SABADO Ť 8 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Juan Arturo Brennan

Multimedia con bebés y tumulto

Comentario introductorio para los encargados del auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes. Confundir el concepto de ''entrada gratuita" con el de ''entrada libre" ha propiciado la presencia numerosa y muy ruidosa de bebés e infantes en toda clase de conciertos, recitales y presentaciones, que por ello se convierten en interminables concursos de chillidos y escándalos. Por otra parte, bajo el mismo pretexto de la incontrolada ''entrada libre" hay sobrecupos y aglomeraciones frecuentes, que además de la incomodidad que generan se antojan especialmente peligrosos en un espacio tan mal diseñado en lo que se refiere a medidas de seguridad.

Esta quejumbrosa diatriba viene a cuento a raíz de lo observado en la más reciente presentación, en ese espacio, de Kalispherion, el grupo de música e interdisciplina dirigido por Marcelo Gaete, que con el paso del tiempo ha ido generando una buena presencia en nuestro ámbito cultural. A pesar de las irregulares condiciones mencionadas, esta nueva oferta de Kalispherion (realizada con la colaboración del Centro Multimedia del Cenart) representó otra buena oportunidad para calibrar los avances y los pendientes de esta comunidad de jóvenes creadores mexicanos.

Kalispherion ha creado un público propio, que además de numeroso y ecléctico es un público sui géneris, que no se parece en nada a los que asisten a los conciertos sinfónicos, de piano, de música nueva o de música antigua. Esto es un logro de Kalispherion que tiene un mérito indiscutible. También es interesante el hecho de que el grupo ha comenzado a manejar el concepto de ''obras de repertorio", repitiendo de una presentación a otra algunas de las creaciones anteriormente ofrecidas al público, contradiciendo con ello la errónea percepción que suele tenerse sobre la interdisciplina en el sentido de que sus materiales son efímeros y transitorios.

Una mejoría notable en el trabajo de Kalispherion se refiere a la logística escénica, que se ha depurado y se ha hecho más y más eficiente con el paso del tiempo, cosa indispensable para la buena marcha de este tipo de proyectos. ƑY las piezas escénico-musicales presentadas en esta ocasión? Para el inicio de la sesión, una versión indiferente y poco convincente de la Sequenza III de Luciano Berio, con un trabajo vocal demasiado mediatizado por la tecnología y con un complemento de video en vivo que poco aportó a la componente musical y teatral de la obra. La obra Panicdrome, de Ricardo Cortés, tiene buenos momentos de interfase entre música, acción en vivo y video, pero por instantes es demasiado literal en su descripción de una especie de paranoia-fantasía de nota roja. La invención no. 2 de Gabriel Pareyón quizá merecería una audición convencional en concierto, ya que esta versión teatral anuló por completo su contenido musical, con una componente escénica mal concebida y ejecutada sin mayor convicción, y con un sentido del humor escasamente ingenioso.

En cambio, sendas obras de Tudón, Sigal y Hernández representaron los puntos más altos de esta sesión de música y multimedia. Games, de Raúl Tudón, para dos ejecutantes y una marimba, permitió confirmar las bondades del viejo adagio: menos es más. Muy buena música, muy buena ejecución y un sencillo complemento lumínico fueron suficientes para lograr una buena y satisfactoria fusión de imagen y sonido. En Tolerance, de Rodrigo Sigal, se logró asimismo una equilibrada convivencia entre violoncello, imagen y medios electrónicos, básicamente por la sólida propuesta instrumental del compositor. Y en Pies para qué los quiero, Alejandra Hernández creó una sabrosa y coherente pieza para percusionista ambulatorio, zapateado y luces, en la que Diego Espinosa volvió a mostrar sus notables facultades como ejecutante, ya exhibidas esa noche en la pieza de su colega Raúl Tudón.

Un elemento general que es menester mencionar respecto a este reciente trabajo colectivo de Kalispherion es la irregular calidad de los videos generados como complemento de las obras musicales. Si bien en algunos hay un sustrato iconográfico interesante, en general los jóvenes videoastas se han dejado llevar por los más manidos tics del videoclip y por la estética del ''si no los divertimos por lo menos los mareamos", que suele resultar excesiva por acumulación. El balance general, sin embargo, es bueno: hay que ver y oír a Kalispherion, experiencia interdisciplinaria harto instructiva.