LUNES Ť 10 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť En varias comunidades los males infecciosos son la principal causa de muerte, asegura
Urge reducir la desigualdad que en salud padecen pueblos indios, plantea la Ssa
Ť La desnutrición crónica, afección principal de menores de cinco años, dice Ríos Espinosa
CAROLINA GOMEZ MENA
La gran desigualdad existente en materia de salud entre la población indígena y la que no lo es hace necesario "meterle un acelerón que ponga énfasis en disminuir la brecha" durante este sexenio, manifestó Enrique Ríos Espinosa, titular de la Coordinación de Salud para los Pueblos Indígenas de la Ssa.
El funcionario de la Secretaría de Salud reconoció que dos son las razones medulares por las cuales "a pesar de todos los planes que se han desarrollado a favor de los indígenas, éstos no han tenido el efecto que hubiéramos querido en la materia": la falta de distribución puntual de recursos, a fin de que no se diluyan en el presupuesto general, y la carencia de continuidad de los programas.
De ahí que una de las primeras medidas de la Ssa -detalló- fue crear la coordinación ahora a su cargo, la cual vincula su actuación con la Oficina de Representación para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de la Presidencia; garantiza que las acciones que realizan las instituciones del sector salud a favor de estas etnias estén integradas a los programas y servicios de salud, e impulsa y participa en la ejecución de acciones de coordinación interinstitucional.
El índice de mortalidad
En entrevista con este diario, el funcionario expuso que en lo que concierne a la salud, los pueblos nativos presentan "los indicadores más desiguales con respecto a la población nacional". Uno de ellos es la mortalidad general, la cual aunque ha descendido de manera sostenida durante los últimos 70 años, sigue siendo muy importante en la población india, tanto así que se puede establecer que cualquiera de sus integrantes tiene mayor riesgo de morir en cualquier etapa de su vida.
Y es que la mortalidad es superior en ese sector que entre los que no son indígenas, puesto que su esperanza de vida al nacer es de 69 años (67 para los hombres y 71 para las mujeres), mientras que en el resto de los mexicanos asciende a 73.7 años (71.4 y 76, respectivamente).
Pero también existe una gran diferencia en cuanto a las causas de las defunciones, ya que mientras las cinco primeras circunstancias que orillan a la muerte a la población nacional corresponden a enfermedades no transmisibles, tales como diabetes, tumores y enfermedades al corazón (o las llamadas del desarrollo), entre los indígenas aún los padecimientos que causan su fallecimiento son los males infecciosos (o los llamados de la pobreza), tales como las afecciones intestinales, la influenza y la neumonía.
El índice de mortalidad por enfermedades transmisibles en estos últimos es de casi el doble que la media nacional, pues mientras esta última es de 9 por ciento, en los indígenas es de 16 por ciento, y los diferenciales más importantes en cuanto a causas de defunción se encuentran en los fallecimientos por tuberculosis pulmonar y las diarreas, que son tres veces más altas que el promedio general.
Para Ríos Espinosa no cabe duda que el mayor índice de mortalidad de los pueblos nativos se experimenta durante los primeros años de vida, puesto que la tasa de mortalidad infantil representa 48.3 defunciones de menores de un año por cada mil nacimientos, la cual supera en 58.4 por ciento a la tasa nacional.
Algunas de las circunstancias de riesgo que explican este contraste son la elevada fertilidad, caracterizada con un prematuro comienzo de la vida sexual activa y periodos intergenésicos (entre generaciones) cortos, madres de escasa escolaridad, condiciones de vivienda desfavorable y población en ámbitos rurales con deficiente infraestructura sanitaria.
En lo que se refiere a las muertes en niños de uno a cinco años, ésta también es más elevada entre los menores indígenas, con 19 por ciento, contra 12 por ciento observado a nivel global en el país. Igual situación ocurre en los fallecimientos en edades escolares (de 6 a 14 años), con 3.3 por ciento, contra 1.8 a nivel nacional.
No es una coincidencia que la mortalidad sea mucho mayor entre los indígenas, ya que se debe a los altos niveles de marginalidad en que vive este sector, lo que les hace enfrentar la vida con desventajas notorias en el aspecto sanitario.
Es así como "contar con una alimentación monótona, cifrada en el consumo de frijol y maíz, la cual aunque es rica en calorías y ciertas proteínas, no logra los efectos de una dieta variada" en la que se incluyan verduras, frutas y carne, subrayó Ríos Espinosa, quien dijo que es a raíz de esto que la anemia afecta a 36 por ciento de los menores indígenas -prevalencia que a nivel nacional es 9 puntos inferior-, y a 40 por ciento de las mujeres embarazadas y en periodo de lactancia, situación que las enfrenta a una mayor probabilidad de presentar complicaciones durante el embarazo o dar a luz niños pequeños, con bajo peso al nacer o prematuros.
La precariedad alimenticia de estos infantes da por resultado que en los menores de cinco años el principal problema sea la desnutrición crónica, manifestada por un retardo en el crecimiento (baja talla), que afecta a 44 por ciento de esta población, cantidad que contrasta con la encontrada a nivel nacional, de 17.7 por ciento.
La falta de hierro, zinc y vitaminas C y A afecta a entre 12 y 50 por ciento de los niños, deficiencia que provoca que tengan menor capacidad para las actividades físicas, y que algunas funciones mentales se vean disminuidas, principalmente la atención y la exploración, lo que deriva en una menor capacidad de aprendizaje.
Es a raíz de todo lo anterior que la encomienda de Ríos Espinosa tiene como eje central el Programa de Salud y Nutrición para los Pueblos Indígenas, el cual tiene cinco componentes básicos: comunicación educativa, saneamiento ambiental, capacitación de personal de salud con enfoque transcultural, suplementación con micronutrimentos y medicina tradicional.
El plan de promoción de la salud pretende reforzarse mediante mensajes radiofónicos, televisivos, exposición de videos, pero sobre todo en perifoneo en las comunidades en su propia lengua.
Además la meta es crear programas locales y regionales de comunicación educativa, salud y nutrición, en 30 por ciento de los 531 municipios indígenas.
En el renglón de capacitación al personal de salud que labora en las zonas de población autóctona, se les "sensibilizará" para que tengan "una mejor comprensión de cómo los indígenas conceptualizan la salud-enfermedad". Con esto se prevé capacitar a 80 por ciento de los galenos, 70 por ciento de las enfermeras y 80 por ciento del personal comunitario.
Un tercer componente del programa es la creación de planes de saneamiento básico y ambiental en por lo menos 60 por ciento de los municipios con más de 40 por ciento de población indígena. Estos se enfocarán a la protección de las fuentes de abastecimiento de agua, mejoramiento de la vivienda, disposición sanitaria de excretas mediante la instalación de letrina secas y reducción de emisiones contaminantes por uso de leña.
En este apartado se promoverá la instalación en los hogares de estufas de lodo y arena, las cuales además de guardar mayor cantidad de calor -lo que apresura la cocción de los alimentos y calienta en mayor grado la vivienda-, cuentan con una chimenea que saca el humo, con lo que se evita la contaminación interna de la morada, la cual se calcula "llega en el interior del hogar hasta 500 puntos del Imeca, hecho que propicia la aparición de enfermedades respiratorias".
Sin duda el principal componente es la dotación de micronutrimentos, mediante la fórmula vitamínica que se administra a niños de seis a 24 meses y a mujeres embarazadas y en lactancia.