SABADO Ť 8 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť Se escribe en silencio
Estancias, poemario de Carla Pataky
RENATO RAVELO
''Uno escribe porque está solo. Uno escribe porque sabe que no está solo. Uno escribe en silencio, escuchando sus íntimos murmullos", sostuvo Jorge Hernández durante la presentación del libro de Carla Pataky, Estancias, la noche de este jueves en la librería Pegaso de Casa Lamm.
Escribe Pataky, dice Hernández en el comentario del volumen de Ediciones el Ermitaño, ''que 'la palabra es el doblez del alma' y con la aparición de Estancias celebramos la puesta en tinta de sus versos, como quien se asoma al alma que los sintió por primera vez. Contra la sentencia de que todo se aplasta en la bóveda del olvido, creo que será difícil que yo pueda olvidar algunos paisajes y emociones que me contagió esa lectura. Casi imposible no recordar que esta mujer habla de una primavera que me acomodó en las nubes, de la fuente de los sueños y de un silencio de pelusa en la escalera, así como de los vicios que te atrapan y la concurrencia ''al perpetuo velorio perpetuo del recuerdo".
Participaron asimismo Elia Espinosa, Enrique Héctor González, Edgar Paz e Ivonne Gutiérrez, quien sostuvo: ''Signo de este primer libro es la fuerza de versos construidos a partir de afirmaciones conclusivas y de una implícita necesidad de mantener una mirada atenta del entorno, de donde emanan elementos que evocan sensaciones olvidadas".
Del libro, sostiene Ana Paola Rodríguez: ''Atrapado por las imágenes llenas de sensibilidad y colores densos, al lector le es imposible escapar al llamado de la tierra... en versos pequeños que dejan de ser palabras para convertirse en escenarios reales".
En el texto de presentación de Hernández, Para habitar la poesía, el escritor sostiene: ''Carla Pataky, en un susurro, escribe que 'se dice que la locura es terrible, pero es poesía' y se me viene a la mente el brazo derecho de un gran poeta, entrañable, sobre el cual aparece un tatuaje tántrico: poesía = lo cura. Es eso: nos cura la poesía que llega como un susurro, un secreto con el mismo peso que el de la brisa, una voz anónima y desconocida que, por el sortilegio de las páginas, al entrar en la mirada se escucha claramente que es nuestra propia voz la que habla; uno ante el espejo, el verso como ventana, la palabra que tiene su propia música callada".