sabado Ť 8 Ť septiembre Ť 2001
Luis González Souza
México indocumentado
Acertijo posfoxiano: Ƒen qué se parecen el primer Informe presidencial de Fox y su inmediato viaje a Estados Unidos, para reunirse con su ya muy cuatacho Jorge... Bush? En que lo indocumentado, la falta de pruebas, predominó en ambas cosas. De por sí pocos y magros, los logros presentados en el Informe presidencial de hace ocho días carecen de un sustento convincente, en el mejor de los casos. En muchos otros, esos logros son desmentidos de múltiples maneras, por ejemplo en el primer Informe ciudadano promovido por Causa Ciudadana. A su vez, el nuevo encuentro Fox-Bush fue permeado por el asunto de los trabajadores indocumentados, al punto de que las posturas oficiales al respecto siguen entrampadas en el baúl de los dimes y diretes.
Aun así, la honestidad obliga a reconocer algunos avances al gobierno de Fox, y en particular al canciller Castañeda, en su política hacia Estados Unidos. En primer lugar, han logrado colocar en el centro de la agenda bilateral el asunto de la migración laboral, que es el tema específico de mayor relieve para nuestro país. Tanto más porque los últimos gobiernos priístas se dedicaron a privilegiar los temas de mayor interés para su contraparte estadunidense: el libre comercio (TLC) y la lucha (Ƒlucha en serio?) contra el narcotráfico. En segundo lugar, y al menos en el tema migratorio, la mancuerna Castañeda-Fox ha comenzado a remplazar la (anti)política del agachamiento crónico ante las trampas y las arbitrariedades del Tío Sam, por una política digamos de franqueza realista, de llamar al pan, pan, y al vino, vino. Y esa nueva política, en tercer lugar, ya ha llegado a concretarse en posturas inclusive audaces, aunque todavía con cierto tufo demagógico y, por ende, peligrosas. Caso tal vez límite es la propuesta de que "al finalizar este año" ya no existan mexicanos indocumentados en Estados Unidos.
Más allá del realismo o no de un plazo tal, aquí lo grave es que algo tan delicado como la (in)existencia de indocumentados en Estados Unidos sea formulado de manera tan ligera, abstracta o de plano irresponsable. Si algo es previsible tras la forzada o fraudulenta llegada de Bush Jr. a la presidencia de Estados Unidos es un reciclamiento de los instintos y las tendencias hacia la xenofobia y el racismo, por desgracia todavía muy extendidos en el país vecino. En cualquier descuido o exceso retórico, el Tío Sam nos toma la palabra, y en efecto se acaban pronto los mexicanos indocumentados, pero no por obra y gracia de amnistías y similares, sino a base de más muertes y asesinatos, como los que ya ocurren, día a día, en los nuevos sitios-trampa para el cruce de "ilegales" (desde la Operación Guardián en California hasta la Operación Bloqueo en Texas). Obviamente, no se trata de acabar con los indocumentados de esa manera, pero ante el neorracismo y los neomachismos reciclados en el Estados Unidos neobushiano, más vale decirlo claro, fuerte y en cuanta ocasión lo amerite.
La bravuconería discursiva no parece ser la mejor alternativa, aunque sí un cierto alivio, ante la insufrible sumisión alcanzada durante el salinato-zedillismo. Hablarle al patrón con franqueza siempre es un avance. Pero falta lo principal: hablarle sin anzuelos electoreros, sobre todo a la ciudadanía de ambas naciones, comenzando con los sectores más afectados por el sadomasoquismo que se ha apoderado de la relación cupular entre México y Estados Unidos. De poco o nada servirán uno, 100 o 4 mil acuerdos migratorios si no se encara el problema de fondo, que es un problema gemelo: por un lado, el problema de una elite estadunidense obcecada en ver a todo México -y no sólo a sus migrantes- como una nación indocumentada: sin derecho a un verdadero desarrollo, tan sólido y democrático como multicultural, tan legítimo y soberano como autónomo. Y del otro lado, el problema de una elite mexicana -pricolor o foxiana- que no se atreve ni siquiera a imaginar ese tipo de desarrollo. Una elite ya incapaz de delinear un futuro digno para México, ya demasiado domesticada para pensar cualquier desarrollo y cualquier futuro, sólo en el cabús de la locomotora USA. Problema de elites, pues, problema de déficit así en democracia como en dignidad. Para colmo de paradojas, ello ocurre cuando en el sureste mexicano nace y se consolida la mayor escuela mundial de dignidad y democracia profunda, multicultural, la del mandar obedeciendo.
Nadie eligió a Fox para un cogobierno con Bush. Primero que rinda buenas cuentas en México. Y luego, si las inercias y las querencias de plano son invencibles, que se vaya a Estados Unidos, mas no a rendir cuentas, sino a exigirlas.
La base ya la aceptó el propio Bush: "México es el país más importante para Estados Unidos". ƑPor qué, entonces, se nos continúa dando el trato de un país paria, de un país sin derechos, el trato de un país indocumentado, pues? Preferimos ser menos "importantes" y más dignos. Al menos tan dignos como los indios zapatistas. Y para eso no es necesario ir a Washington a pedir permiso, ni a mendigar bendiciones. Ť