuerdo con rutinas prestablecidas. La derrota en Vietnam no contribuyó a educarlos. Por eso creen que los planes de un escudo antimisiles son realistas y que con una inversión adecuada de recursos, la tecnología puede resolver el problema de un ataque con misiles balísticos. Los ataques con aviones comerciales secuestrados muestran que las ventanas de vulnerabilidad son mucho más variadas y que nadie estará interesado en construir misiles balísticos cuando puede realizar ataques terroristas igualmente devastadores con medios más convencionales.
Hace unas semanas el gobierno de Estados Unidos anunció que no firmaría el Protocolo de Verificación del Tratado de Prohibición de Armas Biológicas. Ese protocolo es el resultado de diez años de negociaciones de casi todos los países del planeta, y establecía un mecanismo de verificación in situ que haría del tratado un instrumento eficaz. Con su acción, Estados Unidos aniquiló la posibilidad de que este tratado algún día sea más que un pedazo de papel. Lo irónico es que la posibilidad de construir un arma biológica en territorio estadunidense no puede descartarse, y menos a la luz de los atentados de ayer. ƑCuál es el sistema de defensa que piensa construir el Pentágono para contrarrestar esta amenaza? ƑA quién le declarará la guerra Estados Unidos al día siguiente de un ataque de este tipo?
Nada justifica los atentados terroristas. La pérdida de vidas humanas debe ser condenada sin ambigüedad. Pero la manera de prevenir este tipo de ataques no es a través de represalias y un discurso belicoso.
El planeta es cada vez más un lugar marcado por la desigualdad y la injusticia. No todo es culpa de la globalización y los mercados financieros. Pero algo es seguro. El vasallaje económico es uno de los principales agentes que han provocado este triste estado de cosas. Mientras esto no cambie, el terror seguirá teniendo la palabra.