martes Ť 11 Ť septiembre Ť 2001

 Alberto Aziz Nassif

Una exitosa visita a Washington

Sin ninguna conciencia de culpa, plantado en el bono democrático que ganó el 2 de julio del 2000, el presidente Fox fue a Washington y anotó los primeros goles de su sexenio. La visita a Estados Unidos ha colocado el tema de la migración en el centro de una compleja agenda, y con ello se empezaron a modificar los términos de la relación entre los dos países.

Un tema básico, que cada vez tiene mayor espesor en el intercambio bilateral, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo, curiosamente no fue tocado por los gobiernos anteriores. La negociación del Tratado de Libre Comercio dejó de lado, entre muchas cosas, la migración. Ahora el gobierno mexicano emprende una importante ofensiva diplomática de grandes consecuencias: establecer una política migratoria, un acuerdo para antes de fin de año que pueda dar a millones de mexicanos una condición humana y un piso de legalidad.

Si es cierto que en México el bono democrático ha terminado para algunos sectores críticos de la opinión pública, la mayoría ciudadana todavía aprueba la gestión de Fox, pero en la capital de Estados Unidos el impacto fue notorio; las comparaciones, que siempre necesitan guardar proporciones, llegaron a ubicarlo cerca de las visitas de Nelson Mandela y Vaclav Havel, es decir, como un actor que logró un destacado cambio político: haber vencido al PRI después de 71 años de hegemonía, lo cual no pasó desapercibido para la clase política estadunidense.

Si el presidente Bush pensó que la postergación de un acuerdo de migración era la mejor carta con su "amigo", se equivocó porque el presidente mexicano realizó una embestida diplomática y literalmente fechó un posible acuerdo migratorio.

En los jardines de la Casa Blanca y en la cena de Estado, Vicente Fox empujó el acuerdo migratorio y de manera unánime los principales diarios de Estados Unidos le dieron las ocho columnas a esa demanda. Al día siguiente la estrategia se desplegó en el Capitolio frente a los legisladores que aplaudieron al Presidente que pidió un trato de "amigos" y "socios" para terminar con la certificación unilateral en el combate al narcotráfico. Fox les habló de la "confianza" que pueden tener en México y en su gobierno. El paradigma de la confianza fue la pieza clave del discurso foxista y el término que se repitió durante toda la visita. En esta ruta, como una contradicción secundaria -dirían algunos marxistas-, tuvo que distanciarse del viejo régimen "antidemocrático" y esto propició que el PRI se sintiera ofendido, con lo cual se complica el famoso pacto político mexicano, que todavía no surge, pero que ya está amenazado.

El gobierno de Bush tuvo que modificar su jerarquía y hacer el ofrecimiento a Fox de impulsar un acuerdo. Por su parte, los congresistas, tanto republicanos como demócratas, afirmaron estar preparados para discutir posibles reformas a la política migratoria. La estrategia foxista generó un clima favorable para México; la iniciativa y la agenda pasaron del planteamiento inicial a una interlocución; ahora comenzará un largo recorrido de años de negociaciones. Igual que en México, el presidente Fox propone y el Congreso estadunidense dispone.

La visita a Washington también sirvió para fijar una nueva posición de México ante la Organización de Estados Americanos (OEA), en la cual Fox propuso una nueva fórmula para la seguridad hemisférica, cuyo eje es salir de la lógica militar de la guerra fría y entender la seguridad de una forma más amplia y que incluya el combate a la pobreza, la defensa del medio ambiente, la legalidad, la democracia, es decir, los principales factores de la nueva agenda de política exterior de México. En 60 días el gobierno anunciará si sale del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, el cual obedece a la lógica de defensa militar.

Las credenciales democráticas de México posibilitan que la agenda de política exterior tenga receptividad en Washington, lo cual no quiere decir que los resultados vayan a darse de forma fácil, ni que en el corto plazo, por ejemplo, la recesión en Estados Unidos y la pérdida de empleos, complique de entrada el acuerdo. La política exterior mexicana está tratando de poner su reloj en sintonía con los nuevos perfiles de la agenda democrática internacional (derechos humanos, medio ambiente, lucha contra el crimen organizado), y en este contexto se ubica la agenda bilateral con Estados Unidos, de la cual la migración parece ser el tema número uno.

Quizá si en México tenemos paciencia y realmente se logran algunos cambios en la política migratoria estadunidense hacia nuestro país, tal vez podamos comprobar que el factor externo jugará por primera vez un papel estratégico en nuestra complicada construcción democrática. Ť