LUNES Ť 10 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

¿LA FIESTA EN PAZ?

Ť Leonardo Páez

Plaza apestada

EN EL PAIS cada vez más cosas apestan. No sólo como contagio colectivo de la falta de pensamientos de altura y de compromiso con éstos, sino como fetidez extendida por la falta de congruencia, por el tufo a que nos hemos habituado por tanta contaminación física y mental, y sobre todo porque cada vez más expresiones de la vida mexicana aburren, fastidian y ahuyentan a la gente, tanto de los proyectos como de los escenarios, llámense esas expresiones democracia, justicia, organización, independencia o... fiesta de toros.

EL EFICAZ ENTERRADOR de la Plaza México -en ocho años no ha sacado un solo novillero o matador mexicano que medio interese, pero sí expulsado al grueso del público que solía asistir-, malito para hacer repuntar el espectáculo pero pésimo para hacer declaraciones, tuvo la serenidad de decir en la reciente rueda de prensa a que convocó a sus incondicionales que en el México taurino "hace falta profesionalismo".

INMEJORABLE EL COMENTARIO que al respecto hizo el agudo cronista poblano Alcalino: "Nuestro organizador 'profesional' de corridas dirigía tan sabias palabras a un puñado de periodistas 'profesionales' -casi todos 'profesionalmente' sometidos a su rudo patronazgo- mientras en calles aledañas a la México se fijaban carteles anunciando a tres novilleros 'profesionales' -a uno de ellos, llegado el domingo, uno de sus novillos se le fue vivo, por lo que el 'profesional' empresario decidió repetirlo inmediatamente- con utreros criados por algún 'profesional'...".

BASTO QUE POR tres festejos haya cambiado la empresa organizadora -Feria Nacional del Novillero Telmex 2001- para que en la semidesierta Plaza México tres novilleros con hambre se jugaran el físico en la novena novillada: Mauro Lizardo, de Guadalajara, Christian Ortega, del DF, y Rubén Ortega, de Apizaco, si bien lo que no ha podido cambiar es la mansedumbre generalizada que agobia al campo bravo mexicano.

MAURO LIZARDO VOLVIO al coso de Insurgentes más maduro y torero, rebozando afición y entrega, al grado de que sus dos completas faenas las realizó en medio de sendos aguaceros. Variado y elocuente con el capote, desató una rivalidad antigua al ofrecer los palos a sus alternantes y remontó la sosería de los de San Judas Tadeo consiguiendo tandas increíbles por ambos lados, muy bien rematadas. La oreja de su segundo apenas refleja las hazañas que fue capaz de realizar en medio de aquella laguna.

CHRISTIAN ORTEGA DEBUTO como si fuera la enésima vez que actuaba en la desprestigiada plazota: sereno, seguro, muy quietos los pies y muy bajas las manos, dejando muestras de su enorme potencial con sus dos novillos y en los tres tercios. La gran estocada a su segundo, por sí sola valió la oreja.

Y RUBEN ORTEGA, con el peor y el mejor de los novillos, demostró con este último la estirpe a la que pertenece. Sobre un charcal dejó tres soberbios pares y con la diestra realizó las mejores tandas -el astado tuvo transmisión-, bien colocado y mejor entregado. La oreja fue ganada a ley, como los toreros de antes, como los toreros intemporales. ¿No hay toreros en México? Lo que no hay es voluntad de promoverlos por parte de los profesionales de la importación y amateurs de la producción local.