jueves Ť 6 Ť septiembre Ť 2001

Sami David

La dignidad del Congreso

Integridad, decoro, altura fueron las características del discurso esbozado por Beatriz Paredes Rangel, presidenta de la Cámara de Diputados, como respuesta al Informe de gobierno que el pasado primero de septiembre rindió el Presidente de la República ante el Congreso de la Unión. Un documento serio, reflexivo, respetuoso, aunque marcando la pauta para destacar que el Poder Legislativo es, realmente, el contrapeso del Ejecutivo. Un discurso republicano, ciertamente, en el que los puntos sobre las íes quedaron muy claros.

Crítico, cuando hubo necesidad. Respetuoso, aunque incisivo. Equilibrado y con mesura en todos sus sentidos. Una pieza oratoria que rebasó, sin duda alguna, los enunciados presidenciales. Frente a las cifras conformadas por el titular del Ejecutivo, que despertaron molestia en algunos legisladores en virtud de la escasa veracidad de las mismas, las palabras de Paredes Rangel demostraron que la realidad no puede estar reñida con la alocución. Ante la contundencia reveladora de esta postura republicana, buscando el bien común, el interés de la nación, sólo quedaron los buenos propósitos del Ejecutivo.

Sin ánimos partidistas, la vocera del Congreso de la Unión ofreció una lúcida expresión ciudadana. No hay que olvidar que los legisladores representan el sentir de la sociedad. Y la dimensión del voto ejercido a plenitud se advirtió a través de esta plena manifestación democrática, donde el papel de representatividad fue determinado por la diputada del PRI. Con pasión y entrega la posición de la ciudadanía se hizo presente en las palabras y actitudes de la diputada. La idea general mexicana de que la legalidad solamente tiene que ver con el aspecto económico, la seguridad social o la educación del pueblo cae por tierra puesto que la convivencia pacífica y civilizada, la estabilidad social e institucional y la seguridad pública son temas centrales del Estado.

El Informe gubernamental no fue gozoso, puesto que hay muchos asuntos públicos aún no resueltos. Y esto significa falta de expresión política, carencia de trabajo y entrega, ausencia de vocación y sensibilidad social, puesto que para que haya desarrollo se debe lograr que la sociedad viva en paz y la violencia sea contenida a través de instrumentos de cohesión del Estado. Por supuesto que ésta debía ser la preocupación fundamental del Ejecutivo.

Aunque la realidad se impone siempre para demostrar lo contrario a los datos destacados en el Informe rendido por el Presidente. A mayor inseguridad, menor aplicación de la política -derivaríamos. Significa, entonces, que el gobierno federal carece del necesario manejo político de los asuntos que a todos preocupan. Bienestar y democracia, afortunadamente, no se contraponen. Tampoco la libertad con la discrepancia de opiniones. Por eso, las palabras de la representante del Legislativo cobran mayor relevancia: la franca discusión crítica sin atajos autoritarios, para encontrar los mejores elementos para legislar, sin los delirios mesiánicos de la contraparte, deben imponerse. De esta manera, sólo la expresión ciudadana, democráticamente crítica, como un peldaño irrenunciable para la convivencia pacífica y civilizada, logrará el justo equilibrio, la dimensión que deseamos como país democrático.

La calidad de la democracia, su prevalencia, significa que ésta se desarrolle en un clima de confianza y civilidad, de generosidad y respeto para el adversario. Por eso conviene que el Ejecutivo corrija sus errores en la conducción administrativa, con rigor y sin demagogia. Si bien es cierto que como país aún estamos en una etapa de pedagogía política, el esfuerzo desarrollado por el Poder Legislativo para configurar una alternativa de progreso y bienestar para todos no debe ser echado en saco roto.

La dignidad del Congreso se hizo presente este primero de septiembre. Como ciudadanos a todos nos corresponde abrir nuevos horizontes de confianza para articular una dinámica social que convierta esa energía en el émbolo para construir el verdadero cambio a que todos aspiramos: el equilibrio republicano con respeto y madurez.