SABADO Ť 8 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

SPUTNIK

Ineludible, pero sobra y como...

Juan Pablo Duch

Moscu, 7 de septiembre. Para desgracia de los pocos que sí son eficientes, el conjunto de los funcionarios públicos se denomina burocracia, igual que el exceso de anormales normas y despilfarrador papeleo que complican y retrasan la resolución de un trámite menor.

Sorprende que los afectados, en nuestro país, no hayan exigido todavía a la Academia Mexicana de la Lengua reparar el daño moral. Sería tan sencillo como proponer que se establezca una clara diferencia entre los dos conceptos. Por ejemplo, dejar burocracia para los servidores públicos que sí sirvan y para los otros, agregarle a la palabra tan sólo una letra. Quedaría: burrocracia.

Define muy bien la esencia de la más odiosa acepción de burocracia y, al mismo tiempo, sería impecable desde un punto de vista semántico: es, finalmente, una suma de estupideces impuesta por el poder, como perverso gravamen del Estado a la paciencia de los ciudadanos, entendida paciencia como virtud del que sabe sufrir y tolerar los infortunios. Visto así, habría que estudiar la conveniencia de incluirla, también, como una forma de masoquismo, a menos que se deje de cobrar por los trámites.

Por razones que no se alcanza a dilucidar, y al margen de exquisitas consideraciones etimológicas, la burocracia (mientras los injuriados no se quejen con los académicos, se usará en esta entrega de Sputnik como si tuviera un solo significado, el que injuria a los burócratas todos) se rige por una paradoja: carece de sexo, pero jode mucho.

Aquí y en cualquier lado. Porque la bu-rocracia tampoco admite fronteras, nacionalidades, climas, idiomas y, desde luego, monedas. Hermana, en ese sentido, a quienes la practican, en ambos lados del océano, con la desfachatez de que creen que cumplen su deber cada vez que se meten al bolsillo un billete, suplementario a la tarifa que de todos modos hay que pagar.

Para la voracidad de los burócratas de acá y de allá, da igual que el aliciente sea en pesos o rublos. No se diga en dólares. Extrañamente, no se tiene conocimiento de alguien que haya aceptado tugriks, la divisa de Mongolia, y eso que representa mucho valor no sólo para numismáticos coleccionistas. El tugrik, aseguran los que saben, es incomparable si de comprar ovejas se trata, idóneo primer paso para iniciar una vida de jubilado nómada en el desierto de Gobi, después de tantos años de ca-lentar con el trasero una inventariada silla.

Es casi imposible encontrar un beneficio para quien sufre el inmerecido castigo de la burocracia. Salvo, quizás, que su carácter universal propicia nostálgicas reminiscencias cada vez que, tras interminables horas de esperar turno, un pigmeo cierra la ventanilla y, con sardónico semblante, recomienda volver al día siguiente, como a las 5 de la mañana, para ser de los primeros.

Nota para aquellos que se den por aludidos: toda reclamación por el uso del calificativo "pigmeo" en el párrafo anterior, fa-vor de dirigirla a los descendientes de Ho-noré de Balzac, pues justo es reconocer que al conspicuo escritor francés se atribuye la frase de que la "burocracia es una gigantesca maquinaria puesta en marcha por unos pigmeos".

Retomando el hilo, esté el indefenso tramitador en una dependencia pública de Moscú o formado como disciplinado turista en la fila para entrar a la Alhambra de Granada, la ventanilla abruptamente cerrada produce una irreprimible sensación de que esto ya me ha pasado y, a querer o no, hace que cualquiera se acuerde de la patria en ese momento.

Tras estos párrafos introductorios, no tiene sentido hacer un detallado recuento de las peculiaridades de la burocracia rusa. Es recomendable dejarlo para otra ocasión: hará falta mucho espacio, tanto como si se hablara de la burocracia mexicana.

Aquí y allá, al menos, quedan algunos resquicios a salvo de burocracias. Debemos festejar, por ejemplo, que la burocracia no ha permeado todavía el ámbito de la relación sentimental entre las personas. Da pavor imaginar, en estos tiempos de recomendable sexo seguro, lo que sería tener que ajustarse a un burocrático instructivo en la materia.

Algo así como: 1) antes de practicar el sexo seguro, se requiere obtener por escrito la aceptación de la pareja, debidamente certificada por un notario; 2) el documento tiene que entregarse, cada vez, a los pa-dres de los implicados en el grato menester; 3) La pareja deberá nombrar un representante que, una vez acreditado ante la Secretaría de Sanidad, se encargará de ve-rificar que los solicitantes cumplieron el requisito de usar condón; 4) Queda terminantemente prohibido hacer el amor sin preservativo, no hacerlo implicará responsabilidad penal para la pareja y el representante; 5) De la respectiva comprobación, se encargará una comisión de vecinos, por lo menos cuatro, dos mujeres y dos hombres, proporción que garantiza imparcialidad; 6) Poco antes de que alguno de los dos practicantes del sexo seguro alcance el orgasmo, deberá hablar por teléfono a los miembros de la comisión; 7) En caso de que no se logre un orgasmo simultáneo, quien ya no esté en condiciones de continuar deberá comunicar a su pareja, por escrito y con copia a otra comisión, integrada por tres amigos comunes, que el coito ha terminado; 8) Se aceptan reclamaciones de la parte insatisfecha, sólo por escrito y con copia al encargado de llevar el respectivo registro.

Caray, después de algo por el estilo, cualquiera se volvería anarquista.

 

[email protected]