JUEVES Ť 6 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
Ť Lucrativo negocio de mafias internacionales mediante "contrataciones" falsas
Obligadas a prostituirse, cerca de 50 mil mujeres de la ex URSS cada año, estima Interpol
Ť Un sueldo en dólares y trabajo "digno" en diversos países, anzuelos infalibles
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 5 de septiembre. Contra su voluntad, ilusionadas con obtener un trabajo digno y bien remunerado en el extranjero, decenas de miles de mujeres de Rusia y otros países de la antigua Unión Soviética se convierten, cada año, en una suerte de esclavas del sexo, al ser obligadas a ejercer la prostitución por grupos mafiosos que han hecho de este tráfico ilegal de personas un lucrativo negocio.
La historia se repite una y otra vez, a pesar de que la prensa local reproduce, con alarmante frecuencia, desgarradores testimonios de las muchachas que logran librarse del cautiverio y regresar al país. Generalmente aceptan contar su historia a condición de que no se revele su nombre, pues unas temen represalias y otras no quieren que su familia se entere de la humillación que sufrieron.
Paradójicamente, el primer episodio del drama de estas mujeres tiene su origen en la propia prensa. En cualquier periódico de aquí o de las otras repúblicas ex soviéticas abundan los anuncios llamativos que prometen a "mujeres jóvenes" la oportunidad de rehacer su vida en otros países mediante un trabajo debidamente reglamentado por un contrato.
Sirve de infalible anzuelo un sueldo, en dólares y otras monedas convertibles, que aquí jamás podrían soñar. No se exige como requisito el dominio de idiomas y es muy amplia la oferta laboral. Hay empleo para todos los gustos, al margen de experiencia y formación: meseras, camareras, enfermeras, cuidadoras de ancianos, niñeras y, de un tiempo para acá, trabajadoras agrícolas temporales son las más solicitadas.
Por enrevesados caminos que sólo la mafia conoce, se obtienen sin dificultad las respectivas visas y las futuras víctimas reciben los boletos de avión y una copia del contrato, con un mínimo de duración de un año.
Nada presagia un calvario, salvo que no puede ser verdad tan idílica oportunidad. Pero pocas creen que hay motivos para desconfiar. La sensación de haber sido premiadas con un golpe de suerte se esfuma muy pronto y los problemas comienzan apenas aterriza el avión que las lleva, supuestamente, a lo que creían una nueva vida, exenta de privaciones.
Por lo común, en el aeropuerto se dan cuenta que no viajaban solas y que forman parte de un grupo, entre cinco y diez muchachas, que son recibidas por las mismas personas: el representante de la "empresa" que las contrató y varios tipos de pinta inconfundible, parecen guardaespaldas y más tarde sabrán que son sus propios carceleros.
Pasada migración, tras recogerles los pasaportes y las copias de los contratos para "ultimar los últimos detalles", las muchachas son llevadas a burdeles, clandestinos muchas veces y otras, enmascarados en toda suerte de clubes nocturnos o cafés de mala muerte.
Ahí se encuentran con la novedad de que no hay plazas vacantes para las cuales fueron "contratadas", que tienen que devolver el costo del boleto de avión y vender su cuerpo para juntar para el boleto de regreso, toda vez que permanecerán virtualmente encerradas hasta que reúnan el dinero.
Al menor intento de protesta, reciben una paliza y se les advierte que carece de sentido escapar, pues no dudarán en matar a quien lo intente. Además, se asusta a las muchachas, su carácter de "indocumentadas" representa un grave delito en el país de que se trate y, en lugar de ayudarlas, las autoridades les impondrán el severo castigo de varios años de cárcel.
El siguiente paso es una violación colectiva por parte de los carceleros, grabada en video y fotografiada desde todos los ángulos, con la amenaza de hacer llegar un casete o imágenes a los padres y novios que las muchachas dejan en Rusia y sus otros países de origen.
Dado que muchas de las víctimas proceden de poblados pequeños de provincia, donde semejante exhibición, acompañada de un relato distorsionado de a qué se dedica "por su propia voluntad y gusto" la hija o novia, es poco menos que una vergüenza para toda la familia propia o del futuro esposo, circunstancia que toman muy en cuenta los "reclutadores" en Moscú, la mayoría deja de oponer resistencia.
Incomunicadas prácticamente, algunas son forzadas a "atender" hasta 12 clientes por día; la más mínima queja se traduce en una nueva paliza, normalmente con toletes de hule que no dejan huella. Nunca se les permite telefonear a sus familiares, pero se les obliga a mandarles cartas "tranquilizadoras".
Con cierta regularidad son cambiadas de lugar y, al cabo de un tiempo, las víctimas ni siquiera saben en qué ciudad se encuentran. Los mafiosos aseguran así que "el producto" siempre esté fresco, que ningún cliente llegue a enamorarse o compadecerse de alguna de las muchachas y que ninguna de éstas sea capaz de encontrar el lugar donde la tuvieron retenida.
Para mantener la esperanza de que algún día podrán reunir la suma exigida por sus captores, las mujeres cada mes reciben una cantidad irrisoria. Las que tienen más suerte obtienen su boleto de regreso al término del "contrato" de un año, previa amenaza de que si denuncian los horrores que sufrieron serán ejecutadas por sus cómplices en Rusia y los otros países ex soviéticos.
Algunas permanecen en cautiverio durante años, hasta que su cuerpo empieza a resentir los efectos de la sobreexplotación y la desnutrición. Otras, nunca regresan.
Quienes, a pesar de todo, se atreven a presentar una denuncia, nada pueden probar. Las supuestas empresas de colocación desaparecen al poco de haber enviado al exterior varios grupos y reaparecen con otro personal y razón social. Desde un punto de vista formal, no incurren en ningún delito, pero siempre queda la duda de que las autoridades judiciales reciben los correspondientes "estímulos" para hacerse de la vista gorda.
En lugar de comprensión y ayuda, estas mujeres engañadas muchas veces encuentran sólo indiferencia o rechazo al ser tratadas, a priori, igual que las que viajan a otros países con el único propósito de prostituirse.
No existe, por supuesto, un recuento estadístico preciso, pero no sería descabellado afirmar, con base en estimaciones de la Interpol y otras organizaciones internacionales, que no menos de 50 mil rusas y ex soviéticas padecen este calvario cada año.