sabado Ť 8 Ť septiembre Ť 2001

taller_banderas_hb2Dan su vida por la bandera

JOSE CARLO GONZALEZ

Convivir entre banderas desde hace casi 60 años es la constante de la familia de don Andrés Sepúlveda. En su taller de la colonia Granjas México, los Sepúlveda dedican 10 meses al año a la producción de 800 mil a un millón de lábaros para esperar la época de las fiestas patrias y vender su producto en la ciudad de México, en Guanajuato y Durango, así como entre los mexicanos migrantes de Chicago, Denver y San Diego, en Estados Unidos.

Entre sus recuerdos, María del Carmen, heredera del saber familiar, comenta orgullosa que ella y sus siete hermanos en lugar de crecer entre pañales, lo hicieron entre banderas. Al tiempo que termina de dar los últimos detalles a una, la hija de don Andrés relata que en el taller participan tres de sus ocho hijos y hasta los nietos.

Primero es el corte de la tela, la elaboración de los escudos por serigrafía, el proceso de armado y luego el empaquetado y almacenamiento del producto que será comercializado durante septiembre.

Son las banderas que vemos en las calles de la ciudad de México mediante la red de sus 400 vendedores en carritos. No son los gigantescos lábaros que, paradójicamente, mandó hacer Ernesto Zedillo en una fábrica estadunidense.

No. Estas son las banderas de un taller familiar que varían en tamaños y precios, desde los 50 centavos la más pequeña hasta los 600 pesos la que mide cuatro metros. No son las mismas, pero son mejores.