CUESTION DE PRINCIPIOS
El
canciller Jorge Castañeda confunde los intereses de la nación
con sus ambiciones personales, cuando incluso debería recordar que
todos los gastos que la antaño noble Secretaría de Relaciones
Exteriores genera, incluido su sueldo, se pagan con los impuestos de los
mexicanos.
En el afán de imponer su estilo personal, Castañeda
ha pasado por alto una historia y una tradición de política
exterior que ha sido, en muchos momentos, de lo más rescatable de
la política ejercida por el Estado Mexicano, aunque hoy algunos
de los corifeos del canciller lo nieguen o lo ignoren.
Lejos de mantener una postura personal digna, acorde con
la tradición que ha heredado, su estilo personal avergüenza
ya no sólo por su arrogancia incontenible sino por su vulgaridad
expresiva. Todavía está presente en la memoria la falta de
respeto que mostró en Chile cuando mientras se tocaban los himnos
nacionales de ambos países, él llamaba con majaderías
a otros funcionarios pretendiendo, seguramente, hacerse el gracioso. Las
majaderías, por demás, son uno de los rasgos distintivos
de sus conversaciones y en su trato despectivo a funcionarios, y al referirse
a los periodistas mexicanos, como los de esta casa editorial. Ni él
ni nadie puede estar por encima del protocolo que forma parte indispensable
de la educación, la alta política y la representación
nacional.
Del primero de diciembre del año pasado a la fecha
ha quedado manifiesto el desprecio que el funcionario tiene por los periodistas,
que no hacen otra cosa, aunque le incomode, que cumplir con su deber.
En el caso de esta casa editorial, hemos sido sumamente
críticos con la política exterior que pretende imponer porque
no estamos de acuerdo con ella, porque no forma parte de un sentir nacional,
porque carece de bases sólidas y porque no está autorizada
por el Congreso de la Unión. Por si fuera poco, esa nueva política
delinea un entreguismo que nos ofende como mexicanos, además de
pretender engañar y confundir por supuestos logros y avances que
no son tales y en los que el canciller se ve auxiliado por su hermano,
el embajador Andrés Rozental, con lo que además viola la
Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos, pues el ex
representante ante el Reino Unido tiene una empresa particular de consultoría
en asuntos internacionales.
Sabemos que la política no puede ni debe ser estática,
pero hay principios básicos que, a nosotros, nos parecen inalterables,
como la defensa real de los intereses de la nación y de nuestra
soberanía, incluso en un mundo globalizado, por encima de cualquier
coyuntura u oportunismo faccioso.
Hemos sido críticos, pero no irrespetuosos o groseros
con su persona; somos críticos ante hechos que tienen historia y
antecedentes en México y se nos quieren presentar como nuevos, como
la renuncia al TIAR. Olvida el canciller que México nunca hizo suyas
las implicaciones militares de dicho tratado precisamente por su tradición
en política exterior. Pero ahora ese rompimiento no aspira sino
a meterse en el cauce de un nuevo proyecto multinacional bajo la supremacía
del ejército estadunidense. Asimismo, al intentar impulsar el ALCA,
el canciller se ha alineado a una postura ajena que implica claramente
una confrontación con naciones amigas, además de que, a la
larga tendría consecuencias militares extranacionales a las que
México se ha opuesto de manera sistemática. Nuestra crítica
también se ha referido a la supuestamente exitosa recepción
en el Congreso estadunidense en el que eran muchas más las ausencias
que las presencias, a pesar de las sillas ocupadas. Y porque un éxito
como el que se nos ha querido hacer creer también resulta sospechoso,
pues viniendo de Estados Unidos todo aplauso tendrá siempre un costo.
En las relaciones bilaterales y más en éstas, no existen
los éxitos sino sólo los acuerdos producto del respeto y
el entendimiento.
Nuestro trabajo es, ha sido y seguirá siendo poner
atención a los hechos y a su significado. Sin embargo, para evitar
una reiteración más de los agravios del canciller a nuestros
reporteros, y con el fin de no ahondar en una confrontación que
vaya más allá de los límites que deben existir en
las relaciones entre prensa y gobierno -y que respetamos desde nuestra
fundación-, nuestros periodistas no atenderán más
las actividades que realice la Secretaría de Relaciones Exteriores
o simplemente su titular. Pero nuestros lectores sabrán siempre,
con mirada crítica, de las consecuencias que generen.
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